En este pasado mes de Agosto hemos conocido una desgraciada (aunque tristemente no nueva) noticia. Poco antes del amanecer 3 inmigrantes pakistaníes perdían la vida en un bajo de la Barceloneta, un humilde barrio de la capital catalana. Un cuarto individuo quedó en estado crítico. Dormían en el suelo. Todos de la misma familia. No tenían papeles, un futuro prometedor pero tampoco miedo. Nada que perder, pensarían. Pero el destino les ha arrebatado lo más valioso que poseían: la vida.
El espacio de reducidas dimensiones que compartían se encontraba en planta baja, pero la puerta de acceso quedó bloqueada por algún motivo. La electricidad estaba “pinchada” (algo mucho más habitual de lo que pensamos) y seguramente el sobrecalentamiento de la red al cargar las baterías de sus bicitaxis eléctricos originó el incendio. Las crueles ventanas protegidas por un ejército de barrotes metálicos actuaron como improvisado horno crematorio. Se abrasaron vivos. Crueldad en estado puro. No quiero ni imaginarme los gritos de dolor de esos tres seres humanos, que buscando un futuro encontraron la muerte. Una atroz, despiadada e inhumana muerte. Dejan familia, mujer, hijos. Una vez más, la muerte se ceba con los más pobres. Los parias de la tierra. Como ha sucedido también unos días antes en Murcia con Eleazar Blandón, el temporero nicaragüense que perdió la vida bajo el sol abrasador explotado por un empresario sin escrúpulos y un sistema que se lo permite. Que descansen todos en paz.
Con este comienzo quiero visibilizar las condiciones en las que viven o trabajan muchas personas en nuestro país, España, supuestamente una nación segura y civilizada. No voy a entrar en el tema de las “ocupación de viviendas” (de la que estoy totalmente en contra), porque es un tema extenso, complejo y polémico. Y así como en otras ocasiones he escrito sobre cómo hacer viviendas más “habitables”, hoy quiero centrarme en la necesidad de disponer de viviendas más “seguras”.
El Código Técnico de la Edificación (CTE) en su apartado SUA (Seguridad de utilización y accesibilidad) establece una regulación obligatoria sobre algunos de los principales aspectos en la materia. Y lo hace con el fin de minimizar el riesgo de accidentes, caídas, atrapamientos, ahogamientos, interferencias con vehículos, etc en el hogar. Aunque claro: únicamente es de aplicación en viviendas de nueva construcción o en aquellas en las que se realice obras de reforma significativas, dejando a un lado las miles de viviendas que hay en España ya construidas y no reformadas, y que carecen de aspectos esenciales para prevenir accidentes.
Aunque el problema es endémico y debe atajarse de raíz. Con un control por parte de las administraciones que eviten situaciones como la anteriormente descrita en Barcelona. Precisamente en esa ciudad se desarrolla la sobrecogedora película “Biutiful” (2010) de Alejandro González Iñárritu, protagonizada por un magistral Javier Bardem. En ella, se produce otra situación igualmente controvertida y perfectamente factible, como es la muerte de un grupo de inmigrantes asiáticos hacinados en un pabellón sin ventilación, a causa de la mala combustión de una estufa de gas. Absolutamente recomendable.
En mi día a día también contemplo edificios que a nivel arquitectónico poseen gérmenes capaces de desencadenar accidentes de diferente índole. Y todo ello ante la pasividad de los Ayuntamientos en los casos en los que he informado de ello (hundimientos de cubiertas en edificios abandonados, puertas de garajes o de acceso a trasteros sin cerradura antipánico interior, etc). Las Inspecciones Técnicas de los Edificios (I.T.E.) son un instrumento perfecto para destapar muchas situaciones irregulares. Pero exigen la implicación de tod@s. Los particulares y Comunidades facilitando el acceso a todos los espacios, las administraciones exigiendo la ejecución de las I.T.E. y el cumplimiento de los trabajos necesarios descritos por el técnico en el plazo señalado, y de nuevo el compromiso de los propietarios para ejecutar las obras necesarias. Porque se dan casos en los que la Propiedad a veces busca un técnico menos exigente que el primero para evitar ciertas actuaciones ajustadas a normativa y al sentido común. En fin: un auténtico despropósito.