
Este convento es una de las obras maestras de Le Corbusier; una obra de madurez, posterior incluso a la Iglesia de Ronchamp (que pronto os descubriré en este blog).Origen del periodo denominado “brutalismo”, y que se caracteriza precisamente por mostrar la poderosa fuerza de las estructuras vistas de hormigón armado (donde se muestra sin pudor las texturas de los moldes de madera utilizados como encofrado) y por la tremenda expresividad de volúmenes puros que emergen hacia el exterior (a veces de forma repetitiva). Sin duda, Le Corbusier experimenta y aprende con cada una de sus obras, indagando al máximo las posibilidades del hormigón armado, un nuevo y versátil material de construcción que abre un abanico infinito de posibilidades.
Realizada en colaboración con el músico y arquitecto griego Iannis Xenakis, cuyo papel resulta determinante en la composición de las fachadas fundamentalmente mediante dos elementos: los “pans de verre” (“paños de vidrio” y que son superficies acristaladas con paneles ciegos intercalados). Y por otro lado, los “ondulatoires”, que son las particiones de suelo a techo realizadas con maineles de hormigón. En ambos casos se utiliza como base las proporciones de El Modulor.
El padre Couturier, director de la orden dominica de Lyon, encargó este proyecto a Le Corbusier con el fin de abrir una nueva etapa en la trayectoria educativa de los religiosos. Las instalaciones vistas, la ausencia de elementos decorativos, el recogimiento de las espartanas celdas, la luz silenciosa que susurra el aire de la nave principal en la iglesia, etc pretenden conferir simultáneamente una imagen de austeridad y modernidad. La textura del hormigón es el principio y el fin de la vida de los religiosos, convirtiéndose en una materialización del Dios onnipresente.
El edificio reinterpreta la tipología del claustro, que pierde su carácter de introversión y queda dividido por pasarelas cubiertas que conectan los diferentes espacios interiores. Le Corbusier propone un conjunto edificado en ladera, orientado hacia el sol y las vistas más lejanas. Genera unas fachadas de gran fuerza y con carácter absolutamente horizontal. En planta, el convento conforma una “C”, ya que dispone de tres cuerpos que albergan el complejo programa. Estos tres volúmenes quedan separados del terreno mediante pilotis. El lado abierto del conjunto se completa con la Iglesia, un cuerpo vertical que se apoya en el terreno y que se contrapone por tanto a la horizontalidad de las fachadas del convento. La Iglesia no llega a “tocar” el convento, por lo que se genera una vibrante perspectiva a través de la “grieta” resultante.
Las notas de color son pequeñas pinceladas en carpinterías, cortinas o mobiliario, pero que en ningún caso restan fuerza al material ubicuo.
La Iglesia es un proyecto en sí mismo. Exteriormente, sus paredes limpias de hormigón armado actúan de gran lienzo en el que se proyectan las sombras danzantes de los cuerpos más cercanos y tensionan el vacío creado entre el convento y la propia Iglesia. Interiormente, es un espectacular juego de luces y colores gracias a los lucernarios dispuestos a ambos lados de la nave principal. Sin duda, cabe destacar la cripta, un lugar “mágico” en el que se suceden diminutos altares escalonadamente. Este espacio no formaba parte del proyecto inicial, y tal vez por eso se decidió aprovechar el desnivel natural del terreno. El acceso hasta este espacio se produce desde la sacristía (situada en el extremo opuesto de la nave central), de forma que pasar llegar a este punto es necesario recorrer un túnel bajo el suelo de la Iglesia.
La cubierta plana de todos los edificios es ajardinada. En la parte superior, las vistas deben ser espectaculares, pero premeditadamente éstas quedan anuladas por un antepecho perimetral de gran altura. De esta forma, se elimina cualquier tentación mundana por escapar de las obligaciones de la orden.
El vial de acceso al edificio acaricia el lateral Este del conjunto edificado, que parece ignorar al visitante. Al llegar, unos tímidos rayos de sol dibujan en el cielo el contorno de esta creación en beton brut.
Al acercarse a pie, la zona de recepción nos comienza a hablar, y nos invita a descubrir el “paseo arquitectónico” (promenade architecturale) que LC creó para ser recorrido de forma libre. Aquí no hay reglas: sólo sensaciones. El sol se encarga de realzar los pilares, los balcones, los voladizos… Una escenografía que se sucede a lo largo de un escenario sin barreras, cubierto por el rocío que impregna el húmedo suelo verde.
En mi visita no pude acceder al interior de la Iglesia, El domingo es el único día de la semana en el que se permite el acceso del público al interior de la Iglesia. Sin embargo, las vacaciones de Navidad alteraron este preciado regalo, por lo que por segunda vez no pude disfrutar del interior de esta joya de la arquitectura. Pero sin duda habrá una próxima vez. En la que también tengo previsto alojarme en las celdas monacales que Le Corbusier concibió.
Sin duda es algo que os recomiendo encarecidamente. El público en general puede alojarse en la Tourette por un precio de 37,00 euros/noche. Sin duda debe ser una gran experiencia inigualable de recogimiento, paz e inspiración, en contacto directo con el espíritu del gran genio suizo. Podéis encontrar eta información y mucho más en www.couventdelatourette.fr