Entrar. Salir. Regresar. Partir. Volver. Ir. Venir. Alejarse. Retornar. Ausentarse. Acudir. El movimiento siempre nos acompaña. Y la percepción del espacio nunca es estática. Como nuestra vida.
Dejamos el gélido abrigo al abrigo del calor de nuestro hogar. Expectante de nuevas vivencias. Una figura que se tensa como un arco a punto de lanzar una hiriente flecha. Un escorzo que se retuerce para evitar el impacto del odio. O el embiste del temeroso toro en mitad de una corrida. Un sinuoso perfil que bordea el abismo de la culpa y nos remite a la casilla de salida. Porque a pesar de las dificultades, el sol volverá a brillar mañana.
Otro día nuevo. Coger el abrigo para salir a perderse y encontrarse en las palabras que se reúnen en nuestra mente. Entrar para buscar refugio y hallar un problema inesperado. Rebuscar en el pasado y descubrir que el tiempo ha dejado atrás todo lo que nos hacía daño. Pararse a pensar y visualizar con extrema nitidez los sueños que nos quedan por cumplir. Y al finalizar el día, la necesidad de descansar. El espacio donde esos deseos se cumplen y afloran insospechados sentimientos.
Una sinuosa pletina de acero nos traslada hacia un futuro prometedor, porque la esperanza permanece siempre latente y el tiempo nunca se detiene. Una base sólida que queda reforzada por una pletina de 8 mm para evitar los temblores de la gravedad. Seis más un punto de cuelgue para garantizar un lugar para todas y todos.
Vista frontal y lateral: completamente diferentes. Porque las cosas no son casi nunca lo que parecen, y la vida nos facilita la perspectiva necesaria para tomar decisiones sobre el mundo que nos rodea.
Entrar. Salir. O ver cómo el tiempo camina junto a nosotros.