Pasillos: un lugar para detener el paso y el tiempo
Couloir. Corridor. Pasillo. Según la Real Academia Española: 1. m. Pieza de paso larga y estrecha, en el interior de un edificio. 2. m. Espacio alargado y estrecho que sirve de paso.
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En la práctica, un pasillo es un espacio de carácter dinámico. Pensado para ser recorrido. Vacío de materia y lleno de pensamientos. Relaciona dos áreas y permite la conexión de un ambiente con otro similar o completamente diferente. En la variedad más extendida (uso residencial) es alargado y estrecho: cualidades inherentes a su naturaleza que busca conectar estancias sin desperdiciar demasiada superficie. Aunque en su amplio espectro puede servir tanto para independizar recorridos como para encontrarse. Conformar un área sin ningún uso lúdico o crear un lugar lleno de vida. Ser un pasaje sin alicientes o transformar un insulso trayecto en una agradable experiencia. Transcurrir por las entrañas del edificio o acariciar su piel bajo el sol. Disponer de luz natural o competir por la oscuridad contra la noche. Disponer de suelo inclinado o huir de cualquier desafío a la gravedad. Atravesar el mundo en línea recta, con las ideas muy claras, o tener una directriz quebrada o curva.
Su presencia resulta imprescindible en las anodinas viviendas que habitamos y conforman los bloques residenciales colectivos que identifican nuestras ciudades. Una relación consolidada en la actualidad, aunque no siempre fue así. Las villas y palacios del medievo interconectaban ambientes de forma concatenada, como podéis comprobar al visitar cualquiera de los múltiples palacios de esa época que se conservan en España. Un sistema de circulación que genera servidumbres de paso y con ello, las evidentes molestias. Sin embargo, a partir del s. XVII el pasillo o corredor comenzó a introducirse en las distribuciones de las nuevas viviendas de nobles y comerciantes adinerados. Históricamente han triunfado por su innegable función de preservar la intimidad, una cualidad solo accesible para las clases más pudientes, en contraposición con las áreas abiertas sin ningún tipo de privacidad donde debían convivir las clases más desfavorecidas. Es decir, las zonas privadas (un valor al alza a lo largo de la historia) consiguen emanciparse gracias a los espacios de circulación que garantizan el acceso hasta ellas y permiten el tránsito de los sirvientes u otros usuarios que accedan a la residencia sin generar incómodas interferencias.
La creciente incorporación de hábitos relacionados con la salubridad e higiene de la población derivó en la necesidad de que los ámbitos principales (salón y dormitorios) dispusieran de iluminación y ventilación exterior. Y con ello, las zonas de paso y los cuartos húmedos (baños y cocina) quedaron relegados a la parte más alejada de la fachada principal. Con suerte, junto a un patio interior, pero en muchos casos chocaban frontalmente contra una medianera ciega de albañilería. Aunque también existen ejemplos de corredores exteriores, como los que forman parte de la arquitectura vernácula de la Maragatería (León). La privacidad obtenida en cada caso es muy diferente. Cuando el espacio de distribución sirve como estancia previa de acceso a un dormitorio, por ejemplo, este se abre al mundo a través de la ventana que posee; y con ello, queda garantizada su intimidad. Sin embargo, en el ejemplo de arquitectura popular que acabo de mencionar (y que hoy se sigue utilizando en bloques de apartamentos de la costa mediterránea) la circulación a través del corredor interfiere con la privacidad de los ambientes que orientan sus ventanas a dicho distribuidor comunitario.
En términos generales, un corredor es la estancia de paso que comunica un punto “A” con un punto “B” y que a lo largo de su trazado permite acceder a diferentes espacios de carácter más privado. Ir. Volver. Y así miles de veces a lo largo de una vida. ¿Acaso podríamos calcular cuántos metros hemos recorrido a través del pasillo de nuestra casa? Creo que no. Los recuerdos vinculados a esta zona de paso son mínimos, ya que en muchas ocasiones no ha sido pensado como un lugar para detenerse. Pero podría no ser así, y hacer que resulte agradable permanecer en él. Siempre que las dimensiones lo permitan y el diseño lo contemple.
La función de conectar dos lugares, como un tren de cercanías, hace que su fisonomía suela ser longitudinal. Muy alto y delgado, en su distraída cabeza destacan sus grandes orejas, que contrastan con unos minúsculos ojos rasgados y una discreta boca rectangular. Siempre lleva el pelo liso con raya en el centro, aunque suele quedar oculto por un sombrero de ala estrecha con moldura perimetral de escayola. Sus brazos huesudos entumecidos por el mortero de cemento se balacean al caminar envueltos por un jersey de gotelé blanco. Una falda larga de tablas en color beige completa su vestimenta, dejando a la vista unos pies descalzos que nunca se detienen. Ni siquiera en el silencio de la noche.
De carácter neutro, la etnia más extendida (doméstica) carece de privilegios como el acceso a la luz natural o cualquier tipo de uso lúdico, motivos que no consiguen arrebatarle su carácter hogareño y su pasión por el arte, especialmente la pintura. Otra de sus características es su discreción, ya que sus paredes son capaces de guardar secretos de generación en generación. Una reputación labrada en tablillas encoladas de roble y pisoteadas por innumerables injusticias sociales. Entre sus pertenencias cabe destacar un vetusto armario ropero donde dejar, tras un duro día de trabajo o estudio, cazadoras acolchadas, gruesos zapatos y frustraciones que pronto se superarán.
En su interminable adolescencia, su talla de pantalón suele oscilar entre ochenta centímetros y un metro. Aunque al alcanzar la mayoría de edad aumenta su anchura y pasa a denominarse “Distribuidor”. Una etapa en la que es habitual que abandone el hogar y se incorpore al mundo laboral en edificios de uso administrativo, cultural o educacional. Un momento de gran desarrollo personal en el que se habitual que acuda a todo tipo de actividades culturales, ya que su gran anchura le permite acoger múltiples de actos sociales. Imposible no pensar en los distribuidores de nuestras escuelas de arquitectura, donde siendo estudiantes pasamos tantísimo tiempo…Precisamente este tipo de uso más lúdico está más abierto a la innovación en el uso de materiales y juegos espaciales que enriquecen los recorridos. Para Rem Koolhaas (OMA) el acto de caminar a través de la arquitectura es una experiencia única en cada edificio. Así lo ha demostrado en grandes obras como el Kusthal o el Educatorium, pero también en viviendas unifamiliares como la Villa Dall’Ava. Sin olvidar su voracidad por indagar en el pasado. En 2014 fue el comisario de la Bienal de Arquitectura de Venecia, donde presentó el libro que daba título a la Feria de ese año: “Elements of Architecture”. Un análisis sobre las partes que componen los edificios: el tejado, el suelo, la pared, el techo, la puerta, la ventana, la fachada, el pasillo, la escalera, la chimenea, etc y su evolución estilística y formal a lo largo de la Historia. Un guion que también ha utilizado Luis Lope de Toledo en su interesante libro “Arquitectura de andar por casa”. Una publicación que explica las diferentes partes que componen un edificio. Entre ellas, un capítulo trata del origen de los corredores y se incluyen ejemplos de viviendas que prescinden de él.
En este punto debo mencionar a Daniel Libeskind, un genio para crear emociones al recorrer el corazón de edificios como en Museo Judío de Berlín o el Museo Nussbaum de Osnabrück (Alemania). Dos ejemplos que transforman el distribuidor en un espacio vibrante y sobrecogedor. En España el máximo exponente en este campo lo encontramos en Carme Pinòs, cuyos proyectos (seguramente inspirados en Lluis Coderch) se sirven de la repetitividad de un elemento para romper la perspectiva mientras la luz cenital cambiante hace de las zonas de paso lugares de gran calidad arquitectónica. Por último quiero mencionar al estudio MVRDV (Países Bajos), cuyas galerías se sirven de la policromía y la luz cenital ( cuando es posible) para enriquecer el tránsito por esos interminables túneles longitudinales. Os invito a ver el edificio residencial Silo (Ámsterdam) o el Edificio Mirador ( Sanchinarro, Madrid).
Los espacios de circulación poseen tres dimensiones: anchura, longitud y altura. En viviendas, esta última queda relegada por sus limitaciones estructurales. Respecto a las medidas en planta (longitud y anchura), como ya he mencionado antes y todos conocéis destaca la primera con absoluta rotundidad. Su función de eje vertebrador permite acceder a diversos ambientes habitables. De este modo, misteriosos accesos se suceden a un lado o a ambos de ese paralelepípedo de tareas pendientes. Elementos móviles de madera transformada que permanecen en muchos casos cerradas para maravilla de sus habitantes. Una puerta separa dos mundos y contiene un torrente de luz. Actúa como muro de contención de miedos, deseos y emociones. Y por eso, los diminutos ojos del pasillo solo vislumbran destellos de sentimientos que se cuelan por las rendijas de finas pero robustas barreras enmarcadas de vida muerta barnizada.
El estilo de vida actual es mucho más individualista y a la vez, más tolerante, más abierto. Los modelos de unidad convivencial se han multiplicado exponencialmente hasta un punto que hace dos o tres décadas no hubiéramos podido imaginar. Familias o grupos de convivencia cada vez formados por menos miembros. Necesidades funcionales y de consumo que también han cambiado y que diversifican los usos que se desarrollan en el interior de cada estancia de nuestra “casa”.
En la arquitectura (obra nueva y reformas) hoy día se priorizan con excelente criterio los espacios abiertos y versátiles. El mantra es: abajo los tabiques inútiles, muerte a los inservibles túneles y arriba la luz natural, las paredes blancas y la decoración ligera. Un contexto en el que se está llevando a cabo el genocidio del pasillo por motivos étnicos (origen profano y culto a la oscuridad sin ninguna función). Una rémora del pasado que la nueva modernidad (inaugurada por el gran Le Corbusier y otros visionarios arquitectos de su época) quiso desterrar en la Exposición Weissenhof celebrada en Stuttgart en 1927. Un objetivo que un siglo después no ha sido alcanzado, por su funcionalidad insustituible en la arquitectura doméstica. Aunque el espacio de paso posee muchas otras cualidades que pueden justificar su presencia, como las Unité d´Habitation: un modelo residencial que el mismo Le Corbusier desarrolló y del cual se construyeron 5 unidades. En ellas, el acceso a las viviendas en dúplex se realiza a través de un distribuidor longitudinal que atraviesa longitudinalmente el bloque edificado por plantas alternas.
La carestía de las viviendas obliga a reducir su superficie y optimizar al máximo el rendimiento de cada metro cuadrado. Un pasillo no aporta, no es un espacio activo, y con ello su popularidad cae por el precipicio del pragmatismo. Lo mismo que le está sucediendo a un familiar próximo: don Vestíbulo.
Es cierto que en algunos casos es absolutamente imprescindible mantener los espacios de distribución. Sin embargo, podemos reducir su longitud aplicando algunas soluciones alternativas. Algunas implican incluso al urbanismo, que determina el fondo edificado y las proporciones de los edificios en las áreas residenciales de nueva planificación. O como la exigencia de iluminación y ventilación exterior directa para la caja de escalera (no siendo válida de forma cenital): una innecesaria imposición que determina en muchos casos la obligatoriedad de ampliar la longitud de los recorridos en el interior de las viviendas.
Igualmente, en uso doméstico una buena distribución puede minimizar esas zonas de paso. Por ello un cuidado desarrollo del anteproyecto por parte del arquitecto resulta fundamental. Entre otras ideas sugiero que la función de comunicar ambientes puede conseguirse con estancias polivalentes como el salón, que puede servir para dar acceso directo a los dormitorios o a un pasillo reducido que sirva de antesala a los mismos. También eliminando el vestíbulo como elemento fijo que actúa de filtro exterior-interior o suprimiendo la duplicidad de recorridos.
Y cuando no se pueda prescindir de las zonas de paso debemos hacer como con el enemigo: unirnos a él. Una rendición premeditada que implica hacer que sucedan cosas: estantes emergentes en la pared, juegos de niveles en el techo, iluminación indirecta, juegos en el pavimento, inclusión de elementos móviles, etc. Cambiar su materialidad es suficiente para transformar una zona de paso aburrida en un contenedor sugerente. Los pasillos y corredores de los edificios pueden ser muy interesantes porque la creatividad no tiene límites.
Cuando atravieses cualquier túnel de tiempo no pienses en tu destino al final del corredor, sino disfruta de todo lo que acontece a tu alrededor. Podría decirse que el pasillo es una metáfora de la vida, un camino por recorrer. Así que… disfruta de cada paso.