casa 33

el proyecto de toda una vida…

Descubro por la prensa cómo el subsuelo de Londres se perfora sin piedad en nombre del desarrollo humano. En 2018 está prevista la inauguración del Crossrail, un túnel ferroviario doble de 21 kms de longitud que atravesará la ciudad de Este a Oeste y por el que se prevé que pasen 200 millones de personas al año.

Con un crecimiento sostenido y una población que ronda los 9 millones de habitantes, Londres se ha visto colapsada en superficie y se ha quedado impotente para garantizar la movilidad del “monstruo” que ha creado. Por ello se ha visto “obligada” a recurrir a un plan alternativo de movilidad mediante la creación de un mundo paralelo por debajo (o por encima) del mundo real.

Pero esto es solo el comienzo de una descomunal inversión en infraestructuras, ya que el proceso iniciado es irreversible tal y como está planteado y no es posible salirse del guión sin un cambio radical de rumbo. Pero eso es algo que no interesa, ya que podría resultar un fracaso para la ciudad ante otros competidores. Y esa palabra no existe en la élite del capitalismo.

La revolución industrial produjo entre otros efectos colaterales el efecto llamada desde los núcleos rurales hacia los entornos urbanos, espacios en los que actualmente vivimos la mayoría de los ciudadanos de este planeta.La ciudad en sí no es ningún elemento perjudicial para el ecosistema, siempre y cuando se gestione correctamente. Los ciudadanos son meros actores de una función en la que gobernantes y técnicos actúan  (de muy diferentes formas) como directores, y establecen unas pautas de ocupación del territorio. Aunque éstas no sean siempre las más acertadas.

Actualmente, con una descomunal e interesada dependencia del combustible fósil y un reparto desigual del agua y los recursos naturales, no podemos ser ajenos al daño que produce la intervención del hombre sobre el medio ambiente.

Por un lado nos vestimos con nuestras mejores galas para alardear de los compromisos adquiridos en defensa de la sostenibilidad del planeta, bla,bla,bla… mientras por detrás, en cuanto se apagan los focos y el público sensato desaparece de la sala, el ser humano muestra su cara más voraz para comerle terreno a la naturaleza: por cielo, mar o por mitad de la tierra. Los 1,2 millones de toneladas de terreno arcilloso extraído se transportan a 70 kms de distancia a un lugar que nada tiene que ver con su origen, pero eso es algo que no importa porque ni la arcilla ni los animales votan. Y las personas que sí lo hacen, parece que tienen sólo memoria selectiva. O eso nos consiguen hacer. Las voces discordantes se acallan con fuerza como se aplasta a un mosquito contra el cristal de una ventana.

Yo no estoy en contra del desarrollo urbano, todo lo contrario. Pero la diversidad y variedad de la Tierra nos debería ayudar a repensar nuestra forma de hacer ciudad y sobretodo, en cómo descentralizar algunos servicios para no concentrar en determinados puntos del planeta una densidad de población elevada que comprometa su durabilidad en el tiempo. Porque las actuaciones como la descrita en este post, lo único que generan es el empobrecimiento de la calidad de vida de sus habitantes y  además, descompensar los ecosistemas naturales, fuente de vida limitada.