Un inesperado viaje me ha trasladado por mi cumpleaños hasta el mediterráneo. Y en el camino, he tenido la gran suerte de volver a visitar el interior de la escuela hogar de Morella. Sus autores eran unos jovencísimos Enric Miralles (DEP) y Carme Pinós inmersos en una meteórica carrera. Con un lenguaje propio, desarrollaron un estilo deconstructivista muy diferente a todo lo existente en aquel momento. Su relación sentimental y laboral se rompió en 1990 (antes de la construcción de este centro educativo). Lo deja bien claro la portada de la edición conjunta de la revista El croquis (número 30+49-50), un ejemplar que consulté muchísimo durante mi época de estudiante. Por ello, la dirección de obra del edificio de Morella la llevó en exclusiva Carme Pinós.
Hoy día muchos estudiantes de arquitectura con los que hablo no conocen a ninguno de los dos arquitectos, a pesar de que la segunda sigue en activo. Y bueno, las iniciales del primero siguen operativas en el estudio barcelonés de la que fuera su segunda y última pareja sentimental y profesional: Benedetta Tagliablue. Pero para mí, EMBT es sólo la luz de una estrella que ya se apagó y antes o después terminará por extinguirse. Y es que desgraciadamente Enric nos abandonó en 2002 siendo muy joven (47 años).
La primera vez que estuve en Morella fue en el año 1999, recién licenciado en la escuela de arquitectura. En pleno agosto, recuerdo que un calor espantoso derretía el hormigón de los suelos y de las paredes exteriores. Acompañado por la conserje de este colegio (que residía allí) y con mi cámara réflex analógica en la mano me adentré en el interior de este impresionante centro escolar. En aquel momento ya conocía perfectamente el edificio (planos y fotografías), pero su gran complejidad hacía imprescindible visitarlo.
En aquella época, arquitectos y estudiantes de arquitectura de todos los lugares de España y del extranjero recorrían los edificios de este equipo de técnicos que había conseguido crear un lenguaje propio y colarse en lo más alto del panorama internacional. Fue una carrera fulminante, convulsa y fugaz a la vez, pero su trabajo sirvió para ofrecer una visión muy personal de la arquitectura contemporánea, reinterpretando los principios de la modernidad corbuseriana. Recuerdo que siendo estudiante, al término de una pequeña conferencia de Miralles en el centro Arteleku de San Sebastián, me acerqué hasta él y le pregunté, desde mi inocencia e ignorancia, en qué se inspiraba para desarrollar sus proyectos. La respuesta me sorprendió muchísimo, porque Enric mencionó en primer lugar a Le Corbusier. En aquel momento no pude entenderlo. Hoy, con el paso del tiempo, por fin he comprendido sus palabras. En Morella, de hecho, se pueden reconocer múltiples huellas del gran maestro suizo, como los brise-soleil verticales empleados en el exterior y en el interior de esta escuela. O las puertas pivotantes. O las composiciones geométricas de las fachadas. Pero también recurre a la cubierta ajardinada, la fachada libre, la ventana horizontal, etc.
La visita que he realizado en esta ocasión me ha trasladado inexorablemente en el tiempo. Y a la vez, me ha servido para ver el efecto que éste ha producido sobre esta emblemática obra.
Al aparcar mi coche en la explanada superior del centro, me da la bienvenida un potente canalón de sección en “V” que descuelga de una cubierta triangular de acero corten y me anuncia la presencia cercana de una arquitectura transgresora. Una línea interminable que recorre de lado a lado la fachada a frente de parcela y tensa el espacio como un arco a punto de disparar una flecha. Comienzo a descender la rampa de acceso al edificio siento que estoy penetrando en el interior de un trozo de la historia. Al menos de mi historia, la que me acompañó siendo estudiante y la que acompañará siempre. Esta obra se adapta al terreno, como un conjunto de piezas caídas sobre una áspera ladera, dejando que luz, aire, paisaje y edificio convivan en armonía.
Mi nuevo encuentro con este gran trabajo fue posible gracias a la actual directora (Pilar) a la que agradezco su tiempo y amabilidad. De su mano pude recorrer el interior de esta original obra y desgranar su opinión como principal responsable del funcionamiento del edificio. De este modo pude conocer los problemas de corrientes de aire interiores que sufren, y que ha supuesto la colocación de una doble puerta de acceso en algunas zonas. También han padecido filtraciones de agua sobre las aulas. Por ello, la gran terraza con lucernarios trapezoidales ha tenido que rehacerse por completo en dos ocasiones. Esto ha supuesto la alteración sustancial de la estética de esta zona, donde no solo se ha sustituido el material de revestimiento, sino que además se han eliminado lucernarios, bancos y los pocos lucernarios que han mantenido han quedado sobre elevados respecto al pavimento. También se han introducido bajantes de zinc donde antes la salida del agua de lluvia recogida se vertía libremente sobre el terreno (por ejemplo, en la zona de la entrada, al final de la rampa).Algunos cambios derivados del uso pueden comprenderse; otros, no tanto. La seguridad de las barandillas siempre fue un tema delicado en esta obra. Hoy día no cumpliría con el Código Técnico. Y en su momento, Carme Pinós defendía el diseño en las conferencias diciendo que “frente al mar tampoco existen barandillas, y no por ello las personas se precipitan sobre él”. A pesar de todo ello, actualmente apenas se han alterado algún pequeño tramo y sin embargo no consta la caída de ningún niño derivada de la seguridad de sus antepechos.
La acción de la naturaleza y las bajas temperaturas del invierno en también han causado daños sobre el edificio. Morella se encuentra a 984 metros de altitud, y en mi reciente paseo por esta obra pude observar soleras y losas de hormigón rajadas/escamadas, aplacados de piedra fracturados, elementos metálicos oxidados, etc. Y por los datos que poseo, el gran portón rojo con ruedas ubicado en la entrada principal se soltó de sus fijaciones y los responsables del centro decidieron que lo mejor era que fuera retirado. Mejor suerte tuvo la enorme puerta pivotante del gimnasio, que a pesar de ceder (y caer) pudo ser recolocada en misma ubicación. A pesar de todo ello considero que la obra se encuentra en buen estado de conservación, seguramente porque ha estado en uso y ha tenido un mantenimiento adecuado. Porque otras obras de los mismos autores como la instalaciones de tiro con arco de Vall d´Hebron presentan un importante estado de deterioro.
En el año 2011 adquirí en Barcelona un libro recién publicado. Bajo el título “Enric Miralles a izquierda y derecha (también sin gafas)” el joven escultor catalán2.0 David Bestué analiza desde una opinión muy personal la mayoría de las obras del arquitecto, con la perspectiva del paso del tiempo y desde unos ojos “diferentes”. Este libro es muy recomendable pero debo reivindicar que quien hizo el encargo se olvidó incluir a Carme Pinós, al que nadie puede negar su participación en dichas obras a pesar de que, seguramente, el gran mérito deba recaer sobre Enric.
Recomiendo visitar esta gran obra, aunque soy consciente de que a la mayoría de los vecinos de esta pequeña localidad castellonense este edificio les parece espantoso. Pero es por desconocimiento. Porque si te dejas llevar, puedes adéntrate en el maravilloso mundo imaginado por Carme y Enric, disfrutar del juego interior de los espacios, saborear los pequeños detalles y comprender el valor del ingente trabajo que hay detrás de su obra.
A mí me ha encantado como la primera vez, y volveré en cuanto tenga ocasión. Porque si fuera posible, desearía permanecer en el interior sin prisas, con los planos de planta en la mano y aprendiendo de una arquitectura única e inimitable. Para mí, la escuela hogar de Morella es un imprescindible. Gracias, Enric (DEP) y Carme.