La pandemia que estamos a punto de superar ha supuesto, entre otras muchas consecuencias directas, el confinamiento de una importante parte de la población mundial (la mitad, según las cifras oficiales). Un punto de inflexión en la historia reciente marcada por la globalización, la tecnología y la colonización desmesurada del planeta. Sin duda, como ya he expuesto en otras ocasiones, se ha mostrado con máxima nitidez la vulnerabilidad de la humanidad. Ha sucedido, inexorablemente, y buscar una perversa intencionalidad de oscuros intereses no conduce a nada. Hay que pasar página y aprender de lo sucedido. Prueba y error.
El post de hoy trata sobre los llamados búnkeres, esos espacios de refugio extremo que han sido construidos y empleados a lo largo de la historia con diferentes fines y por diversos motivos. Existen algunos de carácter institucional (como el que utilizó el entonces presidente de España Jose María Aznar en la Moncloa para evitar el efecto 2000), y otros de carácter personal. Tras los atentados de París en Noviembre de 2015, por ejemplo, en Europa se disparó la venta de estos últimos. Un tsunami de peticiones de compra por parte de supermillonarios. Y en un mundo consumista, donde hay un comprador existe un vendedor.
Robert Vicino es el exitoso empresario norteamericano que fundó la principal empresa de construcción de búnkeres: VIVOS. De origen acomodado, es actualmente un millonario de perfil conservador y con una visión apocalíptica del mundo. Entre otras cosas, por su particular visión religiosa de la realidad, y por supuesto, por su lógico interés empresarial. En su discurso habla siempre de su interés en salvar al mayor número de personas posible, si bien debemos aclarar que todas deben disponer de un excluyente denominador común. Me refiero a poseer y estar dispuesto a desprenderse de la estratosférica cantidad económica requerida para formar parte de ese exclusivo elenco de afortunados. Hablo de varios millones de dólares….
Sin duda, cifras inalcanzables para la mayoría de la población mundial. Un gasto que desde mi punto de vista resulta invertir en una quimera. Un artículo que puede adquirirse con demasiadas incógnitas, demasiadas posibles “taras”, y que por lo tanto resulta bastante desaconsejable su adquisición. Al menos a ese coste. Por ejemplo, la disponibilidad de nutrientes adecuados para todos los confinados, y repuestos de todos los consumibles, recambios, etc que pudieran llegar a ser necesarios. Por no hablar de la trascendental importancia de contar con una toma de aire exterior que garantice la renovación del ambiente interior, y que posea los filtros adecuados para depurar la hipotética contaminación letal que pudiera contener. En un interior sin sol no se produce la fotosíntesis, y sin plantas no hay aire nuevo. Fundamental para la vida.
Sin embargo, las solicitudes no cesan. La ubicación de la mayoría de los búnkeres es secreta, aunque yo no termine de comprenderlo dada la necesaria aportación de una gran cantidad de materiales y la amplísima cantidad de mano de obra cualificada. Sea como fuere, se ha hecho pública la localización de uno de ellos. Se encuentra en un antiguo depósito de munición soviético ubicado en Rothenstein (en el corazón de Alemania).Podéis consultar más información en la página web de terravivos.com.
No muy lejos de allí, Suiza posee una legislación que obliga a los promotores de nuevas viviendas a incluir en su proyecto un búnker subterráneo. El país helvético compensa así la inexistencia de ejército nacional, y sufraga íntegramente el coste de estas construcciones para todos sus habitantes. Un hecho que resulta curioso. Algo así como tener preparada una ambulancia medicalizada sin tener intención de participar en la maratón.
Para mí, resultaría como invertir en criogenización o en comprar un apartamento en la luna con vistas a la “Tierra”. Precisamente esta palabra es el título de la última novela de Eloy Moreno, que trata sobre la mentira de la realidad que se nos vende y la necesidad de salvar a un planeta de recursos limitados. Aunque si se trata de salvar a la humanidad, la cosa se complica. Os recomiendo su lectura.
En España también existen empresas dedicadas a este particular equipamiento inmobiliario, y bastante más económicas. Como por ejemplo, ABQ o Valleca. Podéis consultar sus páginas web y, si os animáis, pedir vuestro bunker totalmente equipado. Yo de momento estoy diseñando alguna tipología de vivienda subterránea, por si el futuro de la profesión requiere una especialización en este campo. Nunca se sabe.