El título de este nuevo post no es un eslogan publicitario de la ruleta de la fortuna. Con esta expresión quiero mostrar mi predilección por las líneas inclinadas, por los giros, por la ausencia de ortogonalidad, por la belleza de las curvas, los ángulos agudos y todo aquello que sorprende y enriquece esa maravillosa experiencia llamada arquitectura.
La línea recta es el recorrido más corto entre dos puntos. Interesante. Sobre todo, si tienes prisa. Pero en caso contrario, supone una desventaja, no? Básicamente porque te pierdes todo lo que sucede alrededor. Especialmente en un mundo lleno de arquitectura.
La diagonal es también una línea recta; pero tiene una característica única que la convierte en especial: es la línea más larga que puede inscribirse en un espacio. Sea en planta cuadrada, rectangular o de cualquier otra forma.
Esta cualidad convierte a la línea diagonal en poderosa y con un gran potencial. Lo sabía Frank Lloyd Wright (Wisconsin, EEUU, 1867-1959), cuando utilizaba en las plantas de sus proyectos la superposición de figuras geométricas (normalmente rectángulos o cuadrados), de forma que los límites del espacio se diluían y obtenía una gran riqueza espacial. Os recomiendo analizar las plantas de sus más conocidas casas construidas en EEUU. Otro ejemplo muy conocido de la utilización directa o indirecta de la diagonal en la arquitectura es el “Raumplan” del arquitecto austríaco Adolf Loos (1870-1933).Un esquema de diseño arquitectónico que sentó las bases de trabajo para muchos de sus compañeros coetáneos, en un momento de la historia de revolución arquitectónica total. Mientras que Wright jugaba con la diagonal en planta, Loos lo hace en sección. De esta forma, en función de la altura y función de cada estancia, consigue comunicar los distintos espacios eliminando parcialmente las divisiones verticales que inicialmente los separaban.
A mí me encanta la línea diagonal: en planta y en sección. ¡Qué voy a decir! Porque además he comprobado cómo tiene la capacidad de transformarse en infinita, simplemente aplicando unos principios muy básicos. En esencia esta es la base del deconstructivismo, aunque este movimiento arquitectónico ha sido desarrollado de forma muy diferente por los personalismos de quienes han apostado por ella: Zaha Hadid ( DEP), Frank O. Gehry, Daniel Libeskind, Enric Miralles ( DEP), Coop Himmelb(l)au, etc.
Como ya he dicho en otras ocasiones, considero que no es posible conseguir orden sin el equilibrio, pero sí es posible alcanzar el equilibrio sin que exista un orden claramente establecido. Como las notas de una partitura musical. Sueltas, no son nada; pero combinadas de la forma adecuada, producen una bella melodía. Para mí, la arquitectura encuentra la armonía en el movimiento detenido en el tiempo. Un estadio que logra “conmover”, precisamente la virtud de la que Le Corbusier hablaba en L’Esprit Nouveau. “La arquitectura debe conmover”, decía. Y añadía al respecto: “La emoción arquitectónica es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”.
Visionario de su época y padre indiscutible del movimiento moderno a nivel internacional, fue un maestro en la utilización de la luz natural en la arquitectura y creador de rotundos volúmenes perforados de forma magistral. Aunque bien es cierto que exploró poco el uso directo de las líneas inclinadas en los planos de sus proyectos, sí empleó con gran destreza los trazados oblicuos infinitos de la luz y el espacio.
Para mí, la arquitectura futura (la actual ya es pasado) debe encontrar el “equilibrio” en la existencia de diversos volúmenes girados en el espacio. Una disposición sin aparente “orden” que sin embargo establece recorridos infinitos, caminos inimaginables para la luz natural y juegos de perspectivas espectaculares. Esa es la arquitectura que yo defiendo: una arquitectura que enriquece la vida de las personas y favorece su estado anímico.
Como dijo mi amada Zaha Mohammad Hadid (DEP): “Hay 360 grados: ¿así que por qué quedarse con uno?”. Os recomiendo comprar y leer el libro-cuento que Jeanette Winter le dedicó de forma póstuma. Una joya que resume brevemente su vida y cuya visión del mundo comparto: World is not a rectangle (El mundo no es un rectángulo).