casa 33

el proyecto de toda una vida…

Tras el trepidante y emocionante primer día vivido en Olot, comienza otra nueva jornada cargada de una arquitectura emocionante y comprometida que ha permitido justamente alcanzar a RCR el premio Pritzker de arquitectura.

Mi primera parada es en Manlleu, una localidad al suroeste de capital de la Garrotxa. Allí se encuentra el edificio que alberga las “Piscinas municipales” de la localidad (2006), ubicado dentro de una zona verde estival y de equipamientos más amplia.

La huella de RCR marca sus obras y las diferencia drásticamente del entorno en el que se ubican. Este edificio de piscinas destaca por su voluntad de fusión con el jardín circundante a través de una peculiar “piel” que imita las ondulaciones que produce el agua en movimiento. En este caso lamas de acero negras, un recurso que se repetirá en el pabellón en el estanque de Llagostera (finalizado en 2008), pero que fue concebido de forma coetánea con estas piscinas.

Un edificio cargado de intenciones, pero sin embargo se diluyen en este caso con relativa facilidad. Y es que la funcionalidad y acabados que precisa interiormente este tipo de edificios hacen que la zona de piscinas sea bastante anodina. Cabe destacar la franja de jardín que se introduce al interior, un patio transversal que divide la zona de vestuarios de la zona de piscinas con gran acierto y de una forma muy enriquecedora.

La persona que me guía por el interior de las piscinas de Manlleu no para de enumerar un sinfín de fallos de funcionamiento y/o constructivos, que prefiero no mencionar aquí. Algunos pueden resultar más evidentes y otros más discutibles. Lo que no puede negarse es que el diseño a veces choca frontalmente con las necesidades de los usuarios y es preciso buscar un equilibrio. Por ello es importante repensar el funcionamiento, el aprovechamiento de la luz natural, soleamiento, etc.

A poca distancia de allí y en la misma localidad, se encuentra la guardería “Els Colors” (2004), otro edificio dependiente del Ayuntamiento de Manlleu finalizado dos años antes que las piscinas. En este caso se trata lógicamente de un edificio de menores dimensiones, pensado precisamente para los más pequeños y en el que se han cuidado todos los detalles.

Este centro recibe  su nombre por la imagen que lo caracteriza: cajas acristaladas de colores vivos que emergen hacia el exterior por encima de la valla metálica perimetral. Dos escalas, un esquema de funcionamiento y la búsqueda de transparencia guían este experimento arquitectónico de brillante resultado.

El programa se resuelve en planta baja, a excepción de la zona de dirección, que se concentra en planta primera, ocupando parcialmente  la zona de entrada a la guardería. Dos piezas longitudinales de diferente anchura e idéntica longitud se disponen de forma paralela a la entrada, generando una grieta intersticial que funciona como zona de juego

Desde Manlleu me desplazo en coche hasta mi siguiente parada: Ripoll. En esta localidad se encuentra el “Espacio público y teatro La Lira”(2011). Un vacío urbano ocupado en el pasado por el teatro “La Lira” y que es utilizado por RCR como herramienta para coser la ciudad, entre la zona antigua de alta densidad y la orilla opuesta del Ter, donde se extiende el nuevo tejido urbano.

Un río, un puente y el aire componen este proyecto, donde el programa se soterra o desplaza a ambos lados del gran protagonista: el espacio público. Un espacio cubierto que en un lateral  dispone de un estrecho bar acristalado que comunica con el teatro, ubicado en la planta de sótano. Los espacios interiores de nuevo quedan inundados por el acero. La escalera que desciende hasta el teatro es invadida parcialmente por el forjado girado que conforma el suelo de la calle.

En este proyecto, además del espacio público existe un elemento que cabe destacar: la pasarela metálica de doble sección que se apoya suavemente en ambos extremos y es utilizada masivamente por los vecinos de Ripoll. Un proyecto acertado y funcional, que perdurará en el tiempo sin ninguna dificultad.

Mi próxima visita se ubica en Besalú, un pequeño pueblo medieval caracterizado por un precioso puente romano perfectamente conservado. En esta localidad se encuentra, alejada del bullicio y en mitad de una zona residencial de baja densidad, la guardería “El petit Comte” (2010). Otra intimista intervención que sorprende de nuevo por su cuidada y aparente sencillez.

Un bosque de árboles multicolor protege el frágil universo de los más pequeños. Una naturaleza artificial que se cierra al exterior y  que se transforma en espacio al interior jugando con la densidad de la “vegetación”. Las delgadas columnas de colores se difuminan  y mezclan entre sí en una divertida danza bajo el sol, como si formaran un arcoíris tras la lluvia. Al atravesar la puerta de entrada percibo una sensación de sencillez, que se transforma rápidamente en un increíble universo de sensaciones al recorrer todo el interior de la guardería. La luz inunda todos los espacios y juega con un ejército de divertidos cilindros, llenando de vida un espacio rebosante de sonrisas y sueños por cumplir. Un nuevo ejemplo de depuración majestuosa que conduce a la creación de ricos espacios con muy pocos elementos.

Mi coche me conduce hasta la capital de la provincia. En este lugar se encuentra la facultad de Derecho, concluida en 1999 por RCR. Un edificio ajeno al espíritu arquitectónico del estudio, que además se encuentra exteriormente en un estado de evidente deterioro.

El acceso a este edificio universitario se encuentra sobre-elevado, y los espacios quedan divididos en sección a media altura desde las dos cajas de escalera. Es evidente que se ha priorizado un esquema de funcionamiento, dejando a un lado otros aspectos muy importantes. La supuesta fuerza interior de los volúmenes exteriores en voladizo desaparece en el interior, y lo único destacable es el triple espacio en la zona de cafetería. Un edificio anodino, con un esquema de circulación en forma de “U” y que se ilumina a través de nueve patios ortogonalmente dispuestos. En el interior no se detecta ni un solo detalle de diseño que tanto caracteriza  a sus autores, de forma que seguramente en este trabajo hubo condicionantes ajenos a la voluntad de los arquitectos que impidieron la creación de un proyecto más personal. Sin duda, una de las obras que menos me ha gustado en este viaje.

El día avanza y toca regresar hacia Olot. Pero aún hay tiempo para seguir disfrutando de la mejor arquitectura. En Riudaura, una localidad próxima a Olot, se encuentra el “Centro Cívico” de la localidad (1999). Un edificio municipal que actualmente se encuentra en desuso, cerrado, pero que seguramente vuelva a funcionar en un futuro próximo.

En este proyecto se repite el esquema de funcionamiento que en otras obras (zona de atletismo de Olot), donde el desnivel del terreno y la necesidad de incluir áreas exteriores de juego han determinado la solución arquitectónica. En Riudaura se plantea un pabellón de acceso  que dispone de un “vacío” cubierto, y desde donde se accede a la planta de semisótano que se halla abierta hacia la zona deportiva exterior. De nuevo la cubierta metálica del pabellón superior “flota” sobre las cajas de cristal, en una nueva y clara referencia a Mies Van del Rohe.

El anochecer anuncia su próxima llegada, y las fuerzas van decayendo. Pero hoy la cena será en un lugar muy especial, todo un referente en la región: el restaurante “les Cols” de Olot. Una importante obra de RCR, que en realidad consta de dos zonas: el restaurante, que ocupa la planta baja de la masía familiar de Fina Puigdevall y las carpas para eventos, un proyecto mágico ubicado en los jardines de la masía y que fue ejecutado unos años después que el restaurante. En ambos proyectos se pretende “evocar el pasado, la vida al aire libre, la sensualidad, la esencialidad, el arte culinario, el tiempo, el futuro…” (de la memoria del proyecto de RCR).

Antes de la cena realizo algunas fotografías del interior del restaurante y también de las carpas. Destinado a banquetes nupciales y eventos de todo tipo, ha resultado una de las obras que más me ha gustado de este viaje. Porque ha resultado un proyecto en el que la arquitectura se diluye, la naturaleza invade el interior, el silencio juega con el aire, la luz dibuja formas, las manos acarician, los olores sugieren y el sabor de un instante único hace deleitar a todos los sentidos. Porque la poesía tiene muchas formas de manifestarse en forma de arquitectura y esta es sin duda la más evidente de todas las que yo he conocido.

Junto a estos dos grandes proyectos de RCR se encuentra el hotel “Les pabellons”, otra brillante obra que indaga en el ser humano para hacerle disfrutar con oníricas sensaciones. Esta obra es únicamente visitable para clientes (algo perfectamente comprensible), por lo que queda pendiente un nuevo viaje con la compañía adecuada.

La cena para uno en el mejor restaurante en el que he cenado me producía cierto temor. Pero con la excusa de visitar de cerca esta obra de RCR superé mi recelo inicial y finalmente fue todo un éxito. Algo más de cuatro horas de puro placer. La realidad es que cuando uno se encuentra a gusto consigo mismo y en compañía de la mejor arquitectura, cada momento es simplemente único e irrepetible.