Recientemente he tenido la oportunidad de visitar la ciudad de Birmingham, la segunda ciudad más grande del reino Unido, y debo decir que no me ha gustado nada. Vuelvo con una extraña mezcla de desorden y falta total de criterio y planificación al servicio del ciudadano. Imagino que poco se puede esperar de una población que carece de oficina de turismo, o que dentro de una Guía Visual de viaje dedicada a Reino Unido (con más de 400 páginas) la referencia a esta ciudad sólo ocupe una columna con una extensión menor a un cuarto de página.
En la cuna de Watt, la máquina de vapor y la revolución industrial que cambió el transcurso de la Historia, esta villa inglesa participó ineludiblemente de un rico pasado industrial. Además, su estratégica posición geográfica (en el centro del territorio anglosajón) le otorgó un estatus de “cruce de caminos” que sin duda contribuyó a su desarrollo.
Tal vez su rápido crecimiento propició una colonización del espacio de forma desordenada, algo muy habitual entonces y ahora, sobre todo cuando las necesidades se anteponen al planeamiento. La Segunda Guerra Mundial destruyó al parecer la mayoría de las construcciones existentes, que hoy solo podemos recordar en una restauración denominada “Back to backs”.
En las décadas posteriores las autoridades tampoco fueron capaces de reconducir la situación y el resultado queda patente en la actualidad. La historia de Birmingham es la historia de un continuo error. Urbanístico y arquitectónico. Un error tras otro. De falta de planificación y sensibilidad, a la hora de buscar la integración. Por eso el resultado es la ausencia total de uniformidad arquitectónica y en consecuencia, la inexistencia de una idea de ciudad.
En este momento la metrópoli se encuentra en plena ebullición y múltiples obras salpican todo el centro de la ciudad. Obras de diversa índole, pero en general de gran magnitud. Y viendo el entorno, puedo imaginar que las obras se han sucedido en la década anterior y proseguirán en los próximos años.
Esta ciudad no ha sido capaz de conservar su pasado, y en una huida hacia delante busca refugio en la cimentación de un futuro. Un futuro en teoría para las personas, aunque tal vez entre esas personas sólo podamos incluir las que disponen de un alto poder adquisitivo. Porque el centro de esta población se ha transformado en una gran Disneylandia del shopping. El nuevo centro Comercial John Lewis (que aloja en su planta baja la estación de tren central) se une mediante una pasarela con el Linkstreet Bullring. Y este último, se prolonga con el mall de tiendas Selfridges( de varias plantas) que actúa como elemento de remate del conjunto.Éste último edificio es una obra acertada de Futur Sistems, en la que un atrio central iluminado cenitalmente vertebra los diferentes niveles. Sin embrago, el primero (Grand Central) posee una desafortunada fachada sinuosa de tipo especular que genera unos abominables reflejos y queda rodeada de espacios residuales de nula calidad.
Muy cerca de allí otros edificios comerciales de grandes dimensiones (Mail box, The Cube,Harvey Nichols,etc) se entremezclan con una interminable amalgama de edificios de innumerables épocas y estilos arquitectónicos (neoclasicismo, Arts anda Crafts, arquitectura victoriana, etc).
Le Corbusier enumeró las actividades características que según él desempeña el hombre: “habitar, trabajar, descansar y caminar”. Si hoy levantara la cabeza y visitar esta ciudad (y desgraciadamente otras muchas) se vería abocado a incluir el término “ consumir”.
El nuevo contenedor destinado a biblioteca, frente a la Centenary Square se ha convertido en la única isla de paz en mitad de un océano de caos, ya que es una de las pocas zonas donde se respira tranquilidad.Y eso que este proyecto de Mecanoo no se encuentra a la altura de sus creadores.
No voy a extenderme mucho más: simplemente quería hacer una reflexión sobre el modelo de crecimiento de las ciudades con la vista puesta en el futuro. Es importante replantearse desde dentro el funcionamiento de las ciudades. Sin patrones. Personalizando. Porque la idiosincrasia de cada país, el carácter de cada ciudad, las costumbres, la cultura, etc hacen imposible establecer una fórmula para alcanzar el éxito.
La sostenibilidad implica un respeto por el medio ambiente pero también debe suponer la humanización del entorno, algo que sin duda supone sacrificar el interés especulativo de unos pocos a favor de una importante mejora en la calidad de vida de una mayoría.