La ciudad siempre ha sido un lugar de encuentro. De personas. De pensamientos. De creación de tendencias. Una mezcla de colores en un crisol en constante ebullición. Un lugar único. Sinónimo de diversidad.
Y ese espacio que ocupa la sociedad del siglo XXI (que habita mayoritariamente en ciudades) vive un tiempo de cambio sin precedentes.
Estos vertiginosos cambios que se suceden obligan a la ciudad a adaptarse a la nueva era digital, moldeando los aspectos más “inmateriales” de la misma.
En la actualidad, en una pequeña fracción de tiempo respecto a la historia de la humanidad, asistimos a la mutación total de los hábitos de la sociedad: de comunicación, de consumo, de relación entre sus miembros, de movimiento dentro y fuera del entorno personal…
Es momento de preguntarse por el papel de la arquitectura y por su durabilidad, tanto por la utilización de determinados materiales de reciente creación como por el estilo arquitectónico (que garantice su supervivencia con el paso del tiempo).
Rem Koolhaas (un arquitecto único, que engloba teoría y práctica como ningún otro, aunque ambos campos resulten antagónicos) ha sido la figura que más ha disertado sobre la ciudad y el urbanismo contemporáneo. Desde “Delirio de Nueva York” (1978) ha publicado múltiples textos y publicado entrevistas y opiniones infinitas. Con textos en general de difícil comprensión, que inciden en la muerte del urbanismo moderno y defienden el nacimiento de un nuevo urbanismo sin teoría ni arquitectos, sus palabras en general rezuman un aire de pesimismo que nada tiene que ver con la grandeza de sus obras construidas.
Es evidente que debemos repensar las ciudades desde dentro, y que las conclusiones nos sirvan para proyectar la expansión de las mismas. Existen diversos factores que deben tenerse en cuenta a la hora de planificar el espacio urbano. Junto los componentes locales (meteorología, cultura, costumbres autóctonas, etc) debemos considerar otros factores:
-La influencia de las nuevas tecnologías en la vida diaria, en el trabajo, en el transporte, etc)
-Los nuevos hábitos de consumo
-Los nuevos hábitos de relaciones humanas
-Las formas de movilidad interior (utilización creciente de bicicletas, coches eléctricos, etc)
-La movilidad exterior (inmigración, turismo, refugiados etc).
El urbanismo y la arquitectura están más que nunca ligados a la sociología.
La globalización de los mercados abre paso a las franquicias que invaden las zonas comerciales del centro de las ciudades y debilitan la idiosincrasia del lugar. Las tiendas efímeras “pop up store” contribuyen a eliminar los referentes de la ciudad, y el turista que mira en horizontal pierde las referencias. En esta era de cambio continuo la arquitectura debe servir como referente de calidad que marque “hitos” y obligue al viandante a levantar la mirada.
Leía recientemente en una revista de diseño y arquitectura que “en la era de lo desechable, lo efímero es un valor en alza”. Y a continuación explicaba que la arquitectura efímera es “una muestra de sensibilidad por modificar lo menos posible el entorno y por ofrecer soluciones constructivas sostenibles”. Considero que esto es una verdad a medias, puesto que no se habla de la durabilidad de la misma (en esencia, breve) y por lo tanto no ser necesariamente sostenible al tener que buscar a medio plazo un elemento de reemplazo.
No existen varitas mágicas para solucionar los crecientes problemas a los que asiste la ciudad del Siglo XXI. Pero como en casi todo, seguramente la solución no es complicada. Al revés, reside en lo más básico. En el equilibrio de fuerzas. En la convivencia de lo nuevo y lo viejo. Lo local y lo foráneo. Garantizando la movilidad en función de la escala. Diversidad en movimiento. Así definiría yo a la ciudad 2.0.