casa 33

el proyecto de toda una vida…

Me gusta acercarme siempre que puedo a las escuelas de arquitectura.
Cualquiera. En cualquier ciudad. Con cualquier excusa. Porque las
escuelas son el origen. El principio del pensamiento. Un lugar donde se
desarrolla la mente del futuro arquitecto, donde se inicia un proceso
que evoluciona de maneras completamente diferentes en cada persona.
Porque la arquitectura tiene que ver mucho con la persona. Con las
personas. Con la forma de ser del que proyecta (parte genética y parte
adquirida antes de comenzar la universidad) y con cómo éste entiende el
sentido de la vida. La arquitectura queda por tanto  relacionada con la
sensibilidad, y por ello la creatividad de los arquitectos muchas veces
se proyecta en la fotografía, en la escritura o en el dibujo/pintura.

Me gusta caminar por los pasillos de las escuelas de arquitectura.
También por la mía, en  Donostia-San Sebastián. Me  devuelve al comienzo
de mi trayectoria, y me ayuda a ver con otros ojos los proyectos
actuales.

En mi reciente visita a Madrid comí un menú del día en el comedor de
la escuela Politécnica, ubicada en el campus muy cerca de la Escuela de
Bellas artes de San Fernando, otra parada obligada. Rodeado de jóvenes
estudiantes en plena ebullición de ideas, se podía intuir perfectamente
el tipo de arquitecto que cada uno de ellos será en el futuro. Aunque a
veces las apariencias engañan.

En los 18 años que han transcurrido desde que yo finalicé la carrera,
la forma de proyectar ha evolucionado muchísimo. La tecnología ha
reinventado la forma de expresar las ideas, algo que no siempre es
positivo. La generación de millennials ha crecido en pleno desarrollo
digital y conectada a internet.

 

Los libros de papel pertenecen al pasado.

Estoy seguro de que en el futuro los libros, el papel y la parte más
material de la arquitectura volverá a ganar protagonismo y abrirá una
nueva etapa para la creación de  nuevos proyectos.