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el proyecto de toda una vida…

La arquitectura es un campo muy extenso. Imposible abarcarlo por completo. Quien más, quien menos está especializado en un tipo de trabajo. Aunque por supuesto, eso no significa que pueda hacer otro clase de proyectos. Como sucede con los actores, por ejemplo. Los proyectos que un arquitecto puede redactar son de múltiples tipos, usos, tamaños, estilos y lo más importante, de muy diferente presupuesto. Algunos se proyectan y construyen en un tiempo récord (y no me refiero al Hospital Enfermera Isabel Zendal), aunque lo habitual es que la obra se dilate uno o dos años; incluso más. Y eso sin hablar de las posibles interrupciones que pueden producirse por el camino desde la aprobación de un proyecto hasta el inicio de la obra. Retrasos de carácter político, económico y en general, por cambio de las circunstancias en el entorno del promotor del proyecto. Me llamó la atención que esta circunstancia no es exclusiva de arquitectos con escaso reconocimiento: Sucede en todos los niveles del mundo de la arquitectura. A mí también, por supuesto. Y me resultó especialmente llamativo que en la primera etapa de Carme Pinós y Enric Miralles (DEP) –actualmente tan de actualidad, con sendas exposiciones que recopilan su obra y pensamiento- ya sufrieron este tipo de contratiempos. Os recomiendo el libro “Enric Miralles a izquierda y derecha (también sin gafas)” (2010) del polifacético artista David Bestué.

Un proyecto no es un documento terminado; es un elemento vivo. La “Dirección de Obra” es el proceso de materialización del proyecto, y lo desempeña habitualmente el arquitecto junto al arquitecto técnico (ingeniero de edificación). Conforman la denominada  “Dirección facultativa” (D.F.) y son los máximos responsables de todo lo que acontece a lo largo de ese proceso llamado “obra”. Un camino habitualmente lleno de “piedras”, de muy diferente índole. Yo siempre afirmo que la dirección de obra es la continuación del proyecto, precisamente porque el proceso creativo se prolonga de forma paralela al avance los trabajos inicialmente previstos. En todas las obras surgen cambios, problemas y definición de elementos que no estaban suficientemente descritos en el proyecto, o que según estaban previstos es imposible materializar. Y como consecuencia de todo ello, el presupuesto de la mayoría de las obras se ve modificado, resultando normalmente una cifra superior a la estimada en proyecto.

Esta introducción me sirve para explicar de forma breve y sencilla el proceso de toda obra hasta que alcanza la licencia de primera utilización (tras redactar la D.F. el correspondiente Proyecto de Fin de Obra).Y lo hago para centrarme en los edificios que se concluyen tras el fallecimiento del arquitecto que los ideó. En nuestro país (de momento Cataluña pertenece a él) tenemos un ejemplo internacionalmente conocido: la Basílica dela Sagrada Familia del gran arquitecto modernista Antoni Gaudí (1852-1926).Un bellísimo edificio religioso ubicado en el corazón de Barcelona, que casi 100 años después de la muerte de su creador permanece inconcluso. La mayoría de vosotros lo habréis visitado en más de una ocasión.

Existen casos de lo más variado en España y en otros países. Por citar otro también muy conocido, encontramos que en la localidad francesa de Firminy (al suroeste de Lyon) el grandísimo Le Corbusier proyectó varias obras: un centro de encuentro para jóvenes (muy recomendable visitarlo), una “Unité d’ habitation” (en total edificó cinco), una zona deportiva y una impresionante iglesia. De hecho, después de Chandigarh (India) es el segundo complejo urbano más grande del mundo creado por Le Corbusier.  Precisamente este encargo llegó unos años antes de su muerte, y por ello no pudo materializar todos los edificios previstos, y que formarían parte de la denominada Firminy-Vert  (verde).De hecho, la piscina fue proyectada y construida bajo la dirección de uno de sus colaboradores: André Wogenscky. La obra de la iglesia quedó paralizada tras la muerte de Le Corbusier. Durante más de veinte años quedó abandonada la estructura que se había erigido, y el Ayuntamiento de Firminy se planteó incluso su demolición. Afortunadamente esta errática propuesta nunca se materializó. Por el contrario, se encargó a otro arquitecto la culminación de esta obra utilizando como referencia los bocetos y planos dejados por Le Corbusier. Entre 2003 y 2006 se desarrollaron las obras necesarias para hacer realidad este sueño sin cumplir del padre de la arquitectura contemporánea. El resultado es un espectacular edificio de hormigón armado visto bañado y coloreado por la luz natural. La nave central (nef) es simplemente sobrecogedora. Sus dimensiones y las sensaciones que transmite su silencio bañado por la luz multicolor la hacen única en el mundo. Os recomiendo acercaros hasta allí.

El punto al que quiero llegar es realizar una reflexión acerca del arquitecto en el mundo actual. Especialmente cuando se trata de las grandes estrellas a nivel mundial, la mayoría con un premio Pritzker entre sus distinciones. Hablo de Norman Foster, Rem Koolhaas, Daniel Libeskind, Alvaro Siza, Arata Isozaki, Peter Zumthor, Richard Rogers, etc El rol que desempeñan estas figuras estelares es fundamentalmente el de relaciones públicas. Sin embargo, quiero pensar que su experiencia vital, su intuición y su estilo personal continúan siendo el germen del que nacen todos los proyectos. Como lo fue en su primer encargo. Quizás actualmente no sea así, pero prefiero pensar que sí lo es, aunque quizás la falta de tiempo impida que mi premisa sea veraz. En cualquier caso, el alma mater del estudio siempre estará cerca del equipo que conforma su estudio (a veces más de 100 personas con formación muy diversa) y de esta forma se podrá consultar con el titular cualquier asunto de relevancia. Al fin y al cabo, es su firma la que aparecerá en todos los planos. Para lo bueno y lo malo esa persona “viva” responde con su nombre. Y todo lo que conlleva.

Cuando un arquitecto fallece, históricamente sus colaboradores más cercanos proseguían los encargos que estaban en curso hasta finalizarlos. Pero una vez llegado este momento, el estudio de arquitectura se disolvía. Nadie se planteaba aceptar nuevos encargos y mantener abierto el estudio de una persona ya fallecida. En la actualidad, los grandes estudios actúan de forma muy diferente. No existe ningún reparo en mantener abierto el estudio de un arquitecto ya fallecido. En algunos casos puede tener más sentido. Benedetta Tagliabue (EMBT) fue socia y esposa de Enric Miralles (DEP).La muerte de Enric (1955-2000) fue especialmente dolorosa por lo prematuro que  fue. Tenía 45 años. Realmente fue él quien creó un lenguaje nuevo junto a Carme Pinòs. Pero en este caso, la fundación creada por Benedetta para mantener viva la imagen de Enric y divulgar sus conocimientos (independiente del estudio, que sigue funcionando y ganando concursos a nivel internacional) es absolutamente loable. Como adelantaba antes, la figura de Enric está más viva que nunca debido a la exposición que pronto podremos disfrutar en Barcelona. A partir del 14 de abril, el Centro de artes Santa Mónica acogerá un merecidísimo homenaje a la figura de uno de los más grandes arquitectos contemporáneos de nuestro país. Y lo hace en un edificio en el que quizás él mismo colaboró, ya que es obra de Albert Viaplana (DEP) y Helio Pinón.

La permanencia de Zaha Mohammad Hadid (1950-2016) es también un claro ejemplo que ilustra muy bien este post. Fallecida de forma inesperada a los 65 años, logró alcanzar un merecidísimo reconocimiento internacional. Pero cuatro años después el estudio Zaha Hadid Architects sigue funcionando a toda máquina, recibiendo encargos aún mayores de los que ya tenían. Las inauguraciones a título póstumo son ya innumerables. Mayor dimensión y más cantidad. Increíble. Muchas más de las que su fundadora disfrutó en vida (debemos recordar que tuvo unos comienzos verdaderamente difíciles y durante demasiados años no tuvo ningún encargo).Mujer, musulmana, sincera…calificativos poco o nada recomendables en este mundo. Patrik Schumacher, socio en vida de Zaha desde el año 2000, ejerce hoy  como orgulloso (y polémico) sucesor. Aprovecha su momento, consciente de lo efímero que puede ser su éxito.

El debate que deseo abrir es la función que cumple un arquitecto que posee un cierto reconocimiento. Los grandes estudios de arquitectura se han convertido en empresas rentables que facturan grandes cantidades de dinero. La reputación que les precede es simplemente apabullante, y disponen de medios técnicos que estudios de menor tamaño no poseen. La experiencia es un factor muy valorado por los grandes inversores que gustan apostar por un caballo vencedor. De ahí que una vez que fallece el titular el equipo multidisciplinar (perfectamente jerarquizado) no se conforme con finalizar los proyectos en curso. Continuar es un caramelo demasiado goloso, sobre todo cuando lo más difícil (conseguir proyectos) está asegurado.

Y en este punto me pregunto yo si en todos estos casos no estaremos cometiendo un error, que solo sucede en el campo de la arquitectura, en el momento actual, cuando la tecnología despersonaliza el proceso creativo de un proyecto. De ahí que para mí sea tan importante el dibujo a mano, las perspectivas, las maquetas… En otros ámbitos (pintura, literatura, cine, fotografía, etc) no sucede nada parecido. Ningún colaborador continúa ejerciendo su profesión bajo el paraguas que creó su antiguo “jefe”, una vez que este ha fallecido. Un estudio de arquitectura (grande o pequeño) es una empresa como cualquier otra y por tanto debe ser rentable. Eso es evidente. Pero obviar el fallecimiento de su fundador y continuar trabajando como si nada no debe aceptarse con normalidad. Quizás la culpa sea de la inevitable jerarquía que se establece en un gran estudio cuando el triunfo acompaña su trabajo, momento en el que el titular (o titulares) se convierten en meros relaciones públicas, como adelantaba antes. La inclusión de socios más jóvenes pretende garantizar el relevo generacional, dado que no se comprende dejar de cocinar una tortilla que tanto gusta a los comensales.

Sin embargo, la arquitectura no es (o no debería ser) un producto de consumo que se produce en serie como la coca-cola. Porque eso, mi pregunta es: “¿Hasta cuándo?”¿Hasta cuándo seguirán funcionando esos estudios? ¿5 años? ¿10 años?¿En qué momento el estudio decidirá disolverse? Porque ese momento llegará. Y de la misma forma que en los siglos anteriores nadie prolongó la estela de un arquitecto más allá de lo imprescindible, el tiempo terminará por acortar esas continuaciones artificiales de los creadores ya fallecidos.

Amo la arquitectura y adoro disfrutar de ella. Sobre todo cuando es de calidad.  Pero la vida de sus autores tiene un principio y un fin. Somos humanos. Y para los que ya se fueron…

…descansen en paz.