¿De qué color es el viento? ¿En qué idioma hablan las plantas? ¿De dónde proceden las tormentas? ¿Qué siente un árbol cuándo lo acaricias? ¿De qué país proviene la primavera? ¿Con qué fuerza caen las gotas de lluvia? ¿Adónde va el invierno cuando muere? ¿Qué pasa con nuestros recuerdos cuando morimos? ¿Podemos detener el tiempo? ¿O dominar la naturaleza? No comprendemos su lenguaje, de modo que lo único que podemos hacer es observarla. Su carácter tranquilo nos permite acercarnos a ella. Pero conviene estar alerta, porque su poder de destrucción puede resultar devastador.
Escuchar, sin interrumpir. Acariciar, sin oprimir. Convivir, sin competir.
Este proyecto surge de la necesidad de comprender que la batalla contra la naturaleza está perdida. Por ello, la arquitectura debe aprender a respetar su espacio, permitiendo la creación de espacios habitables en un entorno natural predominante.
En este caso el proyecto plantea integrar el programa de usos en dos plantas, solventando la diferencia de cotas del emplazamiento. El límite del recinto y el pabellón de Villanueva existente determinan una intervención de carácter longitudinal, dando continuidad a los recorridos exteriores tanto en el nivel inferior como en el superior gracias a escaleras dispuestas en ambos extremos. Un pabellón alberga un núcleo de comunicaciones vertical con ascensor para garantizar la accesibilidad de personas con movilidad reducida.
La creación de diversas zonas de estancias exteriores con mobiliario urbano permite diferentes usos y el descanso de los visitantes al recinto. El juego de pavimentos y la formación de muretes quebrados y sinuosos enriquecen el juego de perspectivas y la integración de la arquitectura en el paisaje.