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el proyecto de toda una vida…

La revista El croquis me abrió las puertas al conocimiento de múltiples arquitectos mientras estudiaba en la Escuela de Arquitectura de Donostia. Y por supuesto después. Corría el año 1997 y por aquella época cursaba mis últimos años en la Universidad. Adquirí en aquel momento el Número 86, una monografía sobre este trío de emergentes arquitectos holandeses. Allí pude asomarme al particular universo de MVRDV y analizar proyectos como el bloque de apartamentos Wozoco´s o la sede VPRO en Hilversum, que poco tiempo después tendría la oportunidad de visitar junto a mis compañeros de la Escuela.

Posteriormente, El croquis tuvo que publicar otra monografía de este equipo de jóvenes arquitectos (Nº 111) , donde se recopilaban los últimos proyectos (1997-2002).y por último, he tenido la suerte de poder adquirir una tercera recopilación de proyectos de MVRDV, que abarca los años 2013-2014 (Nº 173 de El croquis).

En mi reciente visita a la capital, me pude acercar a la obra más conocida en nuestro país de estos arquitectos: el edifico de viviendas Mirador. Ubicado al norte de Madrid, en el emergente barrio de Sanchinarro, este proyecto (realizado junto a Blanca Lleó) parte de la premisa de establecer una propuesta alternativa y heterogénea sobre la tipología residencial en bloque.

Poco tiempo después ha visto la luz muy cerca de allí otro proyecto de viviendas en altura desarrollado por el mismo equipo (edificio Celosía). Y ya en Amsterdam, también ha visto la luz el edificio de apartamentos Parkrand, muy en la línea de sus homólogos. Estos dos últimos proyectos aparecen publicados en el Nº 173 de El croquis.

Con una superficie construida de 16.000 m2 y 22 plantas en altura, el edificio Mirador resulta ser una gran compilación de piezas tridimensionales de tetris (tipologías/usos) que muestran su carácter hacia al exterior a través de un tratamiento específico. La yuxtaposición de esas tipologías residenciales y la creación de vacíos genera una serie de tensiones espaciales que buscan enriquecer la vida en Comunidad. Aunque no siempre se consiga.

La repercusión de esta obra durante años a cientos de curiosos hasta este lugar, motivo por el cual la Comunidad de propietarios tuvo que adoptar una serie de medidas especiales para garantizar la privacidad y tranquilidad en el inmueble.

Este tipo de propuestas me resultan muy interesantes, ya que replantean los estereotipos de “silo residencial” utilizados en la mayoría de nuestras ciudades. El edificio Mirador es una metáfora de la típica manzana de viviendas de cualquier ensanche colocada “en vertical”. El patio central se transforma en un mirador situado en la duodécima planta y pretende ser el lugar de encuentro de la Comunidad.

Porque tras mi visita veo la enorme dificultad que supone la convivencia de diferentes unidades familiares (con sus infinitas particularidades, horarios, inquietudes…). Los espacios de relación quedan clausurados, y la vida intramuros se mantiene como una fortaleza inexpugnable para la mayoría de los vecinos que la rodean.

Este tipo de propuestas supone arriesgar y exponerse. Y con ello aparecen los errores de funcionamiento: como por ejemplo la parada de dos ascensores en una planta para acceder a una sola vivienda, las terrazas abiertas en plantas superiores para uso comunitario sin posibilidad de uso razonable, las innumerables puertas cortafuegos que convierten en laberintos algunos recorridos internos, etc).Todo ello, unido a algunos fallos graves de construcción, errores de diseño y baja calidad de algunos de los materiales empleados, deslucen desgraciadamente un gran proyecto.