Hace una semana los arquitectos de Álava recibimos una circular firmada por el ilustre presidente de nuestra delegación D. Jorge Fernando Magán (sin duda, el más merecedor de su cargo de todos los que yo he conocido, tal y como demuestra diariamente). El escrito (que puede leerse en el blog del Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro COAVN) era un pensamiento en voz alta en el que se nos invitaba a reflexionar a los arquitectos acerca de las ventajas e inconvenientes de participar en los concursos de arquitectura. Os invito a leerlo. Y sus palabras nacían a raíz del último concurso de ideas que ha convocado el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz para el denominado “ Gasteiz antzokia” previsto en el corazón de la antigua ciudad. Por supuesto que es absolutamente legítimo que cualquier técnico desee presentarse a este tipo de convocatorias, pero las condiciones en las que muchos de estos certámenes se convocan precarizan la profesión. La ilusión por alcanzar la gloria es un sentimiento demasiado fuerte como para contenerlo con un poco de sentido común: ¡ganar el concurso! Pero esta posibilidad es casi tan remota para la mayoría de los mortales como de que te toque la primitiva. Así de claro. Y no solo por el hecho ya de por sí difícil de ganar, sino porque las idas y venidas de los políticos (Vitoria tiene un máster en la materia) deja con frecuencia en papel mojado infinidad de concursos. Por citar dos de los más sonados: el Palacio de la Música de Vázquez Consuegra y su sucesor, el BAI Center de Marino Bayón. Cada uno de ellos con un promotor político claramente identificado detrás.
Magán se expresa con sencillez y rotundidad: el trabajo del arquitecto es altamente cualificado, y la dedicación que supone participar en un concurso es descomunal. Si se quiere tener opciones. La documentación que debe aportarse es descomunal .En tiempo y en dinero. Es embarcarse en un crucero sin tener ninguna certeza de que llegará a tierra firme. Y ya bastantes trabajos hacemos sin saber si se llevarán a cabo y/o seremos nosotros los responsables de hacerlo, como para seguir dedicando lo más valioso que tenemos (el tiempo) a una causa perdida.
Cuando a veces conozco por primera vez a un compañero de profesión recibo en numerosas ocasiones una misma pregunta: “¿Tú te presentas a concursos?”. Y mi respuesta es siempre la misma: “No”. Mi solitaria respuesta es arropada a continuación por una breve explicación de los motivos, añadiendo siempre que hubo un tiempo en el que sí lo hacía. Pero terminé por sentirme como un burro que camina tras una zanahoria que nunca alcanza. Y teniendo comida a mi alcance, dejé de soñar con un futuro perfecto ( a la vez que imposible) y me detuve para alcanzar mi sueño.
Es cierto que a lo largo de la historia, tanto a nivel local, nacional e internacional, los concursos han abierto las puertas a muchos arquitectos y les han permitido dar un paso de gigante en sus carreras. Como en su momento supuso la terminal de Yokohama para Alejandro Zaera Polo. Y existe una infinidad de ejemplos más. Sin embargo yo considero que el reconocimiento llega a través del esfuerzo diario, y un hecho puntual no debería transformar una trayectoria profesional que no tenga consistencia ya en sí misma.
Concluyo este breve post expresando mi más sincero apoyo a todos mis compañeros que luchan cada día por desarrollar su trabajo en un entorno cada vez más hostil, y en el que no siempre (más bien casi nunca) se valora justamente nuestra cualificación.