Por otro lado, me parece fundamental la ampliación de los huecos acristalados en las fachadas. Los vidrios de control solar, bajo emisivos, selectivos, etc y las cámaras de argón permiten la reducción drástica de la transmisión térmica a través de su superficie. Quizás sea un defecto mío, pero siempre que observo un edificio no puedo evitar cuantificar la generosidad de sus superficies acristaladas. Y en la mayoría de los casos me decepciona la racanería con la que se obsequia a sus moradores. Tanto en viviendas de protección oficial como en chalets individuales. Una zona acristalada no es más cara que una fachada ciega, por lo que económicamente no penaliza al promotor. Sin embargo, los beneficios que proporcionan los acristalamientos amplios son muchos, y sin duda mejoran la calidad de su interior. Lo digo por experiencia.
Otro aspecto a tener en cuenta y que también considero imprescindible es la adecuación de la cubierta plana del edificio para el desarrollo de actividades lúdicas, que incluya la incorporación de un huerto urbano comunitario. Del mismo modo, en esta zona se deberán instalar placas fotovoltaicas que permitan producir electricidad de forma sostenible. Las grandes eléctricas se llenan la boca hablando del color verde, pero lo hacen cuando no han tenido otro remedio. Pero en realidad se trata de una cortina tras la que esconden su verdadera intención: aumentar al máximo sus ganancias.
La producción de electricidad de forma sostenible es una fuente de energía limpia que iría complementada por la instalación comunitaria de geotermia o aerotermia para producir agua caliente sanitaria y calefacción. Es la energía del presente, que avanza imparable a pesar de la caída del precio del crudo. O precisamente por ello.
La aplicación de estas medidas, junto al correcto diseño y aislamiento térmico de las viviendas permitirá reducir de forma drástica las emisiones de CO2 y minimizar en definitiva nuestra huella ecológica en el planeta. Además, se permite el autoabastecimiento de productos vegetales frescos en caso de un posible confinamiento. La reducción de la producción de residuos es otro de los frentes en los que se debe trabajar sin tregua. Tanto en los que se producen directamente en nuestro día a día como en los que se generan en la fabricación de nuestras compras más o menos impulsivas y casi siempre innecesarias).Nos encontramos ante el fin de la superproducción y del hiperconsumo.
Nuestras viviendas deben ser más ecológicas, en una sociedad que fomente activamente el reciclaje (como sucede en Alemania, donde al comprar un envase el establecimiento cobra 25-30 céntimos en concepto de préstamo, que son devueltos al retornar ese envase a cualquier punto de venta).
Coincido con todos los técnicos que promulgan espacios versátiles que permitan acoger diferentes actividades dentro del hogar. A veces, simplemente es cuestión de amueblamiento, pero sin duda una correcta distribución es fundamental. Junto con el orden. Muy importante. O dotar de diversas posibilidades a una estancia. Por ejemplo, un pasillo puede ser biblioteca, zona de juegos o despacho: basta con ampliar un poco su anchura y equiparlo adecuadamente.
Para mí, ampliar los baños me parece prioritario. Y dotarles de luz y ventilación natural. Obligatorio por normativa. Y cuando no haya más remedio, que el espacio exterior nos acaricie a través de patios interiores, cuyas dimensiones en planta variarán en función de su altura. La higiene se ha mostrado fundamental en el confinamiento. Y el baño es un habitáculo que en menos de un siglo ha pasado de ser imprescindible en los hogares, a ocupar un lugar residual en la vivienda. Inadmisible. Los baños deben ser más grandes, con la posibilidad de ser utilizados como sala de fitnes, relajación, etc. Basta con aislar en un cubículo independiente la zona de inodoro. Mejorar la calidad del aire interior en los edificios repercute directamente de forma beneficiosa en la salud y en la productividad.
Algunas personas pueden pensar que estas medidas son inviables en escenarios urbanos de gran densidad. Y tal vez tengan razón. Por eso deben reducirse paulatinamente esas insostenibles concentraciones de población que tanto daño hacen a nuestro planeta, gracias al trazado de una red sostenible, rápida y eficiente de transporte, que relegue al coche privado a la mínima expresión. Una pertenencia que se ha convertido en inapetente para los más jóvenes. Pero sin demonizar la vivienda unifamiliar con jardín. Puede que en Estados Unidos no haya tenido los resultados deseados, pero las diferencias sociales o exclusión no derivan exclusivamente del sueño americano.
De alguna forma, estas medidas suponen una vuelta al origen de la historia de la humanidad, como parte de esta nueva era que estamos comenzando. Un claro ejemplo de este tipo de arquitectura fue ya materializado en 5 proyectos por el gran arquitecto Le Corbusier, padre la arquitectura contemporánea. Me refiero a las Unité d´Habitation (unidad de habitación). Todos se encuentran en Francia, y en su momento supusieron una tipología en bloque muy innovadora. El llamado “jardín vertical” y la “cubierta plana” adelantaban ya muchos de los principios que yo defiendo, y que simplemente me limito a rescatar y actualizar. Sin embargo, es evidente que sin entendimiento, respeto y solidaridad la vivienda comunitaria que promulgo no tiene ningún futuro. El mundo que habitamos ha sobrevalorado la libertad individual. El derecho a la libertad de expresión, de decisión y de movimiento se basa en un egoísmo exacerbado que excluye el concepto de comunidad. Y mientras este principio no cambie, será complicado avanzar en esta materia.
El futuro de nuestro planeta pasa inexorablemente por los principios colaborativos de economía circular. Una situación excepcional requiere una solución excepcional. La arquitectura debe estar al servicio de la sociedad, y la sociedad debe estar al servicio de sí misma. No del individuo.