El estilo es una forma de decir quién eres sin tener que hablar”. Christian Dior, diseñador de moda. Esta frase la leo diariamente en el escaparate de una peluquería ubicada junto a la salida de mi garaje en Vitoria. No puedo evitar releer estas 13 palabras, porque me dicen mucho. Y cada vez que lo hago, intento descubrir un nuevo significado aplicado a la arquitectura.
Otra frase que me encanta, ya que estamos en el mundo de la moda, es una de las muchas que pronunció la célebre Coco Chanel: “La moda pasa; el estilo permanece”. Otra sugerente afirmación que redunda en la idea de abrir nuevos caminos a través del estilo personal. Hace unos días el reconocido interiorista Jaime Hayón recibía el premio Madrid Design Festival 2021.Un madrileño asentado en Valencia que ha sabido ganarse la confianza de grandes marcas internacionales. El acto de entrega del premio (un paralelepípedo de acero grabado de base triangular) fue íntimo y acompañado de un regalo maravilloso: una distendida conversación con la gran Pilar Marcos (editora de Diseño Interior, la mejor revista de interiorismo de nuestro país y una de las mejores del mundo). Me encantó la entrevista (que disfruté en directo) por la espontaneidad del galardonado. Os recomiendo visualizarla en el canal de MadridDesignFestival. Al igual que la que ofrecieron los arquitectos que conforman el estudio de arquitectura Selgascano. Una pareja que ha encontrado su propio camino en el exterior de la capital, pero que este año recibe el reconocimiento de Madrid a su trabajo.
Sin duda, tiene un gran mérito alcanzar el prestigio que posee a nivel mundial, algo reservado a unos pocos privilegiados. Me gustó especialmente la respuesta que ofreció a Pilar cuando le preguntó por el consejo que daría a los diseñadores que están comenzando en el mundo laboral, y que por supuesto puede extrapolarse a cualquier etapa de la carrera profesional. Sus palabras propusieron la “desintoxicación” del exceso de información en el que nos movemos, buscando las respuestas en el interior de uno mismo. Tal y como yo he manifestado recientemente, Jaime Hayon también apuntó a “volver al origen” para resolver de la mejor forma posible los retos creativos a los que nos encontramos. Y por supuesto, confiriendo nuestro gusto personal a cada creación. Algo en lo que coincido absolutamente. El diseño debe mostrar nuestra personalidad, porque son nuestras creaciones son parte de nosotros mismos.
La personalidad de cada creador es única. Y su estilo habla de sus experiencias, de sus preocupaciones y de sus sueños. Así lo siento yo. Por eso, para mí la arquitectura debe poseer belleza, fuerza y atemporalidad. La funcionalidad no la menciono porque me parece una obviedad. Es por tanto una especie de reinterpretación de los 3 principios básicos de la arquitectura que enunció Vitruvio (belleza, resistencia y funcionalidad).
La arquitectura que nos rodea es en muchos casos aburrida, monótona, de espacios previsibles. El purismo es para mí simplismo anodino, y el minimalismo, salvo contadas excepciones, no implica depuración alguna, sino más bien ausencia de personalidad. Y creo que eso es un error. Yo acepto estilos arquitectónicos diferentes, no lo concibo de otra forma. Puedo apreciar la belleza en un palacio neoclásico, un restaurante de estilo colonial, un edificio art-decó o una casa rural de estilo rústico. ¡La belleza tiene muchas formas de expresión! Precisamente en el fragmento de la entrevista que se reproduce en formato vídeo actualmente en el museo ICO, Carme Pinós defiendo la “armonía” de cualquier estilo, siempre y cuando dé respuestas al lugar y contribuya a mejorar la vida de ese entorno. Es lo que ella denomina aplicar el “criterio del árbol”. No hay ningún ejemplar anti-estético, porque todos fluyen de forma natural en su territorio.
Por todo lo expuesto, quiero recalcar por última vez que lo que me parece un delito es la ausencia de intencionalidad. Los edificios no son solo contenedores que habitamos: son organismos vivos que contienen en sí mismos experiencias contenidas. Son “espacios para la vida”. Precisamente el título de la exposición que antes os mencionaba, y que actualmente dedica el Museo ICO de Madrid a la prolífica carrera de Carme Pinòs.
¡A seguir sembrando semillas!