Hace tiempo hablé de la obsesión del hombre por acariciar el cielo. Con todo lo que ello conlleva. Pero en esta ocasión voy a hablar de uno de los elementos básicos para la vida: el agua. Y es que como todo el mundo sabe, nuestro planeta está cubierto mayoritariamente por agua salada. Un mar, a veces tranquilo y humano, que sirve como elemento relajante para cuerpo y mente. Y otras veces, un ser agresivo que arranca sin piedad vidas de pobres refugiados que huyen del infierno, y que creen encontrar en esas traicioneras aguas un camino hacia un lugar mejor.
En estos tiempos de conectividad y búsqueda constante por innovar y ser el primero en algo (aunque a veces resulte a costa de ser un frikie), he descubierto la existencia de retales de tierra completamente rodeados de mar, donde algunos humanos desean o se ven obligados a permanecer durante un tiempo. Espacios que aunque no puedan denominarse estrictamente “hogares”, cumplen por un espacio de tiempo las necesidades más básicas (o no tan básicas) del ser humano.
Porque si hay algo en lo que no hay ninguna duda es que la vivienda de cada uno de nosotros es la mejor del mundo, y satisface la mayoría de nuestras necesidades. Acogedora y cálida, nos permite relacionarnos con nuestros semejantes. Y crecer como personas. Ser felices. Aunque se encuentre en mitad de un océano de misiles. Y Europa tapone con billetes el flujo de vidas que se escapan por el desagüe de su conciencia.
Uno de esos casos singulares es el faro de Tevennec, situado en el mar de Iroise próximo a las costas de la Bretaña francesa. Uno de esos lugares donde el mar descarga su furia contra todo aquello que osa desafiarle. Las corrientes marinas y los temporales que llegan a esta zona del océano atlántico agitan la gran alfombra azul, y zarandean los barcos como títeres de juguete. Pasar una temporada como farero allí puede resultar de alto riesgo: tanto a nivel físico como mental. Desde luego un lugar nada recomendable.
Otro ejemplo de permanencia humana “temporal” (aunque mucho más tranquila) es el faro con forma de plataforma petrolífera llamada Frying Pan, situada a 55 kms de la cosa de Carolina del Norte, en EEUU.Actualmente un enamorado del mar la ha adquirido y la ha comenzado a explotar turísticamente como hotel. En www.fptower.com es posible hacer una reserva para pasar un fin de semana es una habitación espartana y destartalada. Ofrece unos atardeceres preciosos y pescado fresco. No sé si hay cerca parada del AVE.Para pensárselo!
El mar también alberga lugares paradisíacos donde el aislamiento no resulta tan estremecedor. Tal vez por las aguas cálidas y apacibles que rodean otros “pedazos de tierra” como las islas de Belice, en el mar Caribe. Tal vez porque si uno es capaz de abrir los ojos y encontrase allí, sea consciente de que dispone de los medios suficientes para regresar en cualquier momento al lugar que le hizo rico y precisamente le permitió poder despertarse en ese “paraíso”. O simplemente porque hoy en día la tecnología nos permite disponer de contacto con el exterior (internet a través de satélites), desalinizar el agua marina o generar electricidad gracias al omnipresente Sol.
A estos casos de alojamientos atípicos podrían añadirse muchos otros: desde campamentos en alta montaña, bases científicas en la Antártida o tiendas de campaña en mitad del desierto Wadi Rum.
Tras analizar los ejemplos que he mencionado, uno se plantea qué necesita realmente para vivir. Tanto a nivel individual como en relación con el medio que le rodea. Porque hay personas que atraviesan su existencia a bordo de una auto caravana, sin más equipaje que la maleta de los sueños y el perfume de los recuerdos. Y otros que habitan en ostentosos palacios, con muchos metros cuadrados que apenas pisarán, e innumerables detalles que nunca percibirán.
En la era de la tecnología, en la que prácticamente los emails han aniquilado a las cartas, los CD´s se han transformado en archivos MP3, los planos de los proyectos han mutado a archivos dwg, los libros van desapareciendo lentamente de nuestras manos y el dinero metálico se encuentra en peligro de extinción, a veces puede llegar a plantearse la duda de nuestra existencia, y la huella que dejará en el futuro.
La arquitectura, como expresión artística con vocación de permanencia, refleja nuestra identidad de forma coetánea. Recíproca.Y especialmente la vivienda, como necesidad básica de todo ser humano. El concepto de “vivienda-hogar” ha sido estudiado a lo largo de la historia, pero en el mundo actual de constante cambio (respecto a necesidades, gustos, conceptos….) el infinito crisol de culturas imposibilita la definición de ese término. Y lo que esta palabra engloba: tanto a nivel interno como en relación con su entorno. Como seres sociales que somos.
Una vez más, la arquitectura debe estar al servicio de los más desfavorecidos.Ayudando a transformar el paisaje en un entorno más amable.
Por un mundo mejor.