El viaje arquitectónico a Dinamarca que he realizado este año es el primero de una nueva etapa que se abre tras la parada forzosa provocada por la maldita pandemia. Ha sido el primer destino en una nueva temporada de escapadas para conocer lo mejor de la arquitectura actual en Europa. Algo necesario, comparable a sobrevolar en helicóptero un atasco de tráfico en el que los coches circundantes te impiden tomar perspectiva del punto en el que tu vehículo se encuentra detenido. La carretera es tu pasión por la arquitectura y el atasco, la vorágine de la vida que limita tu perspectiva.
Siempre he sido un gran admirador de la arquitectura que se hace en otros países europeos simplemente por su capacidad de poder hacer cosas diferentes. Por supuesto, no me refiero a que los estudios de arquitectura extranjeros tengan mejores ideas que los arquitectos españoles (entre otras cosas porque nunca se puede generalizar), sino que sus ideas se pueden materializar con mayor facilidad sin chocar con estúpidas normativas o ignorantes clientes. Habrá proyectos mejores o peores, porque hay de todo, pero evidentemente tener más libertad creativa es el mejor punto de partida para un arquitecto. Los clientes son más abiertos y las normativas mucho menos restrictivas en otros países que en España. Por ejemplo, la extendida y absurda obligación de proyectar -en el entorno rural- edificios acordes con el entorno en el que ubican. ¿Pero cómo es posible? A mí me parece absolutamente demencial tener que hacer un “pastiche “que imite la estética que poseía la arquitectura hace 200 años. Si Mies levantara la cabeza…
En Dinamarca llama también la atención que muchas ventanas y puertas abren hacia el exterior. En el primer caso, tiene su lógica, ya que las carpinterías habitualmente se sitúan enrasadas con la fachada. Es decir, el vierteaguas queda reducido a la mínima expresión, pero al interior surge una repisa donde colocar la decoración que se desee. Evidentemente, la apertura hacia el exterior permite que esa decoración no obstaculice el movimiento de las hojas. En el caso de las puertas, si éstas se ubican en planta baja o comunican con un pasillo de un hotel, por ejemplo, se produce una interferencia en la circulación exterior de las personas o ciclistas y que puede derivar en “colisión”. Sin embargo, ahí están.
Otro ejemplo más de la arbitraria sinrazón que aplica la administración está relacionado con la ley de accesibilidad que debemos cumplir aquí inexorablemente: barandillas, doble pasamanos, etc. Algo que no sucede en DOKK1, un espectacular complejo cultural de promoción pública que domina la bahía de Aarhus y que fue concluido en 2016 por el conocido estudio danés Schmidt, Hammer&Lassen. En su interior, una sucesión de rampas y escaleras nos permiten solventar los diferentes niveles creados; y en ninguna de las dos existen barandillas ni dobles pasamanos. Por supuesto, hay muchos más ejemplos que evidencian las enormes diferencias en las reglas del juego. Como la noche y el día.
Los edificios más originales de la arquitectura actual destacan por la búsqueda de soluciones alejados de la estandarización y repetitividad, tanto en la distribución de los espacios y/o viviendas como en la composición de las fachadas. Lo he podido comprobar en Dinamarca. La huida de la monotonía compositiva es un ”must” de la arquitectura danesa contemporánea. Por ejemplo, los balcones y ventanas salpican las fachadas como gotas de lluvia sobre un cristal en mitad de la lluvia. Es cierto que la singularidad encarece los costes de construcción, pero sin llegar a la llamada “arquitectura espectáculo” es necesario encontrar un equilibrio intermedio que enriquezca las soluciones arquitectónicas.
Otro factor muy importante y necesario para la ejecución de arquitectura más interesante es el dinero. Un elemento básico que aporta el “productor de la película” y que está relacionado directamente con la libertad creativa garantizada por la administración y el propio cliente. Este último, con suerte, admite ciertas “licencias” siempre y cuando no afecte a su bolsillo. Pero a veces ni eso. Y este obstáculo es un escollo insalvable. En España los arquitectos no solo tenemos la dificultad de acceder a determinados encargos, sino que cuando tenemos la suerte de hacerlo nos encontramos esa sucesión de obstáculos: absurdos artículos legislativos, oposición del cliente a realizar soluciones que difieran de las extendidas (es decir, funcionales, económicas y aburridas) y finalmente, la imposibilidad de incorporar elementos o calidades que hagan especial la obra. Detalles que se consideran “superfluos”, y que se eliminan de raíz sin posibilidad de replantearlos bajo ningún concepto. No hay voluntad de trascender, ni siquiera con pequeños detalles.
Por otro lado y como era de esperar, la arquitectura danesa destaca por la calidad constructiva de sus obras, algo que comparte con otros países europeos (Austria, Países Bajos, etc). Los remates son habitualmente impecables, muy por encima de los estándares habituales en España. En Dinamarca todos los gremios que intervienen en las obras disponen de una formación específica con un nivel muy superior al de nuestro país. Aquí también existe formación para fontaneros, electricistas o carpinteros de madera. Pero hay muchos oficios que no poseen titulación (montador de tabiquería seca a base de placas de cartón yeso, pintor, encofrador, etc) y además, en muchos casos los “oficiales” únicamente están avalados por la “experiencia” en obra.
Hablar de arquitectura en Dinamarca tiene actualmente nombre propio: Bjarke Ingels, que dirige desde Nueva York el estudio “joven” más importante del mundo. Un caso único. A su corta edad el estatus alcanzado por este prometedor arquitecto es simplemente estratosférico. Sin duda, nos encontramos ante una figura creativa, inteligente y original. Unas características que en sí mismo no explican la meteórica trayectoria que ha seguido, y que sin duda pasará a la historia como artífice de una prolífica y original carrera. Las obras de este estudio multidisciplinar parten de ideas originales, que nacen actualmente con el aliciente de poder ser materializadas con mayores opciones que en cualquier otro escenario.
En 2010 adquirí en la librería Zuloa el arquicómic titulado “Yes is more”, cuyo título es un guiño al lema popularizado por Mies Van der Rohe “ Yes is more”. El libro, dirigido por el propio estudio de arquitectura, contiene una recopilación de los proyectos de BIG a través de interesantes viñetas explicativas. El primer cómic de arquitectura que conozco (“V de vigueta” no cuenta, aunque me encanta), y que sin duda os recomiendo. Diez años después (finales de 2020) BIG publicó simultáneamente dos nuevos libros (esta vez en formato más “serio”), donde recoge sus propuestas para todo tipo de obras realizadas y proyectos no construidos. Sus títulos son “Hot to cold” y “Formgiving”.Estas dos publicaciones suponen el cierre de una trilogía que nadie conocía que existiera, pero que sin duda os recomiendo su adquisición. Algunos proyectos son francamente singulares e interesantes, y todas las modelizaciones en 3D son espectaculares.
Los encargos de BIG disponen habitualmente de un generoso presupuesto que facilita la inclusión de elementos no esenciales o materiales de calidad superior a lo habitual (de las que os hablaba antes). Así mismo, la ubicación para algunos de sus proyectos se produce en emplazamientos naturales espectaculares que contribuyen sobre manera a que el resultado final sea especialmente brillante.
Sin duda, la altísima cualificación del equipo técnico que conforma el estudio permite definir con exactitud los niveles y características de cada espacio. No quiero imaginar la cantidad de planos con cotas y detalles constructivos que llegarán diariamente a obra. El exquisito trabajo de todos los operarios que participan en el proceso constructivo determina la calidad de todos los remates.
Las tecnologías actuales (emails con planos y fotografías, videoconferencias, desplazamientos en avión, etc) facilita la actividad de los estudios internacionales de arquitectura como éste, donde una vez más el titular se convierte en un “relaciones públicas” con una estructura jerarquizada en la que delega la mayor parte de las decisiones no esenciales.
Su primera obra construida se sitúa en Orestad, un barrio residencial nuevo ubicado en la zona sur de Copenhague. Me refiero a las “VM houses”: dos bloques de viviendas que reinterpretan la tipología de Le Corbusier en las “Unité d’Habitation”, incluyendo un tetris tridimensional de tipologías de apartamentos abiertos y acristalados. El elemento más singular de su fachada sur es el balcón triangular en voladizo que incorporan todas las unidades residenciales, y que desde mi punto de vista resulta mareante a la vista (como infinitas flechas).
Junto a ellas BIG materializó posteriormente su obra “The mountain”, otra propuesta formal que superpone dos usos ( parking y viviendas con jardín), jugando con el soleamiento y las vistas. De esta forma surge una “montaña” de apartamentos orientados al sur que disponen de jardín, buenas vistas y la densidad urbana requerida. Al norte, una fachada metálica micro-perforada garantiza la ventilación natural del parking y reproduce una imagen del monte Everest. Una solución brillante.