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el proyecto de toda una vida…

Como todos sabemos, la pintura es una forma de expresión artística en sí misma. Desde las primeras obras en las paredes de las cavernas que habitaba el ser humano al comienzo de nuestra historia hasta las obras más vanguardistas de la era actual. Pigmentos naturales derivados de la mezcla de minerales y otras sustancias que sirvieron para “manchar” cualquier superficie lisa o rugosa donde mostrar la creatividad, miedos o anhelos de su autor/a. En esencia, esto no ha cambiado a día de hoy.

Pero yo quiero centrarme en la pintura decorativa, como parte inherente a la arquitectura de nuestra era. El color habla inexorablemente del lugar y la pintura que cubre las paredes de nuestros edificios también. Los tonos que podemos obtener son prácticamente infinitos, ya que abarcan toda la gama cromática visible. Los primitivos pigmentos han dado paso a la carta RAL, la paleta más utilizada entre los pintores que intervienen en las obras.

La arquitectura vernácula (tradicional) surgió para dar cobijo a los primeros pobladores de pueblos y ciudades; y lo hizo con la vocación de integración de un elemento “artificial” dentro de un entorno eminentemente natural. Para ello, y como es lógico, empleaba materiales existentes en el entorno: maderas de los bosques próximos, piedra de las canteras (o volcanes) cercanos, etc. Basta con darse una vuelta por las construcciones de Tenerife y admirar el color negro intenso de sus maravillosas edificaciones de piedra volcánica, o por la comarca de la maragatería (León) con sus características construcciones de mampostería rojiza de piedra autóctona.

En nuestra cultura mediterránea todos tenemos en mente las encaladas casas blancas del sur de la península y de otros países como Italia o Grecia. En Andalucía son especialmente abundantes y característicos. Estas límpidas casas blancas cumplen la función de reflejar la radiación solar y mantener fresco el interior. La ruta de los pueblos blancos (Cádiz) recorre algunos de los más bellos. Y en Málaga, donde nacieron mis padres, también existen algunos preciosos. Como Frigiliana o Mijas, por poner dos ejemplos. En algunas ocasiones, la paleta de color incluye pinceladas de azul cielo, como es el caso de la pintoresca localidad tunecina de Sidi Bou Said. O la idílica Oia, en la isla griega de Santorini, con su características cúpulas esféricas de azul ultramar. Para perderse una larga temporada…

En la arquitectura actual el uso del color ha sido intermitente y sin una línea clara de trabajo. Su empleo está relacionado con las sensaciones que pretende trasmitir su proyectista, sabiendo que en general los colores claros amplían los espacios y los oscuros las muestras más pequeñas. Existen numerosos estudios sobre las cualidades y efectos que posee cada color, y que puede influir en el estado de ánimo de las personas que habitan dichos espacios. La llamada psicología del color conforma uno de los pilares de la llamada “neuroarquitectura” (la arquitectura de las emociones), pero de este campo os hablaré en otra ocasión.

El gran Le Corbusier fue un arquitecto- artista, y eso se nota en el uso que hace del color en muchos de sus edificios para conseguir diferentes efectos. Destaca la policromía empleada en el barrio de La cité Frugès (a las afueras de Burdeos) donde las diferentes tipologías de viviendas incorporan colores pasteles en sus fachadas. Aunque el padre de la arquitectura contemporánea destacó por incluir los potentes colores primarios en la mayoría de sus obras; tan residenciales (Unité d´habitation) como en edificios religiosos (capilla del convento de la Tourette) o cultural (Centro de jóvenes de Firminy).Y hace uso de estos vivos colores de forma magistral, no solo por aplicación directa sobre paramentos verticales y horizontales, sino mediante el empleo de vidrios de color que generan vibrantes emociones al ser atravesados por la luz del sol. No os perdáis la composición del muro sur en la capilla de Ronchamp o las aperturas en la iglesia de Firminy (obra póstuma). Sin duda, una forma de componer en arquitectura que Le Corbusier demostró manejar magistralmente, y que no fue tan extendida por otros arquitectos del movimiento moderno. Aunque por supuesto hubo muchos otros casos dentro de la escuela de la Bauhaus de Alemania o en el movimiento De Stijl de los Países Bajos.

Cuando era estudiante de arquitectura (años 90) los libros que reproducían la obra de Le Corbusier y de la mayoría de arquitectos del siglo XX incluían fotografías en blanco y negro. Por ello, cuando llegó a la biblioteca de la escuela el primer libro con ilustraciones en color que recogían las obras más emblemáticas del movimiento moderno mi sorpresa fue increíble. Me impactó muchísimo, porque hasta ese momento no había sido consciente de la verdadera importancia que tenái el color en la arquitectura que yo tanto admiraba.

El colectivo Boa Mistura es conocido por sus intervenciones en edificios existentes de Sudamérica y Europa, donde introducen coloristas composiciones con el fin de revitalizar física y anímicamente las zonas en las que actúan. En estos casos, el color posee únicamente un carácter lúdico que, a modo de mural, rebasa los límites de lo efímero y reivindica la permanencia en esas zonas normalmente deterioradas.

El color tiene muchas razones de ser, pero desde mi punto de vista el más razonable es que se utiliza para diferenciar usos. Por ejemplo, en la escuela “Els colors” de RCR, ubicada en Manlleu, Girona (2004), donde los más pequeños aprenden a guiarse por el mundo gracias las diferentes tonalidades de los espacios. En este sentido, hay muchísimos ejemplos. En Madrid, encontramos el “Edificio Mirador” de MVRDV y Blanca Lleó, donde algunos vivos colores invaden múltiples zonas de su envolvente identificando en 3D las piezas de cada tipología que componen el edificio. Una especie de maqueta de estudio a escala 1/1.

Admiro a las personas que tienen gusto eligiendo los colores de la pintura para crear ambientes en el interior de los edificios: en mi cerebro no incluyeron ese “plugin”. Aunque por el contrario, para compensar, tengo una gran sensibilidad para saber elegir y combinar texturas y materiales que generen volúmenes y espacios de gran fuerza visual.

En general me gusta el color en determinados casos, pero yo no soy partidario de utilizarlo en mis proyectos. Quizás sea por mi indecisión a la hora de elegir los tonos adecuados. Pero es que yo soy de contrastes, y los tonos suaves no tienen lugar en mis proyectos. Y los tonos fuertes, desde mi punto de vista, cansan visualmente y no colaboran con el concepto de atemporalidad que yo busco. Para mejorar el estado de ánimo de las personas dejo a un lado el color y apuesto más por la influencia de los espacios luminosos, modernos, originales, versátiles, equilibrados y atemporales. Ahí es nada.

Por todo ello, creo que el color es muy importante en nuestras vidas; como ya os he expuesto, grandes arquitectos lo hicieron en el pasado reciente con gran acierto. Y todavía se hace. Por ello es importante reflexionar sobre este tema; porque aunque yo particularmente no  utilice los colores en la pintura interior y exterior de mis proyectos, es evidente que el color tiene muchas posibilidades, nos influye objetivamente en la percepción de los espacios y puede ayudar a alcanzar  grandes emociones.