Sí, también en arquitectura. O mejor dicho: sobretodo. Precisamente porque la arquitectura es en esencia espacio construido. Tal y como definió el gran Peña Ganchegui ( DEP), arquitectura es “ mover el espacio para llenar el tiempo”. Y precisamente de eso se trata mi profesión: de hacer que sucedan “cosas” que provoquen otras muchísimas experiencias. Eso que llamamos vida. Porque precisamente esa es la magia que tiene esta profesión. Cada proyecto es una oportunidad única de hacer algo bello y útil, aunque muchos técnicos no sean conscientes de ello.
En los comienzos de la historia los hombres y las mujeres se resguardaban en las cuevas para protegerse de los peligros naturales: animales salvajes, tribus enemigas o simplemente de la meteorología adversa. Hoy día han cambiado esos peligros que deben transformar en refugio nuestro hogar. En 2020, el principal enemigo es invisible y se llama coronavirus. Por ello, la arquitectura debe adaptarse a esta inesperada situación garantizando la salud de las personas: física y mental. Esta debe ser la base desde la que ponerse a trabajar, y que implican a todos los agentes que intervienen en la construcción, incluyendo los fabricantes de materiales “seguros”. Pero hoy quiero centrarme en el espacio. Precisamente el eje que fundamenta el libro “¿Cuánta casa necesitamos?”, un libro escrito por Urs Peter Flueckiger y traducida al español por Gustavo Gili en 2019. Os lo recomiendo.
Hace años defendí en un artículo que existen dos variables insustituibles: el espacio y el tiempo. Decir ahora que la pandemia nos ha enseñado que el tamaño de las viviendas importa es una obviedad que denosta el curriculum de un buen profesional, si no va inmediatamente acompañada de ideas concretas que completen su elocuencia. De hecho, la mayoría de las revistas de decoración, desde que existen, han llenado sus portadas con titulares populares que invitan a conocer los trucos para ganar espacio en casa. En realidad se trata de amortizar el existente, porque “ganar” o “ampliar” son conceptos diferentes.
Es evidente que la mayor parte de las personas adoran su casa. También lo expuse en este blog hace años. Sin embargo, muchas personas desearían tener algunos metros cuadrados más. La mayoría. Precisamente en la sociedad consumista en la que vivimos, y a pesar de la desmaterialización de ciertos objetos (libros, discos de música, películas, etc) derivada de la irrupción de la tecnología en nuestra vida.
Afortunadamente, en los últimos años se ha ido diversificando la oferta de viviendas en el mercado para adaptarse a la creciente variedad de unidades familiares. Sin embargo, en nuestro país, todavía pesa mucho la tradición. Y con ella, el idolatrado concepto de vivienda de 3 dormitorios, dos baños, cocina y salón, sin olvidarnos del vestíbulo y un estrecho pasillo. Todas las estancias muy definidas y perfectamente clausurables con su correspondiente puerta. Un ideal que tardará todavía años en desaparecer de nuestra memoria histórica, lastrada por el pasado reciente de nuestros padres.
Aunque comparten el sentido de su existencia, hay una gran diferencia entre espacio y tiempo. Todo el mundo entiende que el tiempo no vuelve, y ahí reside precisamente su valor. Por el contrario, el espacio permanece; y ahí reside precisamente su valor. Tan iguales, tan diferentes.
Pudiera parecer que el espacio y el tiempo no estuvieran relacionados. Pero desde mi punto de vista sí lo están y mucho. Una tesis que forma parte de mi teoría de la arquitectura y que os desvelaré oportunamente. En la actualidad, me limito a dar certeras pinceladas en los modestos proyectos que desarrollo.
En el año 2000 adquirí el libro “La vivienda contemporánea: programa y tecnología” editado por el Instituto de la Construcción de Cataluña y escrito por Ignacio Paricio y Xabier Sust. En esta magnífica publicación (publicada en 1998) se exponían conceptos muy interesantes relacionados con la vivienda del futuro. Conceptos sencillos pero muy útiles. Analiza los cambios de la sociedad en los últimos años, y cómo los diferentes estilos de vida implican generar casas versátiles. Defiende la “vivienda caja” frente a la ”vivienda estuche”, y extrapolar los conceptos organizativos de los edificios de oficinas al mundo residencial.
La “doble circulación” y la flexibilidad del espacio son fundamentales para eliminar las interferencias con las diferentes actividades que se desarrollarán a lo largo del tiempo. El término “noche-día” se disuelve. En los dormitorios no solo se duerme: se lee, se juega, se navega, se ve la tele; la cocina se ha convertido en lugar de encuentro y de múltiples tareas, y el baño se ha transformado en un lugar de relax y ejercicio. No recomienda duplicar usos, e incluso se apuesta por sustituir el tendedero por una secadora. Los espacios de paso y distribución deben minimizarse y albergar otras funciones. Por ejemplo, almacenamiento en armarios integrados para todos esos objetos que acumulamos sin límite.
En esta vida todo es relativo, y los sentidos nos engañan (como ya afirmó Platón).La percepción del espacio y su diseño pueden depender de la velocidad a la que se perciba. En esencia la materia es vacío, y el tiempo también. Pero los objetos y los edificios, tal y como los conocemos, ocupan un lugar en el mundo. Esta frase que acabo de plantear define mi pensamiento acerca de las viviendas del futuro. En este campo, Hasier Larrea (un joven ingeniero donostiarra afincado en Boston) apuesta por la introducción de la tecnología en nuestros hogares ( domótica), pero aplicada a nuestras necesidades de cada momento. En 2015 se hizo conocido y poco después la revista Forbes llegó a considerarlo un visionario del mueble del futuro. Ha patentado el sistema “ORI”, cuya base es la versatilidad: pisos que se pliegan y se despliegan para optimizar la superficie de las cada vez más ajustadas viviendas urbanas. Incorporando los últimos avances tecnológicos ha creado lo que llama “muebles con superpoderes”.Según sus novedosos postulados, “es el espacio el que debe adaptarse a nosotros, no nosotros a él”. En realidad, no aporta nada nuevo, pero con los medios económicos necesarios y el apoyo de un gigante como IKEA seguro que en el futuro oiremos hablar de “ORI”.
De hecho, el gran diseñador de muebles Gerrit Thomas Rietveld (Utrecht, 1888-1964 ) hizo un grandioso regalo a la humanidad: la casa Schröeder. Entre la infinidad de aportaciones, esta obra incorpora numerosos elementos móviles que transforman el espacio a lo largo del día en función de las necesidades de sus propietarios. Sin viajar tanto en el tiempo existen ejemplos más recientes que redundan en el mismo concepto: “la casa de Yolanda” del estudio de arquitectos madrileños PKMN. En este caso, tres módulos móviles de madera OSB dan versatilidad a una vivienda de ajustadas dimensiones. Baño y cocina desaparecen cuando llega un cliente, y la cama reposa sobre el suelo cuando llega la noche. Sin duda, un gran proyecto que se adapta como un guante a su propietaria.
Pero existen muchos otros ejemplos de arquitectura compacta con elementos móviles, como el que tuve la suerte de visitar en Barcelona en el año 2011. Recuerdo perfectamente cómo al encontrarme con mi amigo Álvaro (arquitecto) en la Plaza de Catalunya me preguntó por sorpresa: “¿Quieres ver un piso de 6 metros cuadrados?“ . Mi respuesta a su invitación era absolutamente previsible. Él lo sabía, y no tuve ni que responder. Es lo que tienen los amigos de verdad: no hace falta pronunciar una palabra porque los ojos o una sonrisa lo dicen todo. De camino y acompañados por mi creciente expectación, me explicó que era obra de un decorador inglés amigo suyo, llamado Paul Taylor, recientemente finalizada para una joven pareja suiza. Caminamos escasos metros, y en una estrecha calle del barrio gótico ascendimos hasta la última planta de un centenario edificio, en lo que antiguamente fue un antiguo trastero. Exento, como un torreón bañado por la luz natural, un espacio en doble altura de apenas 6,00 m2 albergaba un programa completo de vivienda. Accesible a través una escalera de pates de acero inoxidable, el minipiso disponía increíblemente de salón comedor, cocina, dormitorio y baño. Con ayuda del ingenio y de los elementos móviles, el reducido espacio multiplicaba su superficie hasta el infinito. El sofá se transformaba en cama. La mesa ocultaba una cocina y unas sillas colgadas en la pared. La ventana se cubría con un estore y gracias a un proyector funcionaba como televisión. El frigorífico ocupaba parcialmente la base del sofá. Y el baño completo flotaba ingrávido sobre todo el espacio. Fue una experiencia increíble, que aún hoy permanece grabado en mi retina con inusitada fuerza.
Por todo lo anteriormente expuesto quiero dejar muy claro mi punto de vista. Vivimos en un mundo en plena transformación tecnológica, potenciada en 2020 por la irrupción de la cruel pandemia. Es innegable que el futuro de nuestro planeta pasa por la digitalización de nuestro entorno en dirección a la sostenibilidad, pero garantizando nuestra privacidad y calidad de vida. Un hecho que sin duda contagiará paulatinamente a todos los espacios que habitamos. Pero una cosa debe quedar muy clara: el espacio, como el tiempo, son variables eternamente insustituibles.