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el proyecto de toda una vida…

La vida útil de las placas fotovoltaicas supera los 20 años, y la amortización media se produce a los 7 años de la instalación. Es decir, debe entenderse el gasto como una inversión a medio plazo. No debemos confundir con las placas solares (como se las denomina coloquialmente),ya que las solares son las que efectúan un precalentamiento del agua en instalaciones de calefacción.

La autoproducción de energía fotovoltaica alcanza en nuestro país los 600 megavatios, una cifra creciente y significativa, que seguirá en imparable aumento en los próximos años. En cualquier caso, la mayor tajada del pastel se la llevan las grandes plantas de producción. En 2020 existía en nuestro país una potencia instalada de 9.000 MW; en 2021 se han solicitado más de 200.000 MW de acceso a la red, de los cuales más de la mitad ya han sido concedidos. Estas plantas son precisamente las que necesitan materializarse en cualquier lugar de nuestra península, y por ello las grandes y medianas empresas promotoras buscan terrenos indiscriminadamente.

La tramitación de las plantas (fotovoltaicas y eólicas) con potencia superior a 50 MW dependen del Ministerio para la Transición Ecológica. Sin embargo, las plantas de potencia menor a 50 MW son competencia de las Comunidades Autónomas. En algunos casos los promotores fragmentan las plantas, de forma que su supuesto impacto sea menor aunque finalmente queden conectadas entre sí por ubicarse a poca distancia. En la actualidad la concesión de explotación se concede a quien llega primero. Sin embargo, el Ministerio ha aprobado recientemente una batería de medidas que favorezcan las concesiones a los proyectos de mayor conciencia social y menor impacto medioambiental. Una propuesta que seguramente tampoco dé los esperados frutos debido a los habituales acuerdos bajo la mesa entre las empresas promotoras que se disputan las explotaciones (ésta parta ti, ésta para mí…).

La mayor central fotovoltaica de Europa está en Usagre (Badajoz). La megaplanta Nuñez de Balboa (en honor al célebre conquistador pacense) fue puesta en servicio por Iberdrola en el año 2020. Posee una superficie de 1.000 Ha y capacidad de generación de 500 MW. Sus dimensiones asustan. Otra hermana gemela de esa macroplanta es la creada en Mula ( Murcia) en 2019 por parte de una empresa del grupo constructor ACS. Dispone igualmente de 1.000 Ha de superficie y 494 MW de potencia. Pero pronto estas descomunales concentraciones de placas fotovoltaicas se verán superadas por la megacentral Francisco Pizarro. Ubicada en Cáceres, ocupa 1.300 Ha y tendrá una capacidad de producción de 590 MW. Extremadura concentra más del 20 % de la producción nacional de energía fotovoltaica. Disponen de suelo libre, sol y agua… y carecen de industria y recursos económicos. Esa es la realidad. Y las empresas aprovechan las ventajas y las necesidades de sus vecinos. Son ya más de 200 instalaciones. A este relevante dato, se une la explotación del litio, que como sabéis, es un mineral con el que se fabrican las baterías de nuestros móviles y portátiles. Las reservas existentes en esta región es una gran noticia que también contribuirá a la descarbonización global, aunque pueda resultar  contradictorio a primera vista. El motivo es la necesidad de dicho mineral para avanzar en el desarrollo de las renovables. Pero ojo: los minerales son de producción limitada y por tanto su extracción no puede ser comparable a la generalización del uso de las energías renovables. De la misma forma, otros minerales son igualmente necesarios; esos que conforman las llamados “tierras raras”. Su extracción está especialmente denostada, pero como os decía antes es preciso realizarla para avanzar en el proceso de reducción de emisiones de CO2. Por ello debe regularse. Una vez más, debe buscarse el equilibrio.

En este caso, una vez más la administración debe garantizar que la riqueza de la zona revierta en la comarca y que los yacimientos no supongan una destrucción del ecosistema. Porque los residuos a generar son importantes, y deben aportarse todos los datos con claridad. Por ello, hay muchos motivos pendientes de esclarecer para solventar la oposición frontal de muchos vecinos. Idéntico al lógico recelo contra el fracking.

No dejemos que la transición energética la dirijan unos pocos. En el teatro de la vida, los lobbies energéticos (como cualquier otro lobby que se precie) manejan a su antojo entre bambalinas esas marionetas chinescas llamadas políticos. Esos mismos que afirman que las macro explotaciones fotovoltaicas solo ocupan el 1 % del suelo agrícola. ¡Gracias! También sabemos que las ciudades solo ocupan el 2 % de la superficie total de la tierra, pero eso no resta ni un ápice la preocupación por el impacto medioambiental que generan. La evidente sobreexplotación de la Tierra precisamente ha generado la pandemia en cuyas postrimerías nos encontramos. El exceso de consumo de alimentos, de ropa, de bienes materiales de todo tipo, de viajes innecesarios, etc nos obligan a repensar nuestro futuro. Debemos pasar de ser parásitos del planeta a convivir en perfecta simbiosis con la naturaleza. Desarrollar un modelo sostenible y más resiliente con la Tierra. Construir, en lugar de destruir. Impacto positivo, concienciación y conquista del equilibrio con los recursos naturales de los que disponemos.

Nuestros dirigentes públicos tampoco nos informan claramente que en muchas ocasiones las explotaciones se concentran en las zonas más desfavorecidas económicamente, con una pobreza endémica derivada de la falta de inversión pública y privada (como sucede en Extremadura, por ejemplo).

Volviendo a la energía fotovoltaica, debo señalar que las grandes explotaciones o la concentración de medianas plantas en la misma región están promovidas por empresas de inversión que desde mi punto de vista únicamente buscan el beneficio económico arropados por la buena reputación de las renovables. Apenas generan empleo en la zona donde se implantan (únicamente durante su proceso de construcción) y tampoco tributan allí. Además, en muchas ocasiones supone el enfrentamiento entre agricultores con diferente punto de vista, y que en muchas ocasiones se ven envueltos en jugosas ofertas para compra o alquiler de sus terrenos con prácticas poco éticas y/o agresivas en algunos casos.

Por si fuera poco, la pérdida de biodiversidad en las comarcas donde se ubican es un hecho incuestionable, por muchos estudios de impacto medioambiental que la administración haya aprobado previamente. La concentración de cientos y miles de placas en grandes extensiones de terreno es simplemente brutal. Sin paliativos. Por ello, debemos decir sí a las renovables, pero con cabeza.

Por todo lo anteriormente expuesto os animo a hacer un estudio de viabilidad en vuestro bloque de viviendas o casa individual, ya que no es necesario hacer un gasto desorbitado. Yo siempre recomiendo el autoconsumo, sin intermediarios. Porque las fuentes de energía renovables (en esencia inagotables) no pueden servir para el enriquecimiento de unos pocos o la destrucción del entorno natural, por muchos derechos que algunas empresas hayan adquirido en las subastas previas de explotación.

Yo apuesto por la democratización en la producción de energía limpia. Se puede empezar con 2-4 placas e ir aumentando el número de elementos de producción según dispongamos de más dinero. En Álava, por ejemplo, la irradiación media es de 4 kWh/m2 día. Un valor no excesivamente alto, pero que sin duda puede suponer un ahorro en nuestra parte variable de la factura de electricidad. Es evidente que la orientación de nuestro espacio disponible, la climatología y la latitud en la que nos encontremos hará más o menos rendimiento a nuestra instalación. Pero que os quede claro que siempre merecerá la pena.

El futuro de nuestro planeta pasa por cuidarlo. Minimizar las emisiones de carbono a la atmósfera. En España el 40 % de la electricidad se produce ya de forma limpia. Y ese porcentaje no para de crecer. La energía fotovoltaica es ya la primera tecnología instalada a nivel mundial. Por eso, la revolución energética debe disponer cuanto antes de un marco legal que recoja con claridad las reglas del juego. Es competencia de los gobiernos estatales y autonómicos aprobar las normas que regulen la producción de energía fotovoltaica, eólica, geotérmica, etc con el interés público por encima de los intereses privados. Y que de paso se incremente progresivamente la penalización de las instalaciones actuales que dependan de energías fósiles. Tanto en edificios privados, públicos y en todo tipo de medios de transporte. El mensaje debe ser nítido y extenderse entre la población de forma generalizada.

Por otro lado, es muy importante avanzar en la zonificación del territorio en función de su sensibilidad ambiental y que ésta sea de obligado cumplimiento por parte de las empresas (actualmente no es vinculante). Así mismo, las subvenciones en este sector no deben ser recortadas o condicionadas. Al contrario. Deben ampliarse las dotaciones para incentivar las pequeñas plantas de autoconsumo. Y desarrollar placas más eficientes (más potencia en la misma superficie) y acabados que permitan una mayor integración en la envolvente de nuestros edificios.

La transición energética es un paso muy importante que tiene por objetivo vivir en un entorno más sano. Debe de hacerse de forma inminente pero ordenada. Un proceso que debe caminar junto a la construcción y rehabilitación de edificios que estén mejor aislados y sean más eficientes térmicamente. La arquitectura es energía: antes, durante y después.

Por ello, se trata de consumir menos y que sea de origen limpio. La electricidad verde es la forma más eficiente de reducir emisiones y mejorar la calidad del aire. Además, es más barata y por ello contribuye al desarrollo de nuestra economía.

Las personas somos el motor del cambio, pero queda mucho camino por recorrer. Sobre todo en campos como el transporte (donde apenas se ha avanzado en la reducción de emisiones),en la industria ( cuya clara alternativa es el hidrógeno verde) y en las instalaciones térmicas de nuestro parque residencial (fundamentalmente, calderas de gas natural).Tenemos la capacidad y el compromiso de hacerlo. Todos junt@s. El momento es ahora. ¡Pongámonos en marcha!