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el proyecto de toda una vida…

 La Expo Universal  2015 de Milán toma el testigo de la Expo 2010 de Shanghai. Con el lema “Alimentar el planeta, Energía para la vida” la muestra refleja el cambio de ciclo en el que vivimos, fundamentalmente por la necesidad de contribuir a garantizar la subsistencia de la humanidad en su conjunto. Por este motivo la EXPO no se centra exclusivamente en la arquitectura de sus pabellones y en las actividades programadas, sino que quiere contribuir al debate y educación sobre nutrición y sobre los recursos existentes en nuestro planeta. Porque este hecho, en definitiva, está directamente relacionado con el gran drama de los refugiados al que Europa asiste cómodamente desde su sofá.

El gasto realizado en esta convocatoria (supuestamente más modesto que en otras ocasiones) sigue resultando ingente: un recinto de 110 hectáreas, con 145 países participantes, más de 23.000 eventos programados y una previsión de más de 20 millones de visitantes. Esto se traduce en muchos millones de euros (sólo la inversión extranjera supera los 10.000 millones de euros). Hay muchos países cuya inversión supera los 40 millones de euros, siendo Arabia Saudí la nación que más dinero ha gastado en su espejo ante el mundo: 72 millones de euros. Un plato extremadamente delicioso para un país cocinado a fuego lento con una alta dosis de corrupción y un toque de mafia “al pesto”. Deliciosamente truculento.

De hecho, mucho antes de su inauguración EXPO MILANO 2015 ya se ha visto salpicado de escándalos: detenciones, tráfico de influencias, compras de votos, facturas opacas, retrasos, dimisiones de los arquitectos redactores del Master Plan,protestas callejeras, etc. Acontecimientos que demuestran que la imagen de un país (y más con la crisis que lo azota) no se puede “limpiar” puntualmente con un evento de estas características.

Dejando a un lado el universo paralelo de la EXPO, en la edición de este año cabe destacar la claridad del esquema con el que se han organizado las visitas. El recinto se ha organizado reproduciendo dos ejes principales (cardo y decumanus), en referencia a los originales asentamientos romanos. De esta forma se contribuye a distribuir los pabellones de una forma sencilla y a facilitar el recorrido de los visitantes. Es uno de los pocos “ingredientes” que ha permanecido de la idea original, ya que los creadores de dicho proyecto urbanístico/conceptual dimitieron en fases sucesivas.

Si se analiza el coste de los pabellones y se compara con los presupuestos de las obras en las que yo participo (como la inmensa mayoría de los arquitectos de mi país) uno se plantea si es necesario un gasto de esta magnitud, y sobre todo, cuál será el futuro que tendrán esas construcciones una vez finalice la Expo el próximo 31 de Octubre.

Próximamente tendré la gran suerte de estar allí y contemplar la escenografía creada en la próspera capital de la región de Lombardía. Figuras como Daniel Libeskind (Pabellón Vanke), Foster&Partners (Emiratos Árabes Unidos) o Herzog&De Meuron (pabellón Slow Food) suponen un aliciente para justificar la visita a la EXPO MILANO 2015. ¿Os animáis?