casa 33

el proyecto de toda una vida…

 Este es mi último post sobre Le Corbusier hasta que realice un nuevo viaje a la capital francesa, que espero se produzca en los próximos meses.

       Ronchamp es la primera de las tres iglesias que proyectó Le Corbusier en su etapa de madurez, junto a la Tourette y Firminy. Quizás por eso posee una frescura especial que la convierte en una escultura casi mágica, posada sobre el terreno con una inusitada delicadeza. El lugar, la simbología utilizada y el alma de su creador conforman un espacio único en el mundo. Con el tiempo se ha convertido en un icono de la obra de su creador. Arquitecto y obra fundidos en un único cuerpo.

Es una obra “construida en la luz, por la luz”. Una luz que acaricia las formas, buscando descubrirse mutuamente, entrelazándose en el espacio como hacen las manos de dos amantes incipientes.

Cuando uno asciende desde la pequeña villa francesa de Ronchamp hasta la colina de Bourlémont y alza su mirada hacia esta construcción, siente en lo más profundo de su interior que se encuentra ante una auténtica joya de la historia de la arquitectura.

Construida sobre las ruinas de una antigua ermita, destruida primero por un rayo, y después durante la Segunda Guerra Mundial, esta colina fue testigo de numerosos y sangrientos combates. Fue inaugurada por su creador el mismo año de su fallecimiento, después de superar críticas y múltiples dificultades durante el proceso de construcción. Le Corbusier se volcó en esta obra de manera especial y su perseverancia superó una vez más todas las piedras del camino.

Los muros curvos y su sinuosa cubierta (inspirada en la forma de la concha de un cangrejo que recogió cerca de Nueva York, tal y como él recogió por escrito) nos trasladan hasta un arquitecto más “plástico” que nunca y que sigue investigando con las formas arquitectónicas. Esta creación es un volumen con múltiples vistas diagonales, en un movimiento continuo detenido en el tiempo. Un objeto arquitectónico en armonía con el paisaje, en el que infinitos tonos de luz natural coloreada acarician la tersa piel interior.

Destaca la fachada sur, un muro de espesor variable pero de grandes dimensiones, donde se alojan una serie de pequeños huecos acristalados de colores que aumentan la sensación de solidez. En realidad, en el interior existe un entramado portante a modo de retícula estructural, que en ningún caso se muestra hacia el exterior. El revestimiento es a base de mampostería con un acabado en revoco de cal blanca.

El color blanco transmite sensación de pureza, e invita a visitar el mundo sagrado que alberga su interior. El movimiento inherente del conjunto sorprendentemente no impide  mantener la paz en el interior del edificio, tan necesaria para acercar la voz al creador de la tierra.En esta fachada se ubica la entrada principal del edificio, pero habitualmente el acceso se produce por la fachada opuesta (norte).

En la fachada Oeste encontramos una desmesurada gárgola que vierte el agua de lluvia sobre una pileta de hormigón, transformando la recogida del agua de lluvia en un espectáculo para los sentidos.

En el extremo Este, la capilla muestra su lado más humano, ya que se aloja el altar y diversos elementos para celebrar eucaristías al exterior, hacia una explanada con graderío donde pueden disponerse los fieles.

Tres torres redondeadas (una de mayor dimensión que las otras dos) albergan otras tantas capillas que reciben luz natural al funcionar como “periscopios”. Exteriormente, estos volúmenes fijan al terreno el cuerpo litúrgico. Los dos volúmenes prominentes que se ubican al Norte de forma simétrica enmarcan la puerta correspondiente al acceso secundario.

En el interior, los bancos se alinean sobre una plataforma de madera cercana al muro sur, dejando el resto del espacio disponible. El arquitecto realizó en esta obra un riguroso seguimiento de la trayectoria solar, con el fin de alcanzar en el interior el juego de luces anhelado. Por ello, la entrada de la luz multicolor llena de vida esta capilla, y da ánimos a los fieles con mensajes escritos en sus diminutas ventanas.

Esta obra es sin duda mi favorita dentro del vasto legado que nos regaló Le Corbusier. Este lugar posee un magnetismo tectónico que provoca infinitas sensaciones. Si tenéis la oportunidad, no dejéis de visitarlo.Podéis preparar el viaje consultando www.collinenotredameduhaut.com