Proyectar es lo mejor de mi profesión. Sin duda alguna. Y paradójicamente esta enriquecedora tarea queda relegada en numerosas ocasiones como consecuencia de la infinidad de funciones que debo abarcar.
Me encanta acariciar el papel en blanco con la punta de un lápiz. Comienza así un proceso de creación que se verá detenido en algún momento, cuando se cumplan la mayor parte de mis expectativas. Trazos suaves que definen una planta. Y un alzado. Pero sobre todo, pequeñas perspectivas a mano que me ayudan a visualizar el espacio. Líneas de carbón que con el tiempo se transforman en tinta de pilot negro, y donde las partes más importantes quedarán resaltadas con un edding 1200 también de color negro.
Adoro estar inspirado. En un estado que no siempre sucede y me encanta aprovechar. Y llega, tras beber en la fuente de los recuerdos: en cientos de imágenes de libros y viajes que se combinan entre sí para conformar un nuevo proyecto. Imágenes que resumen todo aquello que por algún motivo me llamó la atención. Porque mi forma de proyectar es a través de la elección. Saber elegir es saber descartar: un camino que conduce hasta el resultado deseado.
En este momento estoy terminando el proyecto para la reforma de un portal en la calle Txirula. Confío en que pronto verá la luz.
Os dejo de momento algunas pinceladas de otra obra que comenzará en breve: la reforma de un portal en la calle Olaguibel. Un espacio que cambiará radicalmente con la reforma, y cuya ejecución espero que resulte espectacular.