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el proyecto de toda una vida…

Saber descartar es una clara forma de elegir. A veces no sabemos lo que queremos, pero sí lo que no queremos. Eso ya es mucho. Y lo hacemos con un objetivo: la resolución del proyecto. Como si de un problema matemático se tratase. Pero con infinitas soluciones.

Porque la arquitectura es en esencia compleja. Como las estructuras socioeconómicas que la sustentan.

Aunque por otro lado el paso del tiempo apenas nos ha alejado de los tres principios fundamentales para la arquitectura que Marco Vitruvio formuló hace más de 2000 años en sus “10 libros de arquitectura”: firmeza, utilidad y belleza.

Un arquitecto debe tener conocimientos de estructuras, (teóricos y prácticos), y ser capaz de hacer su proyecto sólido y duradero. Pero yo añadiría que con la osadía suficiente para jugar con los elementos compositivos y optimizar su capacidad resistente. Sin poner en riesgo por supuesto su estabilidad…

Pero además, debe estar capacitado para resolver un programa de necesidades, de dotar al edificio del funcionamiento que precisa. Al menos, para el que se ha fijado inicialmente. Porque con el tiempo cambian los usos de los espacios, cambian los hábitos de los usuarios y en consecuencia se altera el tráfico en su interior. Por ello es muy importante proyectar con un claro esquema de funcionamiento, basarse en modelos ya construidos y corregir los errores que puedan detectarse. Pero esto no siempre se tiene en cuenta y a veces se priorizan otros intereses individualistas, lo que supone un grave error.

Pero después de esa “firmeza” y “utilidad”, debemos  conseguir además que el proyecto construido sea bello… ¡qué difícil! Porque hacer arquitectura bella y en definitiva de calidad, puede parecer cosas diferentes y que depende de una cuestión de gustos, de tendencias, de modas. Pero es mucho más.

Qué duda cabe que el entorno y todo lo que entra por nuestras retinas nos influye. Hasta es necesario, en su justa medida. Lo que vemos. Lo que leemos. Es la formación del arquitecto. Mezclada en una cocktelera personal y que genera en cada caso un resultado diferente e imprevisible.

¿Pero cómo valorar la calidad de un proyecto? Por su resultado? Por la dedicación en el proyecto? Por el nombre de su autor, quizás? O por su creatividad/ originalidad? Por su elegancia? Sin duda, el indicador que nunca falla para establecer la calidad de un proyecto y la vigencia de los criterios con los que fue planteado, es el paso del tiempo.

Saber elegir. Qué difícil.