Llegamos un jueves de agosto y el calor era especialmente alto para un lugar como Copenhague. En sus calles, edificios, plazas y parques lucía orgullosa y omnipresente la bandera del orgullo gay. Hasta LEGO había fabricado un juguete exprofeso. Ese mismo día comenzaba la semana de actos reivindicativos y festivos por toda la ciudad a favor del colectivo LGTBI. Sin duda, una puesta en escena absolutamente inesperada para nosotros, ingenuos arquitectos en busca de la vanguardia danesa. Sin embargo, después de pasar unos días allí, tengo mis dudas acerca de la correspondencia real entre ese mediático apoyo incondicional al colectivo y la tolerancia real de la mayoría de los daneses.
Por circunstancias, el primer paseo (trolley en mano) fue por las pasarelas ondulantes de Kalvebod Bolge. Unas olas de madera en el límite sur de la ciudad, frente al río que la separa del área Islands Brygge. El soleado día y las altas temperaturas hicieron que esta serpenteante playa de madera estuviera rebosante de vida: jóvenes haciendo deporte, niños bañándose en el mar, parejas compartiendo música, cerveza y abrazos, grupos de amigas tomando el sol en top-less, etc. Sin duda, un espacio urbano certero y valorado.
Nuestra primera parada oficial en este intenso, e impactante viaje fue el “Centro de arquitectura danesa”, un espacio insertado en el edificio multifuncional “BLOX”. Una imponente obra ubicada frente al entrante de mar que divide diagonalmente la ciudad de Copenhague de norte a sur. Se trata de una superposición de volúmenes poliédricos que conforman numerosas terrazas abiertas que tanto adoran los daneses. Proyectado por el estudio holandés OMA (encabezado por mi amado Rem Koolhaas) fue concluido en 2018. A priori, resulta contradictorio que el edificio destinado a ser el centro que divulgue la alta calidad de la arquitectura danesa contemporánea (motivos no les faltan) no haya sido proyectado por un compatriota. Sin embargo, quizás haya sido una solución inteligente y salomónica contratar a un maestro de la arquitectura actual para evitar suspicacias entre los arquitectos daneses “elegibles”. Un edificio que sin duda no decepciona, aunque tampoco consigue emocionar como los primeros proyectos de ese gran genio nacido en Rotterdam.
Estas dos obras que acabo de mencionaros no son las únicas que no existían en 2007 en esa zona de Copenhague: tampoco se había construido la etérea pasarela Lille Langebro (2019), obra de los ingleses Wilkinson Eyre. Una elegante pieza curva de 160 metros de longitud que conecta el centro de la ciudad con Christianshavn, y que además posee dos tramos móviles para permitir el paso de barcos de tamaño medio. Al otro lado de la orilla he podido comprobar cómo la insurgente colonia alternativa “Christiania” ha mutado en mercadillo central de marihuana y fumódromo nacional. Una pena.
Nuestros pasos nos dirigieron hacia el edificio coloquialmente bautizado como el “diamante negro” , por la similitud de la piel que lo envuelve. En realidad, se trata de la Biblioteca Real de Dinamarca (1999) obra del estudio Schmidt, Hammer & Lassen. Un equipo de arquitectos no demasiado conocido fuera de sus fronteras, pero que ha realizado algunos de los más importantes encargos públicos de Dinamarca: el equipamiento cultural DOOK1, el Museo de arte contemporáneo Aros, etc.
Tras dejar las cosas en nuestro céntrico hotel, sentí el deseo de volver al edificio BLOX y comenzar desde allí de nuevo nuestra primera tarde por las calles de Copenhague. Algo así como si fuera el punto 0.0 de partida. Al llegar, comprobamos que se había organizado en el exterior una fiesta que incluía zonas de juego infantiles, disk-jockey, etc. Una sorpresa enorme que además vino acompañada de un inesperado regalo: en la zona posterior de BLOX, donde se ubica una tranquila zona pavimentada, una chica ofrecía de forma gratuita la arquitectura danesa contemporánea editada por el propio Centro de Arquitectura nacional. Y sin ofrecer ninguna explicación nos entregó de repente dos copias de la misma. Todo un regalazo absolutamente acertado en nuestro caso, ya que completaba de forma extraordinaria el listado de obras a visitar que yo había organizado previamente, como siempre hago. Increíble, sobre todo porque dicha publicación estaba a la venta en el interior por 180 DK (25,80 euros).
Tras disfrutar un rato de la música y el ambiente, nuestras piernas retomaron el paso firme hacia nuestra siguiente parada, no muy lejos de allí: el Banco Nacional de Dinamarca (1978), obra póstuma de Arne Jacobsen, el arquitecto danés del siglo XX más reconocido a nivel internacional (con permiso de John Utzon, autor de la Ópera de Sidney). Un contenedor de mármol modulado verticalmente por “grietas” de vidrio que iluminan el interior. Por segunda vez en mi vida no pude acceder al interior (se encontraba en obras) y disfrutar de su magnífica escalera flotante sobre el foyer. Y lo deseaba especialmente porque si hay algo que me encanta de Jacobsen es el delicado estudio que hacía de todos los detalles, que en el caso de las escaleras alcanza una belleza extrema.
Precisamente, dos días no consecutivos accedimos al lujoso hotel SAS (Scandinavian Airlines), hoy rebautizado como Radisson Collection Royal. Obra de Arne Jacobsen, el edificio fue concluido en 1961. Afortunadamente, no se ha realizado ninguna intervención posterior y todavía podemos disfrutar de esta espectacular creación arquitectónica. El vestíbulo de planta baja es un regalo que ningún amante de la arquitectura contemporánea debería perderse. La riqueza espacial creada en torno a la escalera helicoidal que flota desde la planta superior es simplemente única. Un conjunto de pequeños volúmenes y texturas contrapuestas en equilibrio armonizan en este espacio, y cuya belleza atemporal, materialidad estudiada y delicada ejecución conforman un conjunto arquitectónico de extraordinaria calidad. Una joya.
Desde el centro de Copenhague, caminando hacia el norte junto al entrante del mar que hace las veces de río, se encuentra la carísima Ópera de Copenhague. Se encuentra frente al conjunto de cuatro palacios reales donde reside la familia real. El equipamiento artístico se halla en un emplazamiento elegido por el promotor de la obra (propietario de la multinacional danesa de transporte naviero MAERSKT), que “regaló” este equipamiento a la ciudad. Un edificio tan gigantesco como anodino, en comparación con la calidad de arquitectura existente en el país.
Recorrer la capital danesa al borde del agua en un día soleado es una experiencia única. Un poco más al norte de la Ópera, la bella y triste estatua de la sirenita (inspirada en uno de los famosos cuentos del gran escritor danés Hans Christian Andersen) delimita las visitas que los miles de curiosos turistas realizan a la capital de Dinamarca, ya que Nordhavn carece de ningún tipo de interés para ellos. La sirenita es todo un símbolo nacional y su belleza y tristeza embriagan por igual. Una melancolía que los envuelve y con la que empatizan la gran mayoría de curiosos que no quieren dejar de inmortalizarse junto a este símbolo. ¿Es posible que algo tan pequeño sea el emblema de un país? Al menos la torre Eiffel es un desafío arquitectónico sin igual en el mundo.
En cualquier caso, esa fotografía imprescindible junto a la hermosa figura de bronce ha alterado su telón de fondo, aunque muchos turistas no sean conscientes de ello. Se trata de la onni-presente planta de reciclaje/cogeneración ubicada en la orilla contraria y que recibe el nombre de Copenhill. Esta obra de BIG (Bjarke Ingles Group) realmente es visible desde numerosísimos puntos de la ciudad, incluyendo desde la colina escalonada de viviendas VM Bjerget, en Orestad , en el extremo sur de la ciudad.
Como os adelantaba antes, más allá de la solitaria sirenita no hay nada interesante para la mayoría de los mortales. Algo que no es así para los amantes de la arquitectura contemporánea. Esta zona portuaria recibe el nombre de Nordhavn (puerto norte) y concentra diversas obras en construcción y algunos edificios emblemáticos. Muy cerca de allí se encuentran otras importantes zonas de crecimiento como son Norrebro y Osterbro, en las que igualmente podemos disfrutar de arquitectura de calidad.
El paseo en bicicleta no tiene fin en una ciudad como Copenhague. Dinamarca no tiene nada que envidiar a los Países Bajos y dispone de una envidiable red de carriles bici. Los conductores de vehículos de motor daneses deben sufrir de importantes dolores de cuello por el ingente esfuerzo que realizan diariamente al girar su cabeza en todas las intersecciones, donde detienen su vehículo para asegurarse con certeza de que ningún ciclista atravesará su trayectoria en el mismo instante.
Desde Nordhavn llegamos pedaleando hasta la cercana localidad de Klanpenborg, donde Arne Jacobsen recibió el encargo de realizar dos proyectos de viviendas en diferentes fases y un complejo cultural protagonizado por el teatro Bellevue. Absolutamente recomendable. En el caso de su intervención residencial, la belleza de los volúmenes blancos enredados con las líneas onduladas horizontales que fluyen jugando con el viento es simplemente enigmático. En esta ocasión pudimos visitar algunas de las zonas comunes de las viviendas en bloque y el patio abierto de acceso correspondiente a las viviendas en patio que Jacobsen proyectó. Un paradigma de la arquitectura moderna que cambió el mundo en la primera mitad del siglo XX.
Igualmente, pudimos acceder al interior del Teatro Bellevue. El chico que atendía el puesto de helados en el exterior de la puerta de acceso se ofreció a enseñarnos el edificio. Una oportunidad indescriptible de viajar al pasado por unos minutos e imaginar la historia de la que fueron testigos aquellas mudas paredes. Una maravilla.
Tras realizar un merecido descanso a nuestras cansadas piernas y vibrantes mentes en la playa Bellevue, nos dirigimos de nuevo en dos ruedas hasta el centro de Copenhague. Desde allí, continuamos de ruta hacia el sur.
Caminar una tarde cualquier por Islands Brydge te permite conocer desde dentro las costumbres danesas. Su pasión por el aire libre es infinita. Es muchas zonas de la ciudad existen tumbonas de tela a disposición de cualquiera que desee detenerse un rato y disfrutar del amable sol. No sorprende ver en una mesa de madera de un parque a una pareja compartiendo risas, conversación y una botella de vino blanco. O familias completas que se dan un baño en las gélidas aguas del mar que baña las costas de Copenhague. O grupos de amigos improvisando una barbacoa bajo uno de los muchos puentes que cruzan la ciudad. El aire libre es siempre una buena opción si se tiene con quien compartir. Y si no, practicar en solitario cualquier deporte es igualmente gratificante.
En nuestra ruta en bicicleta por el sur de la capital, una fuerte tormenta nos sorprendió y empapó hasta los huesos: no había dónde cobijarse. Nuestro refugio efímero resultó ser el clausurado hotel AC Hotel Bella Sky, del estudio 3XN. Un edificio que esconde mucho más de lo que aparece a primera vista. Esta macla de dos volúmenes inclinados posee una gran complejidad constructiva y una fuerte personalidad que vuelve a ser protagonista en un entorno sin competidores.
Tras la fuerte e inesperada lluvia el día nos regaló un bonito atardecer para despedir la jornada descubriendo un edificio que me cautivó. Se trata de la maravillosa obra “8 tallet” (número 8), una original promoción de viviendas escalonadas que avanza un paso más en la carrera de BIG. Os hablaré igualmente de esta obra muy pronto.