Lisboa siempre resurge, porque Portugal es una nación que nunca se rinde.
Hace pocas semanas he tenido la oportunidad de visitarla. Adentrarse en la capital de nuestro país vecino es descubrir un emocionante y rico pasado: el que llevó a esta nación a conquistar medio mundo. Las desgracias posteriores fueron desgastando la autoestima del orgullo portugués. Desde el grave terremoto acontecido en 1955 (que marcó un antes y un después en la ciudad), hasta las interminables guerras posteriores que azotaron estas tierras bañadas por el Atlántico. La dictadura más extensa de Europa terminó de hundir la nación grande y próspera que Portugal fue en el pasado.
Pero el pueblo luso es tenaz. Y de gran devoción. De hecho, me ha resultado sorprendente encontrarme la céntrica Iglesia de San Antonio (junto a la Plaza del Rossio), plagada de numerosos feligreses a las 7:30 h de la mañana de un domingo. Casi dos horas antes de que comiencen a funcionar los clásicos y bellos tranvías de color amarillo (imperdonable no subir al 28E). Precisamente esta iglesia está muy relacionada con la fe de los cristianos lisboetas, ya que en su momento fue el origen de una masacre de los cristianos hacia los judíos. Hoy se rememora con repulsa ese triste episodio de la historia local. Y por ello, se decidió no restaurar el interior de este edificio religioso. Únicamente se reconstruyó la cubierta por evidentes motivos funcionales. En las paredes interiores se pueden ver las terribles huellas causadas por el terremoto de 1955 y el incendio posterior que aconteció. Absolutamente espeluznante. Sin duda, os aconsejo visitar la Iglesia de San Antonio.
Hacía muchos años que no visitaba la capital portuguesa. Demasiados. Y este año no tenía excusa, ya que ha sido galardonada por la Comisión Europea como “ Capital Verde Europea 2020” por sus méritos alcanzados en sostenibilidad y su firme apuesta por los espacios verdes. Con esta escapada, completo mi deuda con el país vecino, tras el viaje que realicé en 2019 a la bellísima Oporto, internacionalizada gracias a dos figuras de la arquitectura: Alvaro Siza y Eduardo Souto de Moura. En España siempre miramos hacia el Norte de Europa (Francia, Alemania, etc), dejando a nuestro país vecino en el más absoluto olvido. Una nación con un increíble pasado que merece la pena conocer y superar así los desafortunados tópicos que todavía perduran sobre su idiosincrasia.
La Expo celebrada en el año 1998 (a la que acudí) supuso a finales del siglo XX un importante revulsivo para la modernización de Lisboa y por ende, del resto de su territorio. Un proceso que se ha retomado en los últimos años tras una voluntad política nacional que ha apostado por la unidad para permitir avanzar al país. En esto, nos ganan por goleada.
La capital de Portugal es una preciosa ciudad volcada al infinito Río Tajo y rodeada por montañas (7 colinas). Pasear por las empinadas calles de la Alfama es simplemente único. O disfrutar del mirador de Santa Justa, con sus bellísimas escaleras de caracol. En la actualidad, Lisboa se encuentra afectada por la pandemia global que azota el planeta, aunque la incidencia a nivel nacional en Portugal es muy inferior a la que registra España. Y sin embargo, no es necesario el uso de mascarilla en la vía pública. En cualquier caso, el turismo ha sufrido un importante retroceso que afecta a la economía de la ciudad. Podríamos decir que en este momento la capital se encuentra en un paréntesis económico con un crecimiento bajo ritmo.
A pesar de ello, las inversiones privadas se reparten por toda la ciudad y contribuyen a la modernización de los decimonónicos edificios lisboetas. Lógicamente, muchas de ellas comenzaron antes del estallido del COVID-19, aunque estoy seguro de que en los próximos años la construcción jugará un papel muy importante en el desarrollo de la ciudad.
Lisboa es una ciudad extensa para su población, de forma que la densidad es menor que en otras ciudades de tamaño similar. De hecho, en muchas zonas céntricas existen casas unifamiliares de planta baja o dos plantas, que con el paso de los años quedarán absorbidas por un inevitable proceso de gentrificación. Aunque intuyo que para eso queda todavía mucho tiempo, precisamente por la abundancia de emplazamientos donde realizar inversiones.
La reconversión de su fisonomía se ha centrado por todos sus barrios; también en la zona costera ubicada hacia el Oeste de la Baixa (centro), un lugar que va transformando sus pabellones industriales en equipamientos, museos o viviendas de nueva construcción, favorecidos por el importante foco que supone Belém como foco turístico (monasterio y claustro de los Jerónimos, Torre de los descubrimientos, etc). Por ello, al igual que ha sucedido en numerosas ciudades europeas, esta zona se ha convertido en el pulmón verde de la ciudad por donde los lisboetas pasean en familia, pareja o individualmente andando o en bicicleta.
Paseando por esta zona, a orillas del río Tajo, cabe destacar el Museo Nacional de automóvil (2015) obra del arquitecto brasileño Paulo Mendes da Rocha y otros dos estudios de arquitectura. Se encuentra actualmente cerrado. Otro ejemplo de arquitectura contemporánea muy cerca de allí es el Museo de arquitectura y tecnología (MAAT). Financiado por la empresa “edp” (energías de Portugal), la multinacional lusa de la energía con presencia en nuestro país. Una obra espectacular concluida en 2017 y obra de la arquitecta británica Amanda Levete. Una mujer con un curriculum impresionante, miembro del icónico estudio de arquitectura “Future Systems”, desgraciadamente disuelto en 2009. Un edificio que supone una ampliación completamente antagónica de un pabellón industrial preexistente reconvertido en museo. Esta obra frente al Tajo la conocía por publicaciones y no me había entusiasmado especialmente. Sin embargo, al visitarlo esta vez, con una rutilante luz del atardecer, debo decir que simplemente me ha encantado. Sobre todo por la integración en el entorno, alcanzada de forma magistral. Su cubierta es una plaza pública llena de vida, y aunque existen muchos ejemplos de este tipo (ópera de Oslo, terminal de pasajeros del puerto de Yokohama, etc) el resultado de esta obra es simplemente brillante. Para mí, a día de hoy esta obra es lo mejor de la ciudad. Como para Oporto lo es la casa da música (OMA).
En el lado contrario se encuentra la zona que queda al Noroeste del centro (Plaza del Comercio): una arista de más de 5 kms que llega hasta el Parque de las Naciones (antiguo recinto de la Expo), el otro pulmón verde de la ciudad frente al infinito Tajo. Esta extensión de terreno alberga la terminal de cruceros de la ciudad (donde se ha construido un nuevo edificio). Pero las áreas cercanas se encuentran en estado de semi-abandono, con solares vacíos llenos de todo tipo de máquinas y decrépitos pabellones. Un lugar con mucho potencial que vivirá su momento de gloria en un futuro aún sin determinar.
Si os acercáis a Lisboa no os olvidéis acercaros hasta la coqueta localidad costera de Cascais. Y muy cerca, en el interior Sintra alberga una joya de la arquitectura neomanuelina (mezcla del gótico y del neoclasicismo): la Quinta da Regaleira. Un recinto que no debéis dejar de visitar, ya que está clasificado como Patrimonio Mundial por la Unesco. Las múltiples y variadas construcciones que conforman hoy día el recinto ajardinado fueron realizadas a finales del siglo XIX y principios del s. XX, cuando en EEUU la fiebre de los rascacielos se extendía vertiginosamente por las principales ciudades. Sin embargo, el interés que posee este lugar proviene de su simbolismo (vinculado a la masonería), mezclando la arquitectura clásica con el entorno natural. De esta forma, se incluyen recorridos subterráneos, pozos transitables, galerías, cascadas, etc de gran belleza y singularidad.
Y así despido este post: deseando que pronto la nueva normalidad sea solo “normalidad”. Porque a veces es necesario que la vida se nos rompa en pedazos, para saber qué trozos recoger y cuáles dejar en el suelo.
Confío en que pronto podamos viajar libremente pero de forma responsable, para poder sentir la arquitectura, conocer diferentes culturas y aprender.