La vida de las personas se asemeja al recorrido de una pequeña piedra por el lecho de un río. El tiempo va puliendo las imperfecciones, y termina por definir un volumen más compacto, más homogéneo. En el caso de un arquitecto la cuarta dimensión (el tiempo) ayuda a descubrir tu propio estilo, enriquecido por tus propias experiencias vitales.
Para disfrutar de una gran obra, el primer elemento que debe existir es la confianza del cliente en nuestra persona, en el técnico que ha contratado. Fundamental. Ya lo he manifestado en otras ocasiones. En segundo lugar es el interés propio por crecer, por evolucionar; por aportar un trabajo de calidad al mundo. Todo lo mejor que uno pueda dar, dentro de sus posibilidades. Y eso implica dedicación. Trabajo.
El último ingrediente en esta deliciosa receta es la capacidad del técnico para saber sacar las posibilidades que tiene el emplazamiento donde vamos a desarrollar nuestro trabajo; algo fundamental para que el resultado sea verdaderamente diferente, adecuado al lugar y de calidad. Cada creador tiene su marca personal, su estilo. Aunque esto no es algo que se alcanza con rapidez. Lleva tiempo (de nuevo). Y uno encuentra su propio estilo cuando no puede hacer las cosas de otra forma.
El proyecto que hoy os muestro será realidad en unos meses. Esta vez también refleja movimiento detenido; concretamente, el escorzo de una figura que se retuerce y asciende por la pared, hasta acariciar la luz a través del techo.
Espero que la obra se desarrolle según mis expectativas, y pronto podamos disfrutar de un espacio único y de calidad. Time will tell.