El Colegio de arquitectos Vasco-Navarro organiza y concede cada 3 años los “Premios COAVN”, con el fin de analizar, seleccionar y recompensar aquellas obras finalizadas recientemente y que por algún motivo merecen una distinción. Y a su vez, permiten divulgar socialmente la importancia de nuestra profesión (al menos en teoría). Y digo en teoría” porque la difusión fuera de nuestro ámbito profesional es muy escaso.
La organización de los premios (el propio Colegio y los Gobiernos de Navarra y País Vasco) edita un libro con las obras premiadas y finalistas. Un libro que en esta ocasión ha adoptado el formato de tapa cuadrada y austera, que recuerda completamente a los “Libros de Órdenes”.
En las bases de la convocatoria se recoge que puede presentarse cualquier obra que haya concluido antes de la publicación de las bases, siempre que sea la primera vez que dicho trabajo es presentado a estos premios. Desde mi punto de vista, el tipo de perfil que se valora habitualmente es el de la arquitectura “correcta, purista y academicista”, desechándose como norma general las apuestas más personales y arriesgadas. La arquitectura “oficialista” y premiada habitualmente utiliza un lenguaje común a múltiples compañeros; un idioma que yo no sé hablar.
También se realizan unos paneles que conformen una muestra itinerante por las 4 capitales. En el caso de Vitoria, la exposición se pudo contemplar primero en la Biblioteca central de la Florida, y después en la nueva estación de autobuses de Vitoria-Gasteiz, donde los carteles tipo lona mantenían un duelo permanente con las máquinas expendedoras de coca-colas.
Mi colegio profesional engloba cuatro provincias de dos Comunidades Autónomas. Sin embargo, no puedo evitar pensar en lo diferentes que son sus cuatro capitales: San Sebastián, Bilbao, Pamplona y Vitoria. En términos generales como son su historia, su estructura de ciudad, el carácter de sus habitantes, etc. Algo que resulta paradójico, a pesar de su cercanía geográfica y de tener una cultura muy cercana. Estas diferencias se hacen en muchos casos palpables en el tipo de proyectos que han visto la luz en cada una de esas ciudades y provincias.
En la presente edición podemos encontrar un heterogéneo grupo de proyectos de arquitectura, urbanismo e interiorismo, que pretenden dar la mejor solución al programa de necesidades dentro de las reglas de juego que establecen las normativas vigentes. Próximamente efectuaré visita a algunas de esas obras para conocer de primera mano el trabajo de mis afortunados compañeros.
Comprendo que haya concursos de arquitectura y de cualquier otra manifestación artística. Lo respeto porque creo que puede ser un acicate para mejorar la calidad de nuestras obras, aunque yo no esté muy a favor de estos reconocimientos. Porque en definitiva, todos sabemos que sólo existe un verdadero juez: el tiempo.
En cualquier caso no voy a ponerme al nivel de Francisco Mangado (Patxi para los amigos). Sería caer muy bajo. Y es que, este último, arremetió contra los premios COAVN en un arrebato de incomprensible demencia temporal. Justo en el momento en que estaba recogiendo precisamente su premio por el Museo Arqueológico de Vitoria-Gasteiz. Sucedió hace unos años, en el Palacio Europa (antes de ser chachi- ecológico). Yo estaba allí presente y sufrí vergüenza ajena. Creo que como casi todos los presentes. Estuve a punto de decirle algo, pero creo que hay personas que se lo dicen todo ellas solas. Al día siguiente se publicó en la contraportada de El Correo. Creo que en esta vida hay que ser siempre agradecido. Siempre. Como dice nuestro popular refranero: “es de bien nacidos….”.Sobre todo cuando estás recibiendo y has recibido una importante cantidad de premios de tus compañeros, y te dan la palabra para explicar el proyecto. Y es que Mangado era un continuo ganador en todas las quinielas a lo largo de los años. Quizás ese día, consciente de la crisis que se le venía encima, no pudo evitar manifestar su impotencia y miedo al fracaso, y lo hizo de la peor forma posible. Absolutamente lamentable y vergonzoso.
Pero volviendo a la edición actual: la calidad de los proyectos es especialmente visible en los trabajos de Pamplona. Quizás por la innegable influencia de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Sin duda es la Comunidad donde mejor arquitectura se realiza, en comparación con las otras 3 provincias que conforman el colegio Vasco Navarro. Pero en general son trabajos que no arriesgan, y eso termina por aburrirme. Varios de los arquitectos más premiados podrían intercambiar sus creaciones y seguramente nadie notaría la diferencia. Porque como he dicho antes, en muchos casos el lenguaje común hace muy difícil encontrar la huella de un autor en esas obras. Es el lenguaje común del que hablaba antes, en el que apenas puede discernirse el branding de cada uno de sus autores. Quizás corresponda a la búsqueda de la “atemporalidad” que el movimiento moderno cosechó con éxito a principios del siglo XX. Algo que en esencia me parece un punto de partida inmejorable, pero que como todo debe enriquecerse con el estilo personal de lo que cada arquitecto lleva dentro, no de lo que la sociedad o el cliente desean. Estoy seguro de que se puede conseguir arquitectura de calidad arriesgando más. Aunque suponga un esfuerzo adicional, y lo afirmo sin subestimar el esfuerzo que todos los arquitectos desarrollan diariamente.
Mi más sincera enhorabuena a todos mis compañeros premiados, finalistas y participantes, por contribuir a la mejora de la calidad de la arquitectura y, por supuesto, de la vida de las personas.