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el proyecto de toda una vida…

Carme Pinós (Barcelona, 1954) es un mito de la arquitectura contemporánea. Y a la vez, una gran desconocida.

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Recientemente he tenido la suerte de viajar a Madrid. Una ciudad efervescente que resulta envidiable por la enorme vida que rezuma cualquier de sus calles. Asomarme al balcón cultural del Madrid Design Festival ha sido un lujazo. Un super-recomendable evento que celebra su cuarta edición. Organizado por la asociación cultural “la fábrica” de Madrid, este año la pandemia ha alterado  su agenda, aunque no por ello han dejado de ver la luz numerosas e interesantes exposiciones, así como multitud de actividades, talleres y conferencias. En 2021 Madrid rinde homenaje a todos los diseñadores de la capital, pero celebra especialmente la concesión otorgada a Valencia como capital mundial del diseño 2022.Respecto a los galardones que reconocen la trayectoria profesional, los merecedores creadores premiados han sido Jaime Hayon (diseñador madrileño asentado en Valencia y con una envidiable proyección internacional), así como el estudio de arquitectura Selgascano, una pareja de compañeros madrileños que desarrollan su trabajo  alejados de la capital, tanto dentro como fuera de nuestro país. Las conversaciones que mantuvo con ellos Pilar Marcos, histórica directora de la revista “Diseño Interior” en el acto de recogida de sus respectivos galardones me resultaron interesantes por muy diferentes motivos, por lo que os recomiendo visionarlos en el canal de MDF.

Entre todas las exposiciones previstas en esta cuarta edición del Madrid Design Festival destaca una por encima de todas: la muestra que recopila la trayectoria de la icónica arquitecta Carme Pinós en el Museo ICO. “Espacios para la vida” no es un título cualquiera. Define perfectamente el concepto que tiene su autora de las ciudades y los edificios que “hacen” ciudad. Yo mismo se lo he oído decir a ella misma en varias ocasiones. Así que en esta ocasión, Carme elige como título para su carrera un mensaje que vincula todos sus proyectos, como una aglomerante confiere unidad a una estructura de hormigón armado.

Esta muestra pasará a la historia. Y no solo por ser la primera vez que este centro cultural especializado en arquitectura organiza una exposición individual a una arquitecta. Sino por el punto de inflexión que supone en la errática trayectoria de las personas que “dirigen” el  mundo de la arquitectura, y que no han sabido o no han querido reconocer el trabajo denodado de esta abnegada amante de la arquitectura. Un torrente contenido que por fin ha derribado los  muros que la rodeaban.

Tuve la suerte de conversar en Pamplona con esta “outsider” de la arquitectura, antes y después de una interesantísima conferencia. Era noviembre de 2015. Recuerdo perfectamente la sensación que tuve cuando la vi aparecer por el pasillo lateral del auditorio de la escuela de arquitectura. Un sentimiento de cercanía y a la vez de respeto, puesto que para mí era y es un mito de la arquitectura contemporánea española.

Las personas somos cohetes que al nacer nos lanzan al universo. Pero nuestras trayectorias personales y profesionales terminan siendo completamente diferentes debido a los condicionantes externos que rodean nuestra propia y única existencia. En el caso de la arquitectura, la personalidad individual marca un estilo propio que deberá luchar contra todos los agentes exteriores que pretenderán anularlo. Sobre todo si no camina en sintonía con el mainstreaming. Sobre todo si eres mujer. Porque seamos honestos: basta con mirar las cifras para ver la brutal desigualdad de género que profesa nuestra profesión en la actualidad.

La historia comienza mucho más atrás. Corría el año 1995. Yo estudiaba cuarto en la Escuela de Arquitectura de Donostia y la celebración de una nueva edición de CONSTRUMAT (Feria bienal de la construcción) era una excusa perfecta para acercarme a Barcelona. En aquel viaje tuve la oportunidad de visitar algunas de las obras de Carme Pinós y Enric Miralles (DEP), y que hasta el momento solo conocía por revistas. Esta pareja de jóvenes arquitectos había conseguido alcanzar reconocimiento internacional con un lenguaje propio desconocido hasta el momento. Un deconstructivismo muy particular, del que se habían hecho eco numerosas revistas y libros especializados, como el que la editorial Gustavo Gili tradujo en 1995 al castellano dos años después de su publicación original: “Tendencias de la arquitectura contemporánea”, de Jan Cejka. Una obra imprescindible para mí en aquel momento, y que tras adquirirlo lo leí en varias ocasiones.

Pareja sentimental y creativa, Enric había colaborado en el estudio de Albert Viaplana y Helio Piñon, el estudio más puntero de la escena catalana de los años 80. En 1996 adquirí el libro editado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña, y durante varios años estudié con profusión los detalles de todos los proyectos allí incluidos. En 1995, al volver de BCN, adquirí en la librería HONTZA de Donostia el volumen especial recopilatorio de “El croquis” sobre Miralles/Pinós. Edición conjunta 30+49/50, en cuya portada aparecía parcialmente la planta del cementerio de Igualada, y donde ya se recogía con fechas la separación de los dos arquitectos. Un hecho relevante e incomprensible en aquel momento, ya que se fiaba la atención en la trayectoria del primero tras la ruptura, aunque no se recogía nada del trabajo de Carme tras aquel triste acontecimiento. Posteriormente, con el paso del tiempo, comprendería los motivos explicados por la misma damnificada: su trayectoria profesional se paró en seco. Durante casi 10 años. Hasta que llegó la torre Cube de Guadalajara (México). Fueron años de subsistencia, pero el trabajo dio sus frutos.

Pero volvamos a los años previos. La EXPO universal de Barcelona 1992 fue una oportunidad única para la renovación de multitud de espacios urbanos, edificios y equipamientos de todo tipo. Y en esos años previos, Enric Miralles (ya independizado) buscaba respuestas a la arquitectura e investigaba junto a Carme Pinós. Fueron años en los que construyeron algunos iconos de la arquitectura barcelonesa de aquella época (años 90). La instalación de Tiro con Arco, el cementerio de Igualada, la Escuela Hogar en Morella (Castellón), etc fueron obras emblemáticas que no pasaron desapercibidas por la crítica especializada. Cuando me acerqué en 1995 a Igualada (al lugar donde años después sería tristemente enterrado Enric), el conductor de autobús que me indicó la parada donde apearme me confesó que era muy habitual trasladar hasta allí grupos de orientales (seguramente arquitectos japoneses), como consecuencia de la publicación de este camposanto en las revistas especializadas en arquitectura de aquel país.

Desafortunadamente, la relación de aquellos dos prometedores “creadores de ciudad” se cortó de forma prematura sin que se conocieran bien los motivos. Aunque otro drama infinitamente mayor fue el que aconteció poco después, en el año 2000: la muerte de Enric Miralles con 45 años de edad. En aquel momento la carrera de este gran arquitecto continuaba disparada, con proyectos relevantes por medio Europa como el Parlamento de Edimburgo o el Ayuntamiento de Utrecht. Su compañera de viaje (sentimental y laboral) era Benedetta Tagliablue, quien el actualidad prosigue la estela del padre de sus hijos a través del estudio EMBT y de la fundación Enric Miralles. Una trayectoria con proyectos relevantes pero con escasa difusión entre nuestras fronteras.

De hecho, llama la atención cómo los jóvenes arquitectos y estudiantes de arquitectura apenas conocen los nombres de Carme Pinós o Enric Miralles. Quizás un motivo sea la escasa aceptación que poseen sus obras entre los académicos que dirigen las escuelas de arquitectura. O incluso entre las editoriales especializadas. Recuerdo cómo hace 10 años aproximadamente escribí un email a la revista “El croquis” para proponerles que se animaran a publicar un monografía sobre Carme Pinós. Y uno de sus dos editores, a quienes respeto profundamente por su gran labor editorial durante tantos años y por la creación de su propia sede (un edificio interesantísimo) me contestó con exquisita educación que ellos también seguían con respeto la carrera de Carme. Pero evidentemente, la segunda parte (no escrita) era que de momento (y tal vez nunca) no estaban interesados en hacerlo. Me pregunto si la respuesta hubiese sido la misma en caso de seguir trabajando junto a Enric. En cualquier caso da igual, porque es algo que nunca sabremos. Únicamente me molesta enormemente la falta de reconocimiento generalizada a todos los años de duro y constante trabajo en el mundo de la arquitectura. De hecho, es algo que solo se puede explicar gracias a la gran confianza en sí misma que posee Carme.