Tal vez podamos establecer una equivalencia entre la vida y la lectura de una novela. Al fin y al cabo, en ambos casos se incluye la historia de una persona (protagonista) que interactúa con diferentes personajes a lo largo de la historia. Desde el prólogo (embarazo de la madre) hasta el fin de la historia, la trama nos permite descubrir detalles a través de las descripciones que alimentan nuestra imaginación. Palabras que hablan de los espacios, los objetos, la vestimenta y el carácter de los sujetos que entran en escena.
Coloquialmente hablamos de «pasar página» cuando sucede un hecho trascendental que marca el devenir futuro. Una expresión que sintetiza la continuidad de nuestra existencia tras un impacto más o menos inesperado que tambalea los cimientos de la vida que con tanto esfuerzo hemos construido. Desde mi punto de vista sería más acertado afirmar “pasar de capítulo”, por aquello de no caer en el victimismo ante cualquier circunstancia.
En mi caso, yo no puedo evitar inconscientemente alterar el entorno inmediato: organizar cajones, tirar papeles, revisar fotografías y sobre todo, clasificar sentimientos. Es una especie de catarsis no programada que de forma mecánica realizo todos los años en algún momento. Para y pensar. Soltar lastre para seguir volando. “No hay espacio para la decepción cuando el entusiasmo te guía”, suelo decirme. No siempre resulta fácil, pero pedalear es lo único que me mantiene en equilibrio. Y cuando tienes claro el destino, agarrar fuerte el manillar se convierte en un acto instintivo.
Cambiamos porque estamos vivos. Lo mismo le sucede a nuestra casa. Ella también está viva y por eso, igualmente se transforma. Nunca muere. Sin embargo, en un mundo en constante cambio… ¿por qué tenemos miedo a romper con el pasado? A veces cuesta, es cierto. El dolor llega a ser incluso profundo ante algunos hechos. Pero los más bellos recuerdos se llevan en el corazón. Sin embargo, tenemos la hermosa manía de coleccionar a nuestro alrededor decrépitos objetos personales que acumulamos con la esperanza de que algún día recuperen su esplendor. Inservibles regalos que nos inundan de emoción, cartas de antiguos amores y cientos de fotografías de recuerdos inolvidables. Objetos diversos que proyectan nuestro deseo de una vida futura, más plena, capaz de llenar las oquedades vitales que tanto nos preocupan.
El presente no es siempre perfecto. Casi nunca lo es. Pero para mí es único, mágico, y como tal debe ser valorado. El pasado está formado por pequeños fragmentos de un jarrón hecho añicos que nunca más volverá a estar intacto. Trocitos de felicidad que por múltiples motivos nos transportan a una pretérita etapa en compañía de personas que ya no están. Instantes intensos que se niegan a desaparecer de nuestro entorno porque cada uno alberga su propia historia. Objetos que, como los espacios, poseen su propia vida. Aunque solo su dueño las conozca. Cacharros variopintos y lugares para la memoria que escogemos delicadamente en un acto que determina aquello que merece la pena ser recordado.
Por ello, es necesario levantar la mirada y abrir el corazón a nuevas sensaciones. A nuevos sentimientos. Sin tener miedo a olvidar ni caer en el olvido. Al contrario. Vivir el presente. Y acompañar cada fracción de ilusión con la música del momento para multiplicarla por amor y obtener como resultado la vida que deseamos. Y de esta forma podamos en el futuro de nuevo ubicar en el pasado hasta el más mínimo detalle: el instante que ahora mismo estamos viviendo. Eso sí: sin perder de vista que las consecuencias de nuestro nivel de vida afectan a millones de personas que viven a miles de kilómetros de distancia. Directa e indirectamente. De forma que el decrecimiento resulta imprescindible para evitar la extinción de la humanidad.
Transformar nuestra vivienda es más sencillo de lo que parece. Y mucho más barato de lo previsible: porque limpiar, decorar y soñar solo depende de uno mismo. Solo hace falta desear una cosa con muchas ganas para que suceda. Con voluntad. La ilusión es el sustento que alimenta el espíritu. De ahí la importancia de la arquitectura de calidad. De pensar en las personas. En desarrollar urbanismo humano. Y bloques residenciales bien orientados, bien aislados, inundados de luz natural a través de amplios ventanales. Esa es la base para mejorar el mundo. Junto a la educación en valores, claro. La cultura del respeto por el diferente. La inclusión. Y en voz baja, porque ya sabemos que el odio grita y el respeto susurra.
¿Pero qué pasa cuando morimos? ¿Adónde viajan todas esas ignotas historias de vetustos espejos, postales arrugadas e imanes oxidados? Cuando nuestros hogares se quedan vacíos, en realidad siguen llenos. De historias sin contar. De viajes sin realizar. De sueños sin cumplir. Y cuando se atraviesan las capas del tiempo descubrimos que las personas somos mucho más parecidas de lo que creíamos. Con sus miedos e ilusiones. Con sus virtudes y sus defectos. Con la confianza en la bondad del ser humano, en que aprenda a valorar lo verdaderamente importante: la vida. Y a creer en la sociedad como conjunto. La inclusión, la abnegación y la humildad. El punto de inicio del camino que conduce hasta la subsistencia como especie y la felicidad de todos sus miembros.
Resulta desgarrador asistir diariamente al genocidio del pueblo palestina ante la pasividad del mal llamado primer mundo. Demasiados intereses ocultos impiden una respuesta mucho más contundente. Miles de niños, mujeres y hombres han fallecido como consecuencia de la venganza de Israel. La respuesta al terrorismo no es esa. La violencia no se combate con violencia. Porque después de la destrucción total de Gaza ¿qué? No podemos seguir ajenos a esta barbarie. Como a tantas obras injusticias: guerra en Ucrania, naufragios de migrantes en el Mediterráneo, aniquilación de derechos sociales y civiles, reactivación del odio entre ideologías opuestas y un larguísimo etcétera.
La vida llega, la muerte se va. Y el tiempo no se detiene. Avanza sin piedad, dibujando manchas de humedad en los techos, grietas en las paredes, arrugas en los rostros y deterioro cognitivo en las personas. Son las reglas del juego. Así que sumérgete en la lectura y vive con intensidad, consciencia y respeto hasta el final de la novela.
P.D.- Este verano de 2023, mientras aumentaba la temperatura en todo el país y las ganas de compartir al aire libre, en el interior de un amigo se apagaba la ilusión. La tristeza fue invadiéndolo poco a poco hasta congelar sus ganas de vivir. Una situación sobrevenida tras su separación que yo desconocía. La repentina desaparición de significado de la palabra “familia” y la pérdida de su hogar lo llevaron al borde de un oscuro precipicio. Y de esa forma, una incomprensible noche de julio su alma no fue capaz de soportar el peso de su alargada sombra.
Descansa en paz, Félix Santiago de Construcciones Sasola (Bizkaia).Tu recuerdo bondadoso dibuja en el espacio un halo de eternidad.