Me declaro culpable. Culpable de no profesar los principios básicos de arquitectura. Al menos, de la más ortodoxa; aquella que se enseña en las escuelas más puritanas, las más racionalistas. Clases impartidas por correctos profesores que proyectan puros edificios racionalistas. Siguiendo las pautas establecidas. En definitiva, proyectos absolutamente predecibles y aburridos.
Lo siento pero yo no soy así. Y afortunadamente, no soy el único. Porque me inspiro en muchos arquitectos (la mayoría fuera del ámbito estatal) y reivindico la parte más creativa de nuestra profesión. No es la primera vez que lo digo, pero quiero reafirmarme en mi convicción. En la búsqueda de “algo más”, y no precisamente en repetir en la actualidad esquemas del pasado. Vivimos en un mundo cambiante, y los principios por lo que se rige la arquitectura hoy día no pueden permanecer invariables. El pasado es eso: pasado. Y solo deberíamos conservar de él aquellas ideas que nos permitan evolucionar hacia nuevos territorios. Como algunas sugerentes afirmaciones de Mies van der Rohe: “La arquitectura debe expresar el espíritu de su época” o “Menos es más”. Sin olvidar a Le Corbusier, el más grande entre los grandes. Su enérgica obra construida y sobretodo sus 5 principios de arquitectura marcaron las bases de lo que actualmente somos los proyectistas del siglo XXI.
Y de esta forma, declaro el destierro permanente de la “ortogonalidad” y la “simetría”. Dos principios que sustentan supuestamente ”el orden”. O lo que es lo mismo, el intento del hombre por organizar el mundo en mitad de un universo de caos. Aunque eso sí, se halla en equilibrio. Porque la clave es esa: puede haber equilibrio sin orden, pero no pude haber orden sin equilibrio.
El primero de los erráticos principios (la ortogonalidad) debe ser condenada por aburrida y limitada. Una creación absurda de la humanidad que quizás tuvo su sentido en un tiempo, pero que en la actualidad ha quedado completamente obsoleta. Supone una incomprensible barrera ante la creatividad, y solo aporta patrones de comportamiento para las personas limitadas de tolerancia creativa.
El mundo evoluciona vertiginosamente ysi actualizamos el principio de Mies Van der Rohe, la arquitectura debe expresar ese estado de permanente dinamismo. Por ello, el segundo principio que he sentenciado (la simetría) es absolutamente la antítesis de la realidad.
Lo ortogonal y lo simétrico implican un grave empobrecimiento de la vida en las ciudades. No pueden ni deben seguir dominando el mundo. Son aliados enemigos de la arquitectura contemporánea. Principios del pasado, pero que deben ser recluidos por su manifiesta incapacidad de expresar con objetividad la realidad que nos rodea.