Esta mediana ciudad del norte de Portugal posee un inquietante pasado que se refleja en la idiosincrasia de su gente y en la herencia adquirida de su arquitectura vernácula. Es la segunda ciudad de nuestro país vecino, después de su capital (Lisboa). Disfruta de un emplazamiento privilegiado junto a la desembocadura del río Duero en el Océano Atlántico. Está asentada en la orilla derecha, sobre una ladera con orientación sur y frente a la población de Vila Nova de Gaia. Un lugar escogido hace muchos años por los primeros pobladores de la región y que el tiempo ha reforzado el acierto de la elección. No en vano las calles de Oporto quedan bañadas por un sol tamizado que calienta en invierno y llena de vida en verano.
Oporto ha sido históricamente el principal puerto de Portugal, y por ello fue el lugar de partida para la conquista de nuevos territorios. De hecho su nombre significa “puerto”. Su figura fue clave en el transcurso de los principales conflictos de la Edad media y del siglo XX. Tuvo una controvertida relación con Inglaterra y una permanente lucha de identidad con el reino de Castilla. La identidad lusa tuvo que reafirmarse en numerosas ocasiones para permitir la independencia de España. Y todas las colonias que Portugal tuvo en países de Asia, África y América han dejado su huella en algunas tradiciones de sus ciudadanos. La historia se muestra en miles de cerámicas de color azulado que revisten edificios religiosos o civiles, como la estación de Sâo Bento.
Os recomiendo visitar Oporto. Y no por probar la infinidad de variedades de vino oporto que existen (que también). Sino por muchas otras cosas. Por ejemplo, por ver amanecer desde la Ribera, cuando la ciudad todavía duerme y los primeros rayos de sol del nuevo día atraviesan los perfiles metálicos roblonados del puente Luis I. O por ver atardecer desde la cercana Matoshinos, frente al infinito Océano Atlántico. Y por supuesto, por poder pasear por las callejuelas y calles comerciales del centro histórico de la ciudad, declarado Patrimonio Histórico por la Unesco en 1996.Entre todas las maravillas que podréis encontrar, hay una especialmente bella: la librería Lello (Rua das carmelitas,144). Considerada la librería más bella del mundo, fue inaugurada en 1906. Y a pesar de toda la información que existe al respecto sobre sus dueños, escritores ilustres, etc nada queda de los verdaderos protagonistas: el arquitecto o diseñador de este espacio interior y sobretodo, los ebanistas que materializaron esta joya del Art-Nouveau. Porque yo, al menos, no creo en que el ingeniero Fco. Xavier Esteves tuviera algo que ver con esta maravilla.
Pero si hay algo que hace que merece la pena un viaje a esta ciudad, para un arquitecto o estudiante de arquitectura, es la arquitectura contemporánea que actualmente invade las calles de Oporto. Destacan 2 figuras principales: Alvaro Joaquim de Melo Siza Viera (Matosinhos, 1933 y premio Pritzker en 1992) y su discípulo Eduardo Souto de Moura( oporto, 1952).Ambos autores permanecen en activo y con una importante cartera de proyectos en curso. Como en otros casos ( por ejemplo, Coop Himelb(l)au y Delugan-Meissl) el “alumno” supera al “maestro”.
Sin embargo, para mí, el motivo principal para volver a esta ciudad es la “casa da música”, una obra emblemática de mi gran arquitecto fetiche Rem Koolhaas/OMA. Una obra que comparte elementos con otras obras de su primera etapa y nos transporta a la frescura de obra como el Kunsthal de Rotterdam o el Educatorium de Utrecht. Por este motivo dedicaré un segundo post a hablar en exclusiva de este proyecto, que surgió con motivo de la designación de Oporto como capital europea 2001, aunque como suele resultar habitual en este tipo de obras emblemáticas, la inauguración se efectuó en 2005. Porque todo lo bueno se hace esperar, y este edificio es sin duda una joya de la arquitectura contemporánea.
En los tres días que he permanecido en esta ciudad lusa, he podido palpar el proceso de modernización a la que se ha visto sometida la ciudad y sus gentes. Ha cambiado mucho desde la última vez que visité “el puerto”. Existe un gran contraste entre lo nuevo y lo viejo, algo que para mí es algo natural y que permite adaptar el tipo de vida al tiempo en el que vivimos. Para los portuenses Alvaro Siza es poco menos que un dios, un mago de la luz. Por eso, alguien como yo al que no emociona en absoluto su arquitectura debe ser cauto a la hora de exteriorizar su opinión. A lo largo de mi vida he visitado muchas obras de este creador, desde el pabellón portugués en la Expo de Lisboa 1998, hasta el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela, pasando por muchas otras. Por eso quería viajar al centro de su obra y ver si mi opinión variaba. Pero eso no ha sucedido. La Escuela de arquitectura de Oporto (inaugurada en 1996) no me ha transmitido nada. Ubicada en un entorno natural privilegiado, un gran zócalo semienterrado actúa como nexo en una serie de volúmenes edificados de mayor altura. Arquitectónicamente esta obra me parece anodina y algunos aspectos espaciales son claramente erróneos. Además, el funcionamiento no me parece el más apropiado. Lo siento.
Respecto a la fundación cultural Serralves no tengo nada que decir, porque el interior del edificio creado por Siza me ha resultado absolutamente decepcionante y vulgar. Y lo expreso con el máximo respeto, pero siendo fiel a lo que siento. Es evidente que mi opinión será contraria a la de muchas otras personas, pero realmente considero que la arquitectura de Siza está sobrevalorada.
Como ya he adelantado, la arquitectura de Souto de Moura muestra desde mi punto de vista un trabajo más elaborado. Cada encargo de su prolífica obra aporta nuevas soluciones y muestra una evolución adaptada al tiempo y al lugar. En este viaje solo he podido visitar algunas de sus obras por falta de tiempo. En la oficina de turismo te facilitan un plano que detalla con precisión la ubicación y una pequeña descripción de las obras que posee este arquitecto en Oporto y alrededores.
Espero haberos animado a viajar hasta Oporto y descubrir por vosotros mismos lo que yo os he mostrado en unas pequeñas pinceladas. En el próximo post, ya sabéis: la “casa da música” de Koolhaas.