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el proyecto de toda una vida…

La próxima semana (19-20-21 de Noviembre de 2019) se celebrará en Barcelona (si los CDR lo permiten) la 9ª edición del congreso “SMART CITY Expo World Congress”.En él, diversos expertos a nivel nacional e internacional participarán en un debate abierto acerca del futuro de las ciudades de nuestro planeta, y del sino de nuestro planeta en general. Un espacio cada vez más “caliente” (en todos los sentidos) y donde los esfuerzos se concentran en erradicar la utilización de hidrocarburos con el fin último de reducir las emisiones de dióxido de carbono.

Los aviones eléctricos serán una realidad en el futuro próximo, y el uso de energías renovables para obtener esa electricidad (y la de nuestras casas) llegará a estará obligado por Ley. Es solo cuestión de tiempo. Por su parte, la tecnología invade nuestras vidas y terminará por colonizar gran parte de nuestro espacio vital.

Como es habitual en este tipo de eventos y por la experiencia de las pasadas ediciones, se realizarán múltiples exposiciones interactivas. Hoy día, en el que existen estadísticas y rankings de todo tipo de variables. De esta forma, se mostrarán datos muy importantes relacionados con el tema central del congreso que permitirán afianzar las líneas de trabajo para todos los agentes intervinientes en el proceso llamado “urbanismo”. Que no es otra que la disciplina que establece los parámetros de crecimiento y evolución de las ciudades, el espacio en el que cada vez más se concentra inexorablemente mayor porcentaje de personas. Directrices que hablan de utopías. Y que enmarcan “La riqueza visible y la pobreza invisible a pie de calle”, como titulaba recientemente un artículo la prestigiosa socióloga Saskia Sassen.

Por este motivo me he decidido a hacer una breve reflexión acerca de la existencia del hombre sobre la faz de la tierra y la relación con sus semejantes.

En la Escuela de Arquitectura tuve básicamente dos profesores de Urbanismo. Una asignatura con poco peso en mi carrera, ya que la única especialidad impartida era “Edificación”. El primero apenas nos enseñó nada importante sobre esta materia. El segundo (del que no dudo de su profesionalidad) faltó injustificadamente a la mitad de sus clases. Y algunas de sus lapidarias afirmaciones fueron invalidadas por la reciente crisis de nuestro país.

La primera vez que tomé contacto con la expresión “Smart city” (ciudad inteligente) fue en Milán. Con motivo de la exposición mundial de 2015 me acerqué hasta la capital de Lombardía. Aunque el descubrimiento no sucedió dentro del recinto Ferial Rho”, sino en la nueva zona de expansión denominada “Centro Direzionale di Milano“, junto a la Piazza Garibaldi. Concretamente, en un panel informativo a los pies del majestuoso “ Il bosco verticale”, un conjunto de 2 torres de viviendas de diferente altura obra del estudio milanés Boeri Studio.

La locución “smart-city” (ciudad inteligente) es por tanto un concepto emergente que se ha extendido enormemente en los últimos años por todo el mundo. Una expresión que gusta y se pone de moda, precisamente porque todo lo que supuestamente implica. ¿Pero qué es exactamente una “smart-city”? Pues este término en constante evolución pretende definir las características que deben poseer las ciudades para garantizar su sostenibilidad, mejorar la movilidad y los servicios a la ciudadanía, así como aumentar las relaciones de sus habitantes con su entorno inmediato. De esta forma, se ha producido una especie de competición entre ciudades de todo el mundo por apuntarse a la moda de las ciudades inteligentes. Todos quieren aportar nuevas ideas. Innovar para demostrar su gran “compromiso con el  medio ambiente y los ciudadanos”. Pura demagogia, aunque es evidente que contar con expertos de diferentes materias permite avanzar hacia soluciones globales de gran valor. Sin duda.

Como la opinión de Hugo Mcdonald , que aunque no participa en el congreso es autor de un interesante libro titulado “ How to live in the city”. Y señalada un decálogo de características de la ciudad “habitable”: verde, pública, doméstica, entrópica, densa, móvil, señalizada, culta, antigua/moderna y segura.

Mi ciudad también se ha apuntado a la moda de las “smart-cities”. Nací en Vitoria, y trabajo en el corazón de uno de sus barrios más degradados y población de edad media más avanzada: la Coronación. Un escenario perfecto para desarrollar intervenciones “inteligentes”, y que en este caso ha recibido el apoyo institucional (local y europeo). La idea principal es garantizar la sostenibilidad del barrio (incrementando la eficiencia energética), así como mejorar la accesibilidad en los inmuebles existentes. Una vez más, el fin es mejorar la calidad de vida de sus habitantes y el respeto al medio ambiente.

La nueva edición del congreso de Barcelona (donde se echa en falta la participación ciudadana) resume su actuación en 5 puntos: transformación digital, entorno urbano, movilidad, gobierno &economía y ciudades inclusivas y compartidas. Habrá interesantes conferencias (impartidas por responsables de planificación o técnicos de muy diferentes campos) que aportarán grandes propuestas para alcanzar los dos principales retos de las ciudades del siglo XXI: la sostenibilidad y la convivencia. La primera, en relación directa con el respeto a la naturaleza y los recursos naturales de los que disponemos. La segunda, relacionada con los seres humanos más próximos de nuestro lugar de residencia.

Pero en un mundo de globalización, se olvida un tercer pilar fundamental: la relación con los seres humanos “un poco más alejados” de nuestro entorno. Una carencia que permite explicar lo que sucede en nuestro mundo. Basta coger el periódico para darse cuenta: Cataluña en llamas por el independentismo. Francia y los incombustibles chalecos amarillos. El Vaticano, las cloacas eclesiásticas.El mediterráneo: cementerio de los débiles desprotegidos .La constitución de Pinochet en Chile y su paradójica desigualdad de oportunidades. Argentina dice adiós a Macri y retorna al Kirchnerismo. Brasil: milicias y asuntos turbios. Bolivia y la resaca de Evo Morales. Venezuela, pobreza extrema. Malí, muerte absurda. Hong-Kong, violencia anti-censura. Arabia-saudí versus Irán: un conflicto con injustificadas muertes en Yemen y Siria. Y así, un infinito listado de sinrazones…

La sociedad está en pie de guerra por la desigualdad existente entre los ciudadanos de una misma ciudad, de un mismo país o de naciones diferentes. No solo en el tercer mundo. Algo de lo que parecemos no enteramos. Una desigualdad amparada en muchos casos por la corrupción política existente, un espacio donde parece que no existen reglas de juego. Por ello, ante la ausencia de soluciones razonables y pacíficas, solo queda lugar para la revuelta social. Muy preocupante.

En conclusión en la planificación de las smart-cities sobra postureo y falta empatía.Y quizás, cuando queramos ponerle remedio, sea ya tarde.

Light trails above buildings at night in China.