El proyecto se plantea como un gran contenedor que engloba la diversidad del programa. Está pensado para ser recorrido. Los juegos de luz natural guían al usuario, a la vez que lo inquietan y animan a descubrir las infinitas perspectivas interiores. A su vez, la actuación pretende ser respetuosa con el entorno y aprovechar el lugar para dinamizar la vida del entorno plenamente consolidado. De esta forma, se crean dos entradas en planta baja para enfatizar dicha idea y conferir protagonismo a la “fachada posterior”.

La propuesta pretende mostrar una realidad cambiante en el tiempo, adecuándose al momento y al usuario. Por ello, nace con vocación de ser funcional y versátil. Para conseguirlo e invitar a la participación, el conjunto se resuelve a base de piezas de diferentes materiales que, con personalidad propia, identifican cada zona como si de un juego se tratase.

El dinamismo conferido se percibe claramente por todo el edificio, y una muestra tangible es la sala de exposiciones, pensada no como un elemento cerrado, envolvente, sino como un espacio abierto, desplegado hacia el exterior.

El proyecto aporta un nuevo espacio hasta ahora inexistente: la cubierta plana transitable, donde además de dar continuidad el recorrido del edificio, permite disfrutar de los atardeceres en esta nueva “plaza” elevada y albergar nuevos usos.