Algunos proyectos surgen desde una sección transversal que soluciona el desnivel existente. Otros, desde una planta que resuelve con maestría un complejo programa. Y mucho menos frecuentes son los proyectos que cimentan su razón de ser en un alzado. Este es un claro ejemplo de esta última hipótesis creativa. Un proyecto que surge desde la idea de entender el espacio como algo global, un cuerpo, y no como una concatenación de miembros interconectados. Porque lo que da forma al collar no son las perlas, sino el hilo.
Por todo ello, el espacio aquí propuesto supone un cambio radical respecto al espacio preexistente, que amplía su espacio interior hasta la frontera de los territorios ocupados por la escalera y la rampa exterior ubicados en el porche. Cuidando los detalles. Con un alzado inalcanzable que escapa de los límites inteligibles, donde el vidrio y el acero negro son los grandes protagonistas. En contraste con la cerámica blanca, que actúa como telón de fondo para ocultar los elementos constructivos inamovibles.
En su interior, una gran luminaria dispuesta diagonalmente en el plano superior acompaña el recorrido de las sorprendidas personas mientras reduce a añicos al resto de elementos. Una línea que resulta ser una certera flecha lanzada desde el otro lado de la pared del fondo, en cuyos oídos aún resuena el zumbido del viento al cruzar el aire. El arco propulsor no es otro que el espejo curvo previsto al fondo, junto al ascensor, que contribuye a ampliar el espacio y la leyenda de la recta fugaz.
En la zona central de este nuevo mundo, diversas figuras geométricas quedan desplazadas por la impetuosa fuerza de la luz para finalmente huir por los acogedores paramentos verticales. El módulo de buzones es el elemento más destacable en esa lucha de egos; una pieza blanca que emerge tensada al viento que contrasta con la profundidad del océano de vidrio. Formas oblicuas y curvas unen fuerzas para luchar contra su principal enemigo: el peso y el paso del tiempo.
Entender la arquitectura es dibujar en tres dimensiones con la cabeza, sin más límites que el tiempo que se le dedique. Las posibilidades son infinitas, pero solo una será la que finalmente se materialice. Para mí proyectar es procesar toda la información no escrita acumulada en mi interior y transformarla en una sucesión de croquis aparentemente inconexos. Se trata de hilvanar lo invisible, el vacío, y tejer un relato que nos acompañe toda la vida. El futuro: ese espacio desconocido en el que volcamos nuestra esperanza. El lugar hacia donde miramos. También la arquitectura, aunque encuentre las respuestas siempre en el pasado.
Conocer el origen nos guía hacia delante, nos ayuda a comprender el funcionamiento de la arquitectura y a elegir la materialidad más adecuada en cada caso. En un mundo en constante cambio, yo propongo nuevas respuestas a los preceptos inscritos en nuestra memoria, desafiando la lógica y despreciando el orden. Arquitectura y persona son dos realidades que se tocan en un instante preciso: la vida. Por eso, este proyecto, habla de las personas y todo lo que nos une. ¿Sabremos entendernos? Confío en que sí.