casa 33

el proyecto de toda una vida…

En la actualidad me encuentro inmerso en la investigación de nuevas tipologías edificatorias. Una labor que posee un gran potencial. Sí, porque a pesar de que el uso residencial es el más extendido y el más estudiado, en las últimas décadas las viviendas de nueva construcción apenas han evolucionado. Han pasado casi 100 años desde la exposición Siedlung de Sttutgart y parece que fue ayer. Es increíble, ¿no? En este mundo en el que todo parece ir a una velocidad escalofriante, con acceso a una información imposible de abarcar en mil vidas, la mayoría de las viviendas de nueva construcción son cromos idénticos. Tan solo en rehabilitación surgen cambios que alteran la fisonomía tradicional de esas unidades habitacionales, normalmente con mucho más acierto. Porque en general son actuaciones que eliminan tabiques, abren paso a la luz natural y generan espacios diáfanos y versátiles. Y digo “aciertan” porque hoy comemos en la cama, navegamos por internet desde el baño, vemos la televisión en la cocina y trabajamos en la mesa del salón.

La tendencia actual es alarmante: en pocos años más de la mitad de la población mundial vivirá sola. El mundo camino hacia el individualismo, la falta de empatía y el egoísmo exacerbado. No exagero. La tecnología ha supuesto grandes avances para la humanidad, pero también ha aportado muchos otros perjuicios. La irrupción de la Inteligencia Artificial supondrá un nuevo paso en la pérdida de la creatividad humana y favorecerá igualmente el aislamiento de las personas.

En este contexto debemos comprender que un piso de tres habitaciones, dos baños, un vestíbulo, un pasillo, una cocina, un salón y una terraza es un concepto completamente anquilosado. Las personas demandan tiempo. Tiempo para amar, tiempo para relacionarse, tiempo para vivir, tiempo para descansar. El tiempo destinado al trabajo se reducirá a lo largo del siglo XXI. Por ello las viviendas deben adaptarse a esta nueva demanda.  La carestía que implica su construcción está suponiendo una paulatina reducción de la superficie útil. Y aunque el espacio y el tiempo son dos cualidades insustituibles, la reducción del primero puede verse compensada por la concentración del espacio en una única estancia diáfana. No debemos olvidar la interferencia de usos, pero podemos buscar soluciones creativas en lugar del tradicional pasillo. La concentración de las zonas húmedas (baños y cocina, esta última abierta o cerrada hacia el espacio principal) permite optimizar recursos durante la construcción y a lo largo de la vida útil del edificio.

Para mí, las nuevas viviendas deben contar con un espacio protagonista volcado completamente al exterior través de un gran ventanal de suelo a techo y de medianera a medianera. Es lo que yo he bautizado como la “sala del tiempo”, donde cada persona puede elegir cómo disponer sus pertenencias y adaptar el espacio en función de sus necesidades a lo largo de la jornada. Los muebles extraíbles, los bancos apilables, las estanterías modulares, los tabiques móviles y las piezas intercambiables permiten organizar la vida de una forma sencilla. Si los usuarios de la vivienda son varios, todos tendrán acceso por igual a este espacio, promoviendo por tanto la igualdad entre todas las personas.

Y así como necesitamos del suelo para desplazarnos en el espacio, el techo es un mundo lleno de posibilidades, tanto a nivel decorativo como de almacenaje o de cualquier otro uso. En este caso, aportando una altura mayor de los dos metros y sesenta centímetros estandarizados.

En mi blog he hablado mucho sobre tipologías residenciales y conceptos arquitectónicos que, desde mi punto de vista, deben incluir esas viviendas. Espero poder enseñaros pronto el resultado de mis investigaciones, un trabajo apasionante que me encanta.