En tiempos de confinamiento todos hemos intentado estar informados en mayor o menor medida. De forma más o menos objetiva. También hemos leído. En general, hemos hecho cosas para las que la rutina normalmente no nos deja tiempo .Del mismo modo, ha habido espacio para la creatividad: la principal víctima de “vivir deprisa”. Una noticia fantástica. Tiempo. Tiempo. Tiempo. La cuarta dimensión, tan importante para disfrutar de la vida y evolucionar como personas.
Porque en cada crisis existe una oportunidad. Y ahora por fin se está replanteando nuestro estilo de vida actual para dirigirlo hacia economías y modelos de ciudad más sostenibles, más cercanas, más humanas. Porque quizás (seguramente) nos habíamos olvidado de algo fundamental: nuestra condición humana. Y todo lo que conlleva, incluyendo nuestra gran vulnerabilidad.
Las calles sin coches conforman el escenario ideal para avanzar un paso más en la silenciosa lucha para erradicar su uso en los pequeños desplazamientos. El espacio público y las viviendas deben adaptarse a las nuevas formas de vida. El ser humano, también. Empezando por venerar la tierra que nos acoge, como hacen las aimaras bolivianas.
Pero volvamos al interior de nuestras casas. Esos lugares que ocultan nuestros más profundos secretos. Nuestro refugio, espejo de nuestra alma y confidente. Casa de todo tipo. Oscuras o brillantes. Ordenadas o desastrosas. Amplias o diminutas. Grises o coloristas. Actuales o decimonónicas. Humildes o suntuosas. Lúgubres o animadas. En todas hay algo en común: vida. De lo contrario, no serían hogares. Como las calles: sin personas, se convierten en un abandonado decorado de western construido en mitad de Almería a base de cartón yeso. En ese interior, durante estos dos últimos meses hemos desarrollado muchas actividades. En función de nuestras aficiones y posibilidades. Todo un espectro de perfiles, desde los vigoréxicos a los intelectuales. Sin duda, el mío mucho más cercano al segundo extremo. Aunque no deseo desmerecer al ejercicio, por supuesto. Ya se sabe: “mens sana in corpore sano”.
El arresto domiciliario impuesto me ha servido para avanzar en numerosos proyectos, revisar diseños y releer mis ideas del pasado. También he podido redescubrir libros de arquitectura, revistas de decoración contemporánea e interesantes recortes de periódicos. La revista “el croquis” es la mejor publicación de arquitectura a nivel mundial y es española. Se produce en El Escorial (Madrid) por parte de un gran equipo profesional, cuya constancia le ha permitido superar las grandes dificultades del sector y los problemas económicos globales. Dirigido por Richard Levene y Fernando Márquez Cecilia, su sede es un edificio espectacular diseñado por los propios editores (el croquis, nº 96/97), que por supuesto os recomiendo visitar:.
En el apartado del interiorismo, “Diseño Interior” ocupa un lugar hegemónico. Pilar Marcos es la artífice de esta gran publicación mensual, que de la misma forma ha salido victoriosa de los cambios tecnológicos de los últimos años. Decenas y decenas de unidades de esta revista descansan en mi biblioteca personal. También he tenido “espacio” para publicaciones digitales como el blog “ Del tirador a la ciudad”, de la grandísima Anatxu Zabalbeascoa.
Analizar los proyectos de pretéritos números de “Pasajes de arquitectura“ o ”Diseño Interior” me ha servido para avanzar en la definición de mi propio estilo arquitectónico. Las conclusiones han sido múltiples, pero quiero destacar una. La arquitectura de calidad tiene fuerza. Siempre. Fuerza compositiva y fuerza presencial. Una característica que no siempre tiene que estar relacionada con la transgresión, sino con su capacidad para permanecer sin desmerecer. Trasladado al mundo de la calle, será algo así como una persona con estilo propio, con clase. Puede que su imagen no coincida precisamente con tu ideal, pero no puedes quitarle mérito. Es original y auténtico. Por encima de las modas. Así es la buena arquitectura: atemporal y con personalidad propia. Un grito en silencio.
Un arquitecto se caracteriza, entre otras muchas cosas, por tener visión espacial, visualizar espacios oníricos y por tener la capacidad de arrastrar esos lugares imaginarios hasta el mundo real. La presentación de un proyecto es muy importante, sobre todo antes de que esté construido. Lo sabía muy bien Frank Lloyd Wright. Se trata de vender nuestro trabajo. Y yo también lo hago en mi día a día. La escritura (y el dibujo) han marcado mi vida. Por vía analógica y digital. Y continúa haciéndolo. En tiempos en los que algunas personas corren el riesgo real de olvidar a escribir a mano, el grafismo en todas sus vertientes protagoniza mi existencia. Escribo, dibujo, fotografío y pinto. Como un músico que no puede parar de componer, la inspiración puede llegar en cualquier momento. Porque la persona descansa, pero el cerebro no. Y grandes ideas me han surgido en momentos de ocio. De relax. Tras haberme batido en duelo contra la falta de ideas, y refugiado en mis actividades cotidianas, por sorpresa me alzo victorioso en ese combate inacabado.
Recuerdo la pregunta de un compañero de la escuela en el primer curso de proyectos: ¿Cómo se compone un alzado? La pregunta parecía obvia, razonable. Aunque el tiempo se encargó de mostrar que era absurda. Precisamente, porque a ningún estudiante se le ocurriría preguntar cómo se compone una planta. Y un alzado, no es otra cosa que una parte de la planta. Forman parte indivisible de un todo: el proyecto arquitectónico. Un collage tridimensional que cobra vida con los primeros trazos del atrevido lápiz sobre el desprotegido papel.
La materialidad de todos los espacios creados por el hombre es de total importancia. Recuerdo con absoluta nitidez cómo lo afirmé en mi cabeza siendo un estudiante de segundo curso de carrera. Supongo que fue sencillo, por mi gran pasión por las maquetas. Una afición que descubrí al cumplir con mis obligaciones en San Sebastián. Las maquetas abrieron un infinito mundo de posibilidades creativas. Por un instante, me convertí en “creador”. Mis proyectos adquirían la tercera dimensión y yo era libre para utilizar cualquier material en su construcción. Yo decidía, con toda la responsabilidad que conllevaba cada acto de elección. Precisamente por cada paso determinaba el siguiente.
Como os decía antes, cuando reviso libros o revistas de arquitectura me detengo ante las imágenes que llaman mi atención. En algunos casos, fotografías con un equilibrio elegante de volúmenes y texturas. En otros, plantas dinámicas que sugieren interesantes espacios. Que me trasladan hasta mi propio universo interior: ese que refleja el movimiento detenido en el tiempo. Cuando en un proyecto me resultan interesantes las plantas y las fotografías de los espacios creados sé que me encuentro ante un gran proyecto. Sobre todo si necesito tiempo para comprender el funcionamiento de la distribución espacial.Si todo esto sucede, para mí, la arquitectura funciona. Y sin duda, su autor ha aportado una visión original no empleada de forma habitual en proyectos similares, actuando como un auténtico cazador de similitudes dispersas. Me encanta descubrir la huella de un arquitecto; saber que su esencia impregna con naturalidad sus proyectos facilitando su estilo y evolución hacia el mundo. Porque una obra debe tener la mirada personal de quien la ha imaginado; no puede ser una fotografía que cualquier pueda hacer.
Las personas que poblamos la tierra dependemos de ella para seguir viviendo. Con su permiso. Y la capacidad transformadora que nos caracteriza debe ser respetuosa con ella. La arquitectura debe tener no solo un compromiso de sostenibilidad. También de calidad. Porque cuando su creador ya no esté, su obra lo mantendrá vivo. A través de una canción, un libro, un cuadro, una película o un edificio. No perdamos la oportunidad de dejar un buen recuerdo de nosotros mismos. Estamos de paso, sí, pero mejorar el mundo está en manos de todos. En mayor o menor medida.
Y con muy poco esfuerzo, descubrirás que la creatividad es como un imparable torrente de agua, como el comienzo de la primavera o como un nuevo amanecer. No hay virus que pueda detenerla.