casa 33

el proyecto de toda una vida…

Recientemente hice una breve reflexión sobre la sostenibilidad en la construcción. Y en esta ocasión quiero poner un ejemplo.

Por supuesto, estoy a favor del ahorro energético, la sostenibilidad y la bio-construcción. Pero debemos ser conscientes de que en la construcción debe primar siempre el sentido común, la profesionalidad y el rigor en los datos que se aportan.

Como muestra, voy a lanzar una reflexión sobre el controvertido y polifacético Palacio Europa, un asistente mudo al paso del tiempo, las modas y los usos.

Como ya sabéis, se está procediendo a una renovación del edificio en dos fases: exterior e interior. Nos centraremos en la primera fase, que acaba de concluirse, y que consiste en el revestimiento parcial de la fachada Este con 65.000 plantas de 33 especies diferentes. Las fuentes oficiales aportan unos datos llamativos, ya que señalan que con la nueva “piel” se permitirá reducir la factura energética en 2 tercios, pasando de 189.00 Euros anuales a 56.000 Euros al año.

Quiero mostrar mis serias dudas por los datos aportados. Desconocemos si de forma paralela se han realizado otras intervenciones en los sistemas de producción de calefacción y aire acondicionado, pero en cualquier caso los datos son inverosímiles.

En primer lugar, el revestimiento colocado en una fachada es parcial, no llega al 25 % de la envolvente total del edificio. Además, se dispone en la fachada Este, la más vistosa, pero no la más penalizada energéticamente, que como todos sabéis es la fachada Norte.

Por otro lado, debo señalar que la factura energética de un edificio no sólo abarca el consumo de calefacción. También existe un consumo importante de agua caliente sanitaria, electricidad y climatización, que para nada se ve afectado por el revestimiento o mejora del aislamiento en una de sus fachadas.

Al importante coste de la obra (casi 500.000 Euros), debe añadirse el coste de mantenimiento anual, que a día de hoy nadie conoce.

Por todo ello, si la “nueva piel” finalmente supone anualmente un gasto mayor que el ahorro real que produce en consumo energético, la inversión “green” no estaría justificada, y los criterios de ahorro energéticos esgrimidos serían sólo una “mera fachada”.