De todos es bien conocida la plasticidad del hormigón. Versátil como pocos materiales en la construcción, sus cualidades nos abren un abanico infinito de posibilidades creativas. Desde el Imperio Romano (el Panteón) hasta nuestros días, hemos sido testigos de magníficas obras plásticas. Desde las cúpulas de Eero Saarinen, Pier Luigi Nervi, Oscar Niemeyer, etc) hasta obras racionalistas de distintas concepciones y que en conjunto se engloban dentro del Movimiento Moderno (principios del s. XX).
Entre el vasto legado que nos dejó Le Corbusier (suizo de nacimiento y francés de adopción) enunció los 5 principios fundamentales de la nueva arquitectura: la estructura sobre pilotes, la planta libre.la fachada libre, la ventana longitudinal y la terraza jardín. Esta magnífica y brillante propuesta (ejemplificada de forma majestuosa en la Ville Savoie, muy cerca de Paris) es sólo posible precisamente a las cualidades del hormigón.
Es precisamente en ese país (al que a mí, por cierto, me encanta) donde la herencia del gran genio ha calado y sigue presente con mayor intensidad que en otros, aunque con matices. Las fachadas a base de muros continuos de hormigón armado, junto al uso de losas y elementos prefabricados en forjados otorgan una gran libertad de diseño (fachada libre, ventana longitudinal o sus interpretaciones actuales). Pero además, permiten la liberalización del espacio interior (planta libre) posibilita la creación de espacios diáfanos y a la postre versátiles, adaptables fácilmente a lo largo de la vida útil del edificio.
Creo que es importante pararse por un momento y repensar la arquitectura que estamos haciendo en la actualidad. Nos centramos tanto en hablar de sostenibilidad, en eficiencia energética, etc que a veces nos olvidamos de una parte muy importante: la creativa. Debemos hacer edificios eficientes sí, porque nuestros recursos son limitados. Pero nuestra actuación debe contribuir también a mejorar la calidad de vida de las personas y sobre todo, a mejorar la calidad arquitectónica de nuestro entorno. Algo que empieza con el urbanismo. Para que dentro de 50 años, y aunque Frank O. Gehry desgraciadamente ya no esté con nosotros, hayamos conseguido reducir el 98 % de la arquitectura basura (o al menos, que a él no le interesa) a un porcentaje mucho menor. ¿Te apuntas?